NOMBRES
La actriz española se hizo popular como Babi en A tres metros sobre el cielo. Este año volvió al romance de ficción como Maca, en Netflix.
Maca es diminuta —o así lo parece entre las calles colosales de Madrid—. Camina y tropieza con sus propios pies. No cae porque la sostienen sus dos mejores amigas y, dice —lo declara— que ella está a punto de dejar de ser una “pringada”, tonta, torpe y que pasará a ser una chica “guay”, cool, con onda. Es, así —con sus mom jeans doblados por el tobillo y combinados con sus Converse oscuros, con su chaqueta de cuero negra sobre una remera roja de cuello inglés blanco, sus labios también rojos y su melena castaña ondeando corta sobre sus hombros— la típica protagonista de novela romántica con la que empatizarán aquellas que no se sienten, paradójicamente, protagonistas. Así, con Maca tropezando en Fuimos Canciones de la escritora Elizabeth Benavent llevada a Netflix, María Valverde volvió a las rom-com mainstream con las que el público internacional la conoció.
“Ella es una mujer valiente que toma decisiones de mierda muchas veces, que las acepta y se quiere reponer constantemente. Pero al final el camino va solo y ella se va dando cuenta de que tal vez no tiene que cambiar ciertas cosas, sino que el secreto está en ella”, dijo la actriz a EFE sobre su personaje, cuando la película se estrenó en San Sebastián.
Las similitudes entre María y Maca casi no existen. Una vive en Los Ángeles, la otra en Madrid. Una tiene 34 años y está casada, la otra 28 y acaba de darse de frente con su ex. Una está segura que la actuación es lo suyo para toda la vida, la otra no sabe qué quiere hacer con su futuro. Pero, dice María, ser Maca fue sumamente divertido. En una entrevista con El País de Madrid contó que para su escena favorita, una en la que charla en un bar con sus mejores amigas de la ficción, tuvo que comer 30 churros hasta que la toma saliera bien. “Eso sí, sin gluten, porque soy celíaca”. Y se ríe con la pasividad de su voz tenue. Ah, sí. La otra diferencia entre ambas es que Maca explota, mientras María se muestra siempre apaciguada, suave, tranquila.
El amor romántico
Hace aproximadamente 12 años buena parte del público de occidente conoció a María. Por entonces era Babi, una adolescente “de buena cuna” que se enamoraba de un chico “de barrio” (Hache, lo interpretaba Mario Casas). Babi era una “niña bien” y se rebelaba. María, que tenía en realidad unos 22 o 23 años, era ya una actriz con cierta carrera hecha.
La flaqueza del bolchevique (2003) fue su primera película. Tenía 16 años y fue, también, el único papel que hasta ahora le dio un Goya. “Mi vida ha dado un giro de 180°. Aunque camino siempre por la misma calle. Mi mente sigue igual”, decía María en una entrevista con El Mundo en 2005. Allí su personaje se llamaba María y las similitudes estaban, además del nombre, en las pocas palabras. “Aunque yo soy más lanzada. Y no me callo una. Pero eso sí, siempre con pocas palabras”.
Luego vinieron una veintena de títulos. Algunos más y otros menos aclamados por el público mainstream. Sus personajes los ha elegido pensando en las cosas que como espectadora le gustaría ver. Unas más “de buena crítica”, otras de cine o sofá y “palomitas”, “cosas atrevidas, arriesgadas, valientes, sinceras...” Así, ha actuado en películas de España, pasando por Italia, Londres y Estados Unidos, donde vive desde hace unos años con su esposo Gustavo Dudamel (ver recuadro).
Un buen equipo con Dudamel
María Valverde se casó en 2017 con Gustavo Dudamel, un director de orquestas venezolano con quien vive en Los Ángeles. Juntos han desarrollado algunos proyectos, como Youth Orchestra of Los Ángeles (YOLA), en el que acercan la música clásica a jóvenes de zonas marginales de California.
Durante la pandemia, desde su casa en Los Ángeles, María produjo un programa online, En casa con Gustavo, en el que su esposo emitía música clásica y charlaban juntos sobre ese mundo que la ha maravillado. “A mí, Gustavo me ha abierto las puertas a la belleza. Y se lo digo a él. Al principio, me sentía intimidada por ese mundo de la música clásica que para mí era totalmente desconocido. Me encanta porque siempre he estado hambrienta de conocimiento. Y ahora lo tengo en casa. Es perfecto”, dijo ella a xlsemanal.
María, que nació en el distrito madrileño de Carabanchel, un día se fue a Londres buscando encontrarse con la mujer que quería ser. Dice que la encontró. Que era una independiente pero en continua crisis de los 30. También tuvo que irse para superar la ruptura amorosa con Mario Casas (el coprotagonista de A tres metros sobre el cielo), un vínculo que había generado, a su gusto, demasiada exposición.
El talento, el haberse convertido en una especie de “ícono” para una generación de adolescentes que ahora también rondan los 30 y la belleza —dice su maquilladora que le recuerda a las esculturas clásicas— la han posicionado como una especie de influencer. “Especie de” porque a pesar del millón de seguidores en Instagram y del interés constante de la prensa rosa sobre su vida, María muestra un perfil bastante calmado en las redes sociales. Las últimas fotos —en París con amigos— tienen casi un mes de distancia con las anteriores: en una, el sol de invierno norteño le pega en la cara mientras abraza a un caniche en su falda. En otra, un sol más tenue, de día casi nublado, moja el paisaje de dorado mientras ella mira un arco iris en el horizonte.
El uso que María hace de las redes sociales es una mezcla entre doméstico y escaparate para promover sus trabajos como actriz. Entonces, los demás esperan su influencia pero ella elige, quizá, dejarse llevar y dedicarse a lo suyo. A la actuación, por sobre todas las cosas. Aunque alguna vez, de niña, dijo en su casa que quería ser astronauta. Y, otra vez, de adulta, en 2016, reflexionó con xlsemanal sobre lo extraña que es la actuación, sobre todo para las mujeres. “A menudo deciden por ti. Llevo 15 años trabajando, pero nunca sé cuánto más va a durar. Es una profesión cruel en ese sentido. Sobre todo para las mujeres. A cierta edad hay un vacío”.
Aunque de sus propias decisiones está hecha su carrera. Así fue con La flaqueza del bolchevique y, sobre todo, con Melissa P, un personaje adolescente cargado de sexualidad y por el que, contó a xlsemanal, muchos se pelearon con ella. Si la premiada actriz mira atrás y le habla a la adolescente que fue, le dice: “La recuerdo con mucho cariño. No tenía miedo a nada. Creo que conservo esa valentía y me niego a perderla”.