GABRIELA VAZ
¿A quién no sedujo alguna vez la idea de disfrazarse? Volver tangible la posibilidad de ser otro, armado con una máscara, para desinhibirse y hacer y decir cosas que de otra manera difícilmente tendrían lugar. Para ello, nada como el Carnaval que mañana comienza en el Teatro de Verano: un emporio uruguayo del disfraz, donde decenas de hombres y mujeres suben a escenarios portando trajes y caretas especialmente diseñadas para la gran fiesta de Momo.
Maquilladores y vestuaristas son piezas fundamentales en la celebración popular más larga del mundo; en ellos recae la responsabilidad de acompañar estéticamente la propuesta conceptual de cada conjunto y dar así más énfasis a los discursos. Ellos son los encargados de crear la magia de ser otro.
TELAS Y DISCURSOS. El vestuario es una de las mayores preocupaciones a la hora de sacar un conjunto de carnaval, no sólo por su importancia estética, sino porque es el rubro en que se invierte más dinero. Pero además, es una suerte de "carta de presentación", porque resulta la primera impresión que tiene el público y, por eso mismo, predispone para recibir el show.
Pero las tendencias y características de los trajes han cambiado a lo largo de los años. Hugo Millán -uno de los vestuaristas más reconocidos del país- ingresó profesionalmente al mundo de Momo en 1994, cuando comenzó a trabajar con Curtidores de Hongos. "Cuando entré ellos estaban en una etapa muy fermental, de cambios en la propuesta conceptual y eran muy receptivos a lo novedoso. Fue una de las murgas que modificó códigos que, a mi entender, son de los 80, con una estética muy foránea, muy de la lentejuela y el brillo". El diseñador de Curtidores, Agarrate Catalina y La Margarita para el 2007, confiesa que cuando era chico "a las murgas no les entendía nada", pero que el carnaval cambió y eso se refleja en la vestimenta.
De hecho, hoy en día es indispensable que la estética del conjunto tenga coherencia con los textos, y esa es incluso una condición del reglamento. "El vestuario es un actor más en el escenario: comunica de acuerdo a una propuesta. No podés hablar de ecología y salir vestido de mosquetero. La gente puede no tener conocimiento de semiótica, pero asocia. Los espectáculos ahora son más exigentes en todo porque el público ha abierto mucho su espectro", asegura.
Una característica de los trajes es el volumen, algo que en los `80 se conseguía con las clásicas hombreras. Para Millán, la dinámica es similar a la del teatro griego, en donde se usaban máscaras de gran tamaño y coturnos. "Buscaban que a la distancia el espectador visualizara mejor. El Teatro de Verano tiene la forma de un par griego. Lo que se busca, a través de los sombreros, por ejemplo, es agrandar la imagen, ensanchar por un tema de presencia. Esos códigos no pueden faltar. No lo podés manejar en forma minimalista; el volumen tiene que existir. Si hacés un trabajo de detalle, puede ser precioso para ver de cerca, pero cuando estás a 300 metros cambia la función".
Si bien existen códigos implantados imposibles de ignorar, el concurso admite creatividad e ingenio.
La maquilladora y vestuarista Mariela Gotuzzo -quien hoy trabaja con Curtidores de Hongos, Momolandia y La Gran Siete- explica que sus diseños se han caracterizado por ir "al revés" de la estética clásica de Carnaval. A tal punto, que en 2003 presentó a La Gran Siete sólo con cuerpos pintados, sin trajes. "Fue una secuencia que empezaba con los cuerpos y luego iba sumando elementos, como un bombachudo y un chaleco que a su vez eran parte de un sobretodo que habíamos usado en 2001. Estaba trabajado con bolsas de leche, condones, botellas cortadas y pintadas, tubuladuras de hospital; tenía todo un discurso paralelo al de la murga".
Al igual que Millán, la experta opina que vestuario y el maquillaje son mucho más que un soporte estético, ya que sirven para decir cosas, al tiempo que apunta que ambos rubros siempre deben ir de la mano. "En el `99 dejé de usar sombreros y trabajé pintando el pelo, considerando que el maquillaje era una continuación del vestuario, y el pelo una continuación del maquillaje. Entonces era algo diferente y novedoso. Hoy tienen la misma relevancia y el maquillaje está al servicio del traje. Puede ser despampanante, pero si no tiene relación con el vestuario, así como si no existe correlato con las letras, no tiene sentido", afirma.
