Elena Peel no lo sabía cuando, de niña, se deslizaba sobre un cartón por las pendientes de la plaza Virgilio. Lo descubrió muchos años después: esas rocas donde jugaba, donde hoy los pescadores lanzan sus líneas y donde tantos montevideanos se detienen a contemplar el atardecer tienen aproximadamente la mitad de la edad de la Tierra.
“Las rocas sobre las que caminamos registran la formación original de la corteza continental del planeta”, explica la geóloga a Domingo. Es decir, la plaza Virgilio y la punta rocosa de Punta Gorda son testimonio de una historia de unos 2.100 millones de años sin alteraciones naturales.
Este rincón de Montevideo —de un valor geológico que Peel describe como “espectacular”— es uno de los cuatro lugares que podrán visitarse con guías expertos en la primera edición del Geolodía, el próximo 10 de mayo.
Este 10 de mayo se celebrará por primera vez en Uruguay el Geolodía, una iniciativa de divulgación científica que invita al público general a participar en excursiones geológicas guiadas por especialistas. La propuesta, gratuita y abierta a todas las edades, busca acercar la sociedad al conocimiento del planeta mediante salidas de campo en entornos de gran interés geológico. Originado en España, el Geolodía se realiza cada año durante el primer o segundo fin de semana de mayo.
La actividad combina caminatas y observación del paisaje con explicaciones sencillas —pero rigurosas— que permiten a los participantes ver el terreno con “ojos geológicos”: entender cómo funciona la Tierra, cómo se formaron sus rocas y paisajes, y por qué es importante proteger ese patrimonio natural.
En esta edición inaugural, habrá recorridos en Canelones, San José, Maldonado y Montevideo.
En Canelones, la actividad será en la zona costera de Villa Argentina y Atlántida, con una caminata interpretativa que explorará la dinámica costera y la interacción entre la geología y el mar.
En San José, el Geolodía llega a las barrancas de Kiyú-Ordeig, donde los fósiles y las formaciones sedimentarias cuentan historias de tiempos remotos. El recorrido incluirá paradas para hablar sobre la erosión, el hallazgo de un roedor extinto y el valor del geopatrimonio. En Maldonado, el escenario será Punta Ballena, uno de los acantilados más impresionantes del país. Allí, los participantes podrán observar milonitas, rocas formadas a gran profundidad bajo condiciones extremas de presión y temperatura. Deformadas como si fueran plastilina por la actividad tectónica, estas rocas revelan procesos geológicos invisibles al ojo cotidiano. Finalmente, en Montevideo, la cita será en la Plaza Virgilio, en la rambla de Punta Gorda. Las rocas milenarias de esta zona costera permiten viajar en el tiempo hasta hace más de 2.000 millones de años, cuando se formó el basamento cristalino del país. Con sus colores y texturas variadas, muestran señales de antiguas colisiones continentales e intrusiones de magma que moldearon el subsuelo uruguayo.
La aspiración para los próximos años es que se sumen más geositios de todo el país. Para inscribirse, se puede ingresar a: www.sociedadgeologiauy.org.
El subsuelo más antiguo.
La ciudad exhibe varias puntas rocosas a lo largo de la costa. Sus colores, composiciones y formas varían, y en ellas afloran las deformaciones tectónicas que, entre hace 2.150 y 1.900 millones de años, acompañaron la orogenia Transamazónica, un antiguo episodio de formación de montañas.
Las rocas del Cerro, Parque Rodó, Punta Carretas y Punta Gorda son la cara visible de aquellas formidables fuerzas geológicas: constituyen parte del basamento cristalino de Uruguay, la porción más antigua y resistente del subsuelo sobre la que luego se depositaron capas más jóvenes. Y son, además, fragmentos de la corteza continental primigenia, la primera que dio forma a los continentes.
“Hace 2.000 millones de años solo había corteza oceánica que, al chocar, produjo las rocas que hoy pisamos”, cuenta.
Pero estas rocas no están solas: forman parte de una estructura mucho mayor. Se trata del Cratón del Río de la Plata, un bloque antiguo de corteza continental que se extiende por el sur de Uruguay, el este de Argentina, el sur de Brasil e incluso llega hasta Paraguay. Aunque no siempre están expuestas en superficie, todas “pasaron por una historia común”, apunta la geóloga. Aunque parezca imposible, lograron atravesar intactas todos esos millones de años. Intactas en términos geológicos, claro, porque parte de ese material, deseado por su gran resistencia y durabilidad, fue extraído para obras, como la construcción de la rambla de Montevideo, o incluso exportado a Argentina.
La explicación está en un proceso geológico profundo llamado subducción, donde una placa de corteza oceánica se desliza por debajo de otra. Ese choque —muchísimo antes de que existiera América del Sur como la conocemos— generó el magma y los minerales que, con el tiempo, se solidificaron para convertirse en las rocas que hoy forman el suelo. No solo aquí, en plaza Virgilio, sino también en otros puntos de Montevideo, San José, Colonia, Florida y Flores.
En otras palabras, caminar por Punta Gorda es caminar sobre los restos visibles de la formación original de un continente.

