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Nómades veteranos en el viaje de sus vidas

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Debbie y Michael Campbell

HISTORIAS

¿Qué hacer tras la jubilación? Muchos se refugian en sus hogares, entre libros, afectos y pasatiempos. Los Campbell vendieron todo y salieron desde Seattle a recorrer el mundo.

Michael Campbell (73) llega al encuentro con Revista Domingo con varias hojas en las cuales hay muchos apuntes. En los últimos días, ha estado leyendo todo lo que pudo sobre Uruguay y quiere cotejar algunas de las cosas que anotó con un nativo.

Entre otras cosas, quiere ir a ver bailar tango, porque no le dio el tiempo en Buenos Aires. Pregunta, además, por José Mujica. Su esposa Debbie  Campbell (63), por su lado, acompaña sin hablar mucho, al menos por el momento. Luego, la que llevará adelante la conversación será ella. Dan la impresión de complementarse, y también de darse los espacios que cada uno necesita de tanto en tanto para seguir en el viaje en el cual se embarcaron hace seis años.

Son de Seattle. O eran. Porque ahora no tienen nada material ahí. Lo que queda en su ciudad de origen son vínculos familiares. Ella, cuando trabajaba, era una diseñadora gráfica y creativa publicitaria. Él aspiró a ser corredor de carreras de auto, y aunque llegó a competir en eso durante un tiempo, se dio cuenta que no llegaría a donde quería. Entonces, empezó a incursionar en la producción de eventos deportivos y espectáculos como, justamente, carreras de autos y exhibiciones de “rodeo” en su ciudad.

Cuando llegó el momento de jubilarse, él, que siempre había querido viajar más luego de pasar unos años en Europa de joven, la convenció a ella —eterna curiosa— de desprenderse de todo y subirse a cuanto avión pudieran para conocer todo lo largo y ancho del mundo posible.

Al principio, serían solo seis meses, para ver si les gustaba. Ya van seis años y 85 países recorridos en su itinerario, que ahora llegó a la parte latinoamericana. “Empezamos a recorrer el continente recién ahora porque es tan grande. Necesitábamos tener tiempo para poder verlo como queremos”, dice Debbie y admite que tenía ciertos prejuicios antes de llegar a América Latina. “Pensaba que la gente era amable. ¡Y lo es!”, agrega entre risas. “Nos han ayudado mucho, porque nos ven confundidos y se acercan”.

Para una pareja de jubilados, andar sola por el mundo puede ser arriesgado, pero a ellos no los han asaltado nunca. Solo una vez fueron víctima de un punguista, en Vietnam. Según Debbie, la única razón de que la gente los haya tratado bien es que, como dice otra vez entre risas, son “viejos”. Michael, un poco más serio, aporta que la gente es mejor que lo que uno piensa de antemano. “Quienes vemos muchos noticieros, podemos hacer una lista infinita de los problemas en el mundo, pero en la calle te das cuenta que no es tan así. Pero tampoco nos exponemos innecesariamente. Hace años que estamos viajando, y tenemos experiencia en esto”. Hablando la gente se entiende, parece ser el lema de Michael y Debbie asiente.

—Aún así, ¿sus hijos no se preocupan por ustedes?
—Michael: Criamos a nuestros hijos para que sean curiosos y aventureros, para que tengan confianza. Y creo que ellos, en vez de preocuparse, están orgullosos de que estemos haciendo esto.

Contagio

El matrimonio Campbell pertenece al grupo de jubilados estadounidenses que tuvo la posibilidad de ahorrar y contar con algo de capital para sus últimos años, algo que 30% de quienes se jubilan en ese país no tienen (de acuerdo a un estudio publicado en 2016 por la Universidad de Pennsylvania).

También forma parte grupo que, luego del retiro, eligen viajar. Según una investigación de la publicación MarketWatch, también de 2016, la mayoría de quienes se jubilan (37%) sigue trabajando, mientras que 14% empieza algún tipo de emprendimiento.