CARAS PINTADAS. Pero los diseños en los rostros de los carnavaleros jugaban otro papel décadas atrás, cuando no sólo era diferente la concepción de esos rubros, sino también los materiales que se utilizaban. Tal como cuenta el conocido carnavalero José Dorta -maquillador de Diablos Verdes, La Bohemia y El Gran Tuleque, y quien se inició a los 17 años con Saltimbanquis- en sus comienzos el trabajo era más difícil, ya que se utilizaba pintura hecha con vaselina sólida y tierra de colores. "Todo se mezclaba y cuando querías acordar se había hecho un barro en la cara", recuerda.
Por aquel entonces a los maquilladores se los llamaba "pintores de murga", porque en su mayoría era gente que trabajaba pintando frentes de comercios o interiores de bares, y trasladaba esa labor a las caras. "Hasta fines de los 50 se usaba un corcho quemado, con el cual se grababan estrellas, lunas o bichitos en la cara del murguista. Después, con los pintores, se dibujaban frutas en la cara, como un racimo de uvas o una tajada de sandía. También hacíamos paisajes, arboledas con pajaritos. Pero nada tenía que ver con el traje. Podías estar vestido de chino y tenías una manzana en una mejilla y una isla en la otra", relata Dorta, explicando la diferencia con las tendencias actuales.
Además, cada murguista tenía su "sello personal" y todos los años se pintaba igual. "Al Tito Pastrana tenía que hacerle siempre una rosa en cada mejilla. Pepino se dibujaba todos los años una araña en la nariz y algunos claveles en las mejillas. Mi sello era una suerte de pétalos alrededor de los ojos. Le llamábamos nuestra pintura de guerra".
El cambio llegó en los `80, cuando profesionales como Rosario Viñoly dieron un vuelco al maquillaje de carnaval. Como indica Dorta, allí fue que algunos quedaron por el camino y el resto tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos: "si estás vestido de chino, te tengo que hacer un chino en la cara".
A este giro en la concepción se sumaron materiales nuevos, más modernos y sobre todo, más secos. "No existe más aquello de `¿me pinta señor?`, que era lindo pero también riesgoso por un tema de salud. Muchas veces un murguista bajaba del escenario con el rostro transpirado y se acercaba gente con bebés a pedirle que lo pintara, frotando cara contra cara".
Paula Gómez, quien con 24 años maquilla a los integrantes de Agarrate Catalina desde que estaban en Murga Joven, ingresó a ese mundo con un panorama bien distinto. "Siempre diseño basándome en el tema del espectáculo y en los colores y líneas que tenga el vestuario, y después se lo muestro a Hugo Millán y a Yamandú (Cardozo). Generalmente sigo el color del vestuario y continúo las líneas de la prenda, sacando ideas de la ropa. Me gusta remarcar los rasgos del rostro, porque el murguista es muy expresivo. Este año el tema de la murga es `el ser humano` y entonces no puedo ir más allá de eso".
La relevancia que adquirió la propuesta estética de los conjuntos la vuelve muy presente en el armado de los espectáculos, y los directores están pendientes de ello. José María "Catusa" Silva, director de Araca La Cana y quien carga con décadas de carnaval, asume los cambios. "Antes elegíamos un vestuario cualquiera y nos arreglábamos. Ahora va ligado a la propuesta de la murga. En otras épocas se hacía en forma independiente cuplé, saludo y despedida, y hoy se realiza un unitario que tiene comienzo y final".
Tanto el trabajo de maquillaje como de vestuario lleva semanas, cuando no meses, para desarrollarse. ¿Cuándo es entonces que estos hacedores de magia disfrutan su obra plenamente? Para Millán, la respuesta es fácil: "así tenga platea, no lo cambio por el corredor del Teatro de Verano. Es impagable estar ahí, en el medio, apoyado en el murito para ver cómo se abre el telón. Me encanta escuchar lo que dice la gente alrededor. Es mi mayor satisfacción, me emociona. También es el afloje, si bien sufrís un `efecto posparto`, como en el teatro, que después de estrenar te viene un vacío. Aparte, ves como otro se apropia de aquello que era tuyo. ¡Y verlo en esos chimpancés! Si querés saber si una tela resiste, dásela a un murguista", se ríe.
Rubros que pesan en el resultado final
Vestuario, maquillaje y escenografía es el sexto rubro a calificar en todos los conjuntos, de acuerdo al Reglamento del Concurso Oficial de Carnaval 2007. Allí se indica que se considerará la coherencia con la temática que se desarrolla. Dice además que "se priorizará la creatividad y el ingenio", que se tomará en cuenta la prolijidad y calidad de confección en la ropa y, en lo que refiere al maquillaje, en la categoría murgas se prestará especial atención al colorido, combinación con el vestuario y creación de personajes. El estilista Heber Vera, de amplia trayectoria nacional e internacional, será el miembro del jurado encargado de entender en la materia. El Concurso Oficial comenzará mañana en el renovado Teatro de Verano con las actuaciones de Mi Morena, Los Choby´s y el regreso de Asaltantes con Patente. Los abonos para asistir a las dos ruedas cuestan 2.700 pesos, y los completos -que incluyen la Liguilla- 3.200. Las entradas para cada día tendrán un costo de 75 y 150 pesos. Para más información, comunicarse con Daecpu: 200 5133 - 208 0289.
Las cifras
46 Es la cantidad de agrupaciones que participarán en el concurso oficial de carnaval que comienza mañana.
11 Es la cantidad de tablados populares distribuidos en Montevideo que tendrán entradas a 25 pesos.
7 Son los escenarios privados que tendrán carnaval, según se informó desde la Intendencia capitalina.
Teatro a contrarreloj
"A la uruguaya" se ajustan los últimos detalles del Carnaval. Al menos, así explican los involucrados el trabajo a contrarreloj que vienen realizando por estos días, a horas de comenzar el concurso oficial.
Para varios diseñadores de vestuario la labor carnavalera asoma ya por septiembre, cuando comienzan las reuniones para definir el concepto que trabajará el conjunto. Pero claro, siempre quedan detalles -y no tanto- de "último momento". Tal como explica Hugo Millán, aunque se puede adelantar trabajo, tener todo pronto antes es difícil. "Igual siempre llegamos. Un año me vinieron a buscar un 3 de enero y llegamos, ¡pero el desfile no era el 25! Hoy tenés un filo delante que angustia".
El vestuarista señala que a veces hay tiempo de realizar retoques ya entrado febrero. "Antes de la actuación en el Teatro ves al conjunto en el tablado y si algo no funciona lo podés cambiar. Sucede raramente, pero ahí te das cuenta de que tal de cosa no se ve o tal detalle hay que resaltarlo".
En maquillaje, en tanto, el tiempo es más tirano el día del Teatro, y el trabajo comienza al mediodía o incluso a la mañana. "Empezamos temprano porque sino es imposible llegar, pero aguanta bárbaro", explica Paula Gómez.
Eso sí, para los tablados, los encargados de mojar la esponja son los propios murguistas.
Ingenio de bajo costo
La idoneidad de los diseñadores de vestuario también es importante a la hora de abaratar costos y, muchas veces, los números que manejan los conjuntos menos pudientes ponen a prueba su ingenio y creatividad.
Mariela Gotuzzo -quien ha trabajado con casi todas las categorías- cuenta que desde que comenzó a encargarse de trajes carnavaleros ha debido adaptarse y manejarse con presupuestos acotados. "Con La Gran Siete siempre realizamos diseños creativos y de bajo costo. Es un tema complicado, más aún en murgas cooperativas, con pocos sponsors y que no han tenido primeros premios".
Vestir un conjunto puede costar miles de dólares, tanto por las telas como por la realización. "El año pasado estuvimos nominados para una mención y el vestuario estaba hecho con restos de ropa que fui comprando en la feria. Eso tiene un costo en cuanto a trabajo y exigencia", dice Gotuzzo.
Para Hugo Millán, en tanto, si bien el dinero condiciona, la labor es igual. "Adecuar el presupuesto y sacar lo mejor sin tirar manteca al techo es parte del trabajo y una responsabilidad".