Cómo reconocerlas.
Para identificarlas, basta buscarlas en el lugar. Las rocas que predominan en ese murallón en la base de la plaza se llaman “ortoneises” y tienen una edad asombrosa: 2.165 millones de años. Se distinguen fácilmente por sus bandas claras y oscuras, que se alternan como si alguien hubiera salpicado pintura.
Originalmente fueron rocas ígneas: el magma se enfrío y se solidificó, en este caso, formando granito. Con el tiempo, la presión y el calor dentro de la corteza terrestre las transformaron en lo que vemos hoy. Más de cerca podrá apreciar que estos ortoneises están atravesados por una red de “diques”: otras rocas, como venas de cuarzo, que se incrustaron después, cuando volvió a haberactividad magmática en la zona. Imagínese que, por entonces, el paisaje distaba mucho de tener la modorra dominguera que muestra en la actualidad.
Si desde aquí camina hacia el agua, va a encontrarse con unas rocas negras. Se llaman anfibolitas y son restos del antiguo fondo oceánico. Estas rocas se formaron a partir de una mezcla de materiales: capas volcánicas y sedimentos que, con el paso del tiempo y bajo enormes presiones y temperaturas, se transformaron en lo que vemos hoy. Su color oscuro se debe a un mineral llamado hornblenda, que les da ese aspecto compacto y negro tan característico.
También cerca del agua hay otra parada interesante en este viaje geológico por Punta Gorda. Entre los ortoneises y las anfibolitas aparecen otras rocas que cortan a las anteriores en forma de diques: se llaman lamprófidos. Estas rocas se formaron a partir de magmas muy ricos en minerales oscuros y se reconocen fácilmente porque tienen algunos cristales grandes y brillantes. Las de este lugar, en particular, están compuestas sobre todo por mica negra. Y son mucho más jóvenes que las anteriores: tienen “apenas” unos 1.420 millones de años.
Quizás no lo sabía hasta ahora, pero cada vez que se sienta en la plaza Virgilio —o en sus alrededores— lo hace sobre los cimientos de un continente. Porque bajo sus pies, esas rocas silenciosas son una cápsula del tiempo: guardan historias de fuego, choques de placas y miles de millones de años. ¿Quién diría que Montevideo guarda historias de magma y océanos primitivos en cada paso?

En la imagen se observan rocas negras atravesadas por numerosas venas blanquecinas. Se trata de anfibolitas, un tipo de roca que forma cuerpos tabulares y está compuesta principalmente por hornblenda, un mineral oscuro, además de cuarzo. Muestran señales de haber sido afectadas por procesos de deformación tectónica.

En la punta rocosa se pueden ver diques de lamprófidos, un tipo poco común de roca volcánica que se forma a partir de magmas muy ricos en minerales oscuros. En la foto aparece un afloramiento de lamprófido (de color gris oscuro) con pequeñas cavidades llamadas vacuolas, que indican que el magma se enfrió y solidificó cerca de la superficie.