Imposible que no te hayas topado con la voz de Marcela González si vivís en Uruguay o lo hiciste en algún período posterior a 1989 -las chances de haberla escuchado aumentan si superaste la barrera de los 30 años-. Es probable que te haya despertado su voz si eras de los que usaba el servicio despertador de Antel para salir de la cama, o si alguna vez digitaste el 16 para saber en qué hora vivías -en tiempos lejanos donde no había celular- o que te haya anunciado que le erraste a una tecla al decirte: ‘El número que usted seleccionó no es correcto’.
Resulta que esta señora de 57 años marcó a varias generaciones que crecieron escuchando ‘la señal indicará las X horas, X minutos, X segundos’, un mensaje que devino en un clásico en un santiamén. Marcela González lleva 33 años en esas vueltas gracias a haber sido designada, casi por accidente, como la voz de Antel, y poco después con casting mediante, como la voz de la Hora Oficial.
En una época, que suena a prehistoria para los centennials, donde el teléfono de línea era el artefacto por excelencia para comunicarse, la voz de Marcela se ganó un lugar y fue súper famosa. Ella, que varias veces llamó al 16 porque no usaba reloj, dice a Domingo: “En la época de auge del teléfono de línea te topabas conmigo quisieras o no”. Y reconoce: “También me podía pasar que yo misma me insultara y dijera ‘¿cómo me voy a equivocar si sé lo que digité?’”
La locución nunca fue su principal medio de vida, pero sí un ingreso extra interesante. Los caminos de la vida la condujeron a la actuación y su presente laboral está ahí. Cuenta que el teatro apareció cuando tenía 30 años, después de un divorcio. Estudió en la escuela de Agadu y fue una excelente catarsis.
Desde 2005 trabaja como asistente de dirección en Teatro en el Aula, un programa de la Intendencia de Montevideo que arrima obras de teatro a liceos, cárceles y centros de jóvenes. Este año retomó la actuación y participó de tres obras del programa.
Rewind
Retrocedamos medio siglo para descubrir donde empezó todo. Marcela era una niña súper histriónica: armaba discursos que repetía ante públicos imaginarios o frente a sus parientes en los cumpleaños. Su mamá era cantante lírica, así que la música era asunto de todos los días en casa. “Lo primero que hizo mi mamá cuando tuve 14 años fue mandarme a aprender canto lírico con la misma profesora que había ido ella”, repasa.
Su intención era inscribirse en Bellas Artes o en la Facultad de Arquitectura al terminar el bachillerato pero la muerte de su mamá mientras cursaba quinto de liceo alteró sus planes: “Se me desplomó todo y la vida me llevó por otros lados. Empecé a trabajar a los 18 años como secretaria en La Batuta, un estudio de audio, y ahí empecé a estudiar foniatría con Berto Fontana y locución”, relata.
Poco a poco se metió en el universo de la locución y lo ejerció en paralelo al rol de secretaria que tuvo durante dos décadas. Y aunque nunca soñó con ser locutora, el mundo del audio no le era ajeno: “Mi padrino estaba en el teatro y los radioteatros y mi padre era sonidista de Canal 4”, afirma.
La primera locución la hizo a los 19 años para Puggi, un negocio de carteras y accesorios para dama. Llegó por casting y esa vez también cantó el jingle. A los 26 años puso su imagen y voz en una memorable publicidad para una marca de arroz: Marcela era la que cantaba ‘con Blue Patna todo me va bien’. Imposible olvidarla.
La señal indicará
Marcela recuerda la novelería que sintió cuando apareció el primer teléfono de línea en su casa. “Vivía llamando al 6, que era el número de la hora en ese momento, y escuchaba a Perla. Discar y que apareciera alguien diciéndote la hora me parecía fascinante”, comenta quien aún recuerda la voz nasal y de señora mayor de su antecesora.
Tenía 21 años cuando se convirtió en la voz oficial de Antel de manera fortuita. Había hecho unas locuciones para una agencia que trabajaba con la compañía estatal de comunicaciones y como precisaban alguien que grabara de apuro algunos mensajes -‘el número que usted seleccionó no es correcto’, entre otros- la convocaron. Dos años después, cambiaba el sistema de la Hora Oficial, se convocó un casting para volver a grabarla, la pidieron que se presentara y la seleccionaron.
“Era la locutora más joven, tenía 23 años, y pensé ‘con esas grosas ni compito’, pero por alguna razón quedé elegida. Era un cambio radical porque Perla era bastante más grande y venía esta voz más juvenil y fresca”, cuenta. Y confiesa que no imaginó la repercusión que tuvo: la buscaban de radios, revistas, diarios para entrevistarla. “La primera vez que me llamaron dije que no, porque me parecía que era una locución más, no entendía la dimensión”, asegura.
De poco se fue acostumbrando, pero aún hoy, 33 años después, le cuesta comprender que se genere tanto alboroto cuando alguien se entera que es la voz de Antel. Y aunque ella evita desparramar el dato, a veces sale a la luz: “Jamás lo digo pero si estoy en un grupo y alguien descubre quedan de cara y se lo dicen al resto”, cuenta la que por años escuchó el chiste ‘¿me das la hora, Marce? Y hasta el día de hoy, sus amigas le piden que grabe para algún conocido un mensaje personalizado que inicie con el siempre vigente ‘la señal indicará’.
Marcela recuerda que el primer día de grabación de la Hora Oficial, a fines de 1989, fue eterno y que la dirigió alguien de Antel. El sistema de cinta usado en ese entonces requería extrema precisión en cada oración y eso insumía tiempo. “Se demoró porque había que tener mucho cuidado en cuanto a los segundos que debía durar cada oración. Ese registro se mandó a compaginar a Alemania”, repasa. Eso no sucedió cuando volvió a grabar en el 2000: “La segunda vez, con el sistema digital, fue mucho más rápido. El armado, incluso, lo hizo un técnico del estudio La Batuta en Uruguay”, dice.
Respecto al pago, recuerda que no existía un arancel que pudiera fijarse por tratarse de un contrato único. “Lo que hice fue tomar el valor más alto (como que te dijera un video para televisión por nueve meses) y puse un poco más (porque los aranceles son lo mínimo que el locutor puede cobrar) y a un año de vencimiento, pero resultó y resulta irrisorio”, detalla. Llegó a un acuerdo y una vez al año recibe un dinero por la locución de la hora y el despertador, que se ajustan por IPC. “No es algo con lo que me paro, es un sueldo, pero lo tomo como una bendición porque me cae del cielo”, se sincera.