GABRIELA VAZ
Cuando se piensa en una referencia literaria del ciclo Gran Hermano, la instantánea es 1984, donde se halla el origen del concepto "big brother", aunque poco tenga que ver el show televisivo con aquel régimen despiadado y totalitario que imaginó George Orwell al escribir esa obra, en 1949. Sin embargo, para encontrar un texto alusivo a la edición actual del reality argentino, que aquí emite Canal 4, el parámetro más acertado podría aparecer en las estanterías de una biblioteca de ciencia política; si Nicolás Maquiavelo se levantara de su tumba, apreciaría que una suerte de discípulo seguidor de El príncipe -el tratado que el filósofo italiano creó en 1513- está en la casa. Y que su doctrina es reverenciada por miles.
Estimado lector, si en los últimos tres meses usted no vio ni leyó ni escuchó, al menos una vez, el apócope "Cris U.", sépase, además de muy distraído, outsider de mucho más que un programa de tevé.
Cristian Urrizaga, de 30 años, es uno de los 22 participantes que ingresaron a la casa de Gran Hermano 2011 en diciembre pasado. Hoy, más que un miembro del reality, el chico es un fenómeno social para el que muchos buscan, denodadamente, una explicación. Su perfil de antihéroe superlativo lo requiere.
Oriundo del barrio porteño de Barracas, de oficio paseador de perros, calculador, manipulador, estratega al mango, Urrizaga declara sin pudor su interés en ganar y quedarse con el dinero del premio mayor. Ex ludópata, conoce de juegos y de extremos, de recompensas y de pérdidas. Su leit motiv bien podría ser el todo vale; habla de "psicopatear" a sus compañeros para "desestabilizarlos psicológicamente", de no hacer amigos dentro de un show de tevé, de separar emociones y estrategias. "Yo soy jugador y vine a eso", repite cual mantra.
La novedad es que este cúmulo de características generó un nivel de adhesión y complicidad por parte del público prácticamente inéditos. Le han escrito su propia canción, tiene club de fans, su nombre genera 14 millones de entradas en Google (asociado a Gran Hermano, provoca 1.600.000 resultados, cifra que crece a ritmo diario), es tapa de revistas y monotema de debates mediáticos, y cuando decidió irse por voluntad propia del juego -porque sus compañeros le habían hecho un vacío, pues es el "villano" de la casa-, la producción decidió hacerlo ingresar de nuevo -es decir, se suplantó a sí mismo, en una ecuación absurda y sin precedentes en las ediciones anteriores- debido a la reacción de los espectadores: el 75% de 650.000 votos vía sms pidió que vuelva al programa y las redes sociales se volvieron una olla a presión. Su accionar, el pensar con prisa y sin pausas en maniobras, obligó al programa a introducir nuevas herramientas y convirtió a las historias de vida de todos los participantes (que en otras ediciones eran el ingrediente "fuerte" o más atractivo del reality) en un elemento completamente marginal. Además, consiguió lo inaudito logrando que el público elimine de la casa al participante que él, expresamente, señala cada semana, siempre con proporciones que rondan el 70%. Sus deseos son órdenes.
La rotación mediática que tiene su imagen es tal que hasta el jefe de gabinete argentino, Aníbal Fernández, se interesó en averiguar quién es. Sagaz y bromista, Jorge Rial, conductor del programa, le contestó vía Twitter: "Es un participante de Gran Hermano que ya tienen que llevar de vice de Cristina y ganan en primera vuelta!!".
¿Qué encuentra la teleaudiencia en este jugador para respaldarlo con tanta efusividad? ¿Se puede leer esto como un síntoma de algo más global; el reflejo de un fenómeno que sucede en otras dimensiones de lo social? ¿Por qué últimamente el antihéroe o villano es el que despierta más simpatías?
El fin justifica los medios. A pesar del cariz negativo adjunto al término "maquiavélico" -que no es otra cosa que un sinónimo de astucia mezclada con cierta perfidia- el legado del pensador italiano infiere un gran conocimiento de la psique humana, bastante sentido común y quizás un exceso de pragmatismo. En su tratado teoriza sobre como obtener, mantener y fortalecer un gobierno; la moral queda supeditada a esos objetivos.
Si se traspola al universo Gran Hermano, con todas sus salvedades, Cristian U. resulta un aprendiz ideal. Y por otro lado, es poseedor del encantador carisma que todo villano que se precie debe tener. ¿Por qué esa atracción irresistible? "Por la misma razón que hoy en las series de televisión, en el cine, las novelas, la ficción en general, son los que viven en la frontera entre el héroe y el villano, los personajes imperfectos, los que acaparan la atención y admiración de todas las audiencias, en particular los nativos digitales y los televidentes de la era post Lost. ¿Acaso los televidentes no aman a Dexter, un asesino serial?", contesta para Domingo el sociólogo argentino Luis García Fanlo, investigador del Área de Estudios Culturales del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (UBA). "Es un síntoma de posmodernidad, caen los estereotipos del bien y del mal, se cuestionan las éticas y estéticas tradicionales, y se desconfía de todo aquello que se muestre como políticamente correcto. Es ahí donde encaja perfectamente el personaje elaborado por Cristian U. para representar dentro de Gran Hermano. El resto de los participantes habla de moral y sentimientos, dice que no le importa el premio y eso no es creíble. Es creíble, en cambio, Cristian U.".
De este lado del charco, el psicoanalista Jorge Bafico le da la razón. "No parece casual que en Argentina el nombre de niña más puesto en las recién nacidas sea Renata, en honor al personaje de la telenovela Malparida, una mujer que asesinaba, mentía, manipulaba y podía acostarse con padre, hijo y tío casi al mