Es un lunes de calor agobiante y en una esquina de plaza España una multitud se amontona alrededor de un pequeño escenario. Allí está la Rueda de Candombe —propuesta novedosa y exitosa creada por artistas locales e inspirada en las rodas de samba de Brasil— donde reconocidos músicos de la escena local tocan clásicos del candombe canción (ver recuadro).
Son las 22:20, el encuentro vive su momento ápice, y el público canta en coro “Baile del Candombe”. Cuando el bailarín y coreógrafo Oscar Cococho Pereira se sube al escenario se oyen aplausos, gritos de incentivo y el coro se intensifica.
Cococho se mueve de un lado al otro de la tarima al ritmo del tambor. Hay levedad y ligereza en sus gestos y es como si su cuerpo estuviera hecho de la misma alquimia que producen los músicos detrás de él.
Cuando la mano de Claudio Martínez toca el tambor por última vez y se entiende que ese es el tema que da el cierre a la noche, lo que sigue es una ovación y entre aplausos y gritos se escucha nuevamente el nombre de Cococho.
“Es mi motor, la forma activa de transmitir mi alma y mi pensamiento a otras personas y es también un estilo de vida”, dice a Domingo quien también es director escénico. Así intenta resumir qué representan para él las danzas de matriz africana, el candombe, la cultura afrouruguaya, y ser intérprete de todo eso, sea en un teatro, en un taller o en una plaza.
La danza, algo orgánico
Oscar nació en Treinta y Tres pero con un año de vida su familia se mudó a Montevideo. Creció en Maroñas y desde hace dos años vive en Barrio Sur. La danza lo acompaña desde muy chico.
“Mi mamá es mãe de Santo, yo soy umbandista, nací en el culto de los orixás. Ya dentro del templo, en días festivos, los orixás bailan, y esa fue mi primera relación con la danza”, cuenta.
Así de natural también fue su vínculo con el candombe, las Llamadas, y el carnaval. “Desde chiquito yo ya estaba haciendo la procesión cultural de la manifestación negra, sea en los corsos, o a los 3 años desfilando de la mano de mi madre”, anota.
El apodo, hoy su nombre artístico y también su marca, lo encontró a los 10 años, y fue inspirado en Emilio “Cococho” Álvarez, histórico futbolista uruguayo. “Yo jugaba al fútbol, y un día metí un gol parecido a los que él hacía y desde ahí quedó”, rememora.
De adolescente entendió que la danza sería no solamente la forma como expresa una serie de cosas a través de su cuerpo, sino que también estaba el impulso y la necesidad de llevarla a otro nivel, de profesionalizarse.
“Mi profundización como bailarín se fue dando con el tiempo, porque yo ya bailaba danzas tradicionales dentro de un culto, luego vino el candombe y ahí uno se va formando. En mi caso empecé bailando en grupitos de danza afro del barrio”, cuenta.
A los 15 se encontró con Efuka Lontange, artista congolés radicado en Uruguay, coreógrafo y director del primer ballet africano de Montevideo. De Lontange aprendió mucho y es, al día de hoy, uno de los maestros al que Cococho está agradecido de por vida. También lo está con su madre Sandra Pereira, y con Chabela Ramírez y Fernando Lobo Núñez, a quienes considera sus padrinos culturales.
A los 19 se fue a Brasil, vivió en Búzios por cuatro años y cuando regresó trajo en la valija un abanico de ritmos y danzas típicas del país vecino. En ese momento, a sus 23 años, decidió pasar al otro lado y empezó él también a enseñar en talleres, clases abiertas y cursos. Empezaban ahí también las giras al exterior: ha bailado e impartido talleres en Argentina, Brasil, España, Suecia y Alemania.
Desde entonces llevó su trabajo a los principales teatros y salas de Uruguay. En 2022, por ejemplo, fue bailarín, director escénico y coreógrafo del espectáculo Obirin, Mujer Poder, presentado en la Sala Principal del Solís en el marco de las conmemoraciones del Día Internacional de las Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la diáspora negra. También fue uno de los bailarines del primer Festival de cultura Afro Uruguaya Lágrima Ríos, en el Antel Arena.
Por otro lado, trabajó como coreógrafo para películas como Togo (Netflix) y Mengele, el ángel de la Muerte (Prime), y ha sido bailarín en espectáculos de diversos artistas y agrupaciones locales como La Candombera, Trabajo de Hormiga, Chabela Ramírez y Eduardo Da Luz.
También fue y es parte de diversas comparsas, donde deja su trabajo en distintos frentes. “Por año dirijo seis o siete agrupaciones. En algunas soy coreógrafo, en otras soy bailarín, y en otras director escénico”, comenta.

Los que lo conocen o ya lo vieron arriba y abajo de los escenarios, saben que lleva casi siempre puesta una peineta en su pelo. Un símbolo que usa desde los 16 años y que, considera, ya es parte de él.
“Más allá que me mantiene mi pelo bonito (se ríe), me desenreda los lazos de la vida. La uso por una reivindicación cultural”, introduce. Y añade: “En ciertas tribus del Congo, cuando un joven se va a casar, si la bisabuela o la persona mayor de la familia está viva, le regala una peineta, para desenredar los caminos. En otras partes, la peineta es una forma de defensa personal. También un símbolo de lucha y de resistencia”.
Vivir del arte y soñar en grande
“Como director escénico y coreógrafo he entrado a ciertos lugares por la puerta de atrás. No me han dejado entrar por la puerta de adelante por mi forma de vestir. Y eso pasa por la idiosincrasia que tenemos en este país. Pero empieza mucho antes, en la escuela, donde no te hablan de los negros”, dice sobre uno de los desafíos que se encontró y se encuentra por el camino. Un camino que él trabaja para que sea sostenido por el arte. Por esto, sigue formándose y acaba de ingresar en la carrera de Tango en el Sodre. “Soy feliz dedicándome a lo que me dedico y estoy dando continuidad a mis estudios para poder darle un buen pasar a mi familia”, sostiene.

Entre las cosas que sueña para su futuro está, un día, ser ministro de Cultura. Pero, sobre todo, Cococho quiere ser recordado como una persona “que dedicó su vida a la reivindicación cultural afro en Uruguay”.
A los 35, y con todas las ganas y energías puestas en eso, todo indica que el camino que lo llevará a cumplir sus sueños se está asentando sobre bases sólidas.
Las Ruedas de Candombe empezaron en noviembre de 2024 y ya llevan diez encuentros realizados. La sede inicial fue el bar Santa Catalina, pero dado el éxito y la cantidad de gente que se asomaba, pasaron a hacerla en Plaza España cada lunes desde las 18:00 hasta las 22:30. El encuentro cuenta con músicos fijos e invitados entre los cuales ya pasaron por allí Jorge Drexler, Edú Pitufo Lombardo, Lobo Núñez, Chabela Ramírez, Nicolás Ibarburu, Julieta Rada y Facundo Balta. Y, claro, cada lunes Cococho Pereira también es parte, como showman, de esto que ya es un nuevo ritual de los veranos en Montevideo.
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