Ellos, en cambio, sabían que los viajes serían lo suyo. Michael vivió unos años en Inglaterra de joven, y quería volver a ver más de ese país. Además, como era fanático de la Fórmula 1 —un fenómeno que sigue siendo más europeo que estadounidense— leía sobre Mónaco, Le Mans y otros lugares donde se corrían esas carreras y soñaba con visitarlos. Y, como dice Debbie, Michael le contagió esa pasión a ella, que no era tan nómade.

Cuando llegó el momento de empezar a viajar, se sentaron a hacer números. Debbie dice que Michael es el “rey de las planillas”, y que todo lo anota, lo registra y lo calcula. “Por ejemplo, antes de llegar a Montevideo, leyó durante dos días todo lo que pudo sobre Uruguay, y me lo iba contando”.

Con el dinero que obtuvieron de la venta de su casa, autos, barco y lo que habían ahorrado, calcularon que necesitarían un piso de 90 dólares por día para hospedarse en casas a través del sistema Airbnb. A partir de esa suma, todo empieza a depender del lugar en el cual se encuentren. A veces se las arreglan con 20 dólares por día, otras veces necesitan más. Se las rebuscan para aprovechar todo lo que tenga el cartel de “Entrada libre”, comen los bocados típicos y más populares (o se cocinan en la casa donde se estén quedando) y se reconocen como “gasoleros”, que viajan muy ligeros de equipaje. “Somos frugales. No es que nos sometemos a incomodidades a propósito. Pero tampoco vamos a los paseos turísticos más caros. Caminamos mucho, también, lo que nos mantiene en forma”.

—Hace 6 años que están viajando juntos. ¿Qué han aprendido durante este  tiempo?
—Debbie: A tener paciencia. No salir corriendo hacia el aeropuerto. En general, no andar a las apuradas. He aprendido, también, que las experiencias son más valiosas que las cosas, que el tiempo es un regalo.
—Michael: Creo que aprendí a apreciar las diferencias que hay en el mundo. Y que la gente es igual, y diferente, en todas partes. Todos queremos lo mismo: un techo, amor, familia... Todos aspiramos a las mismas cosas, pero lo hacemos de maneras distintas. Ojalá esté aprendiendo a desprenderme de los prejuicios que todos tenemos, lo admitamos o no.

Con seis años de viajes sobre sus espaldas, una de las preguntas que surgen durante la charla es si no extrañan la ciudad en la que se conocieron, vivieron y formaron una familia. Tanto uno como el otro dicen adorar Seattle, pero por el momento no saben si volverán a vivir ahí o seguirán de aeropuerto en aeropuerto. Todo lo que tienen actualmente entra en dos valijas, y desde el punto de vista vivencial Debbie describe su situación y la de Michael como la de dos personas que están todo el tiempo en el aire, sin aterrizar en ningún lado. Unos nómades. Solo que ya veteranos.

Un diario de viaje en Internet

El matrimonio va documentando sus recorridos en el sitio The Senior Nomads  donde suben periódicamente sus impresiones de los lugares que visitan, pero donde también cuentan sobre percances, lecturas y donde le responden a aquellos lectores que le envían consultas sobre su itinerario. También dan consejos sobre cómo viajar mejor, qué poner en las valijas o cómo funcionan los recorridos en metro en Tokio, desde que se entra a la estación hasta cómo salir. 

Vocaciones que quedaron atrás

Como diseñadora gráfica y creativa publicitaria, Debbie dice que no extraña tanto su trabajo. “Gran parte de lo que hacía, y lo que más me gustaba, dependía de los estímulos visuales, y eso en los viajes está siempre. Así que no siento tanto la ausencia de mi trabajo”. Michael sí recuerda su oficio con cierta melancolía. Como productor de eventos para mucha gente, dice extrañar el proceso de tener una idea y llevar adelante todo el proceso hasta ver esa idea hecha realidad. “Me encantaba ver a la gente irse contenta a casa”.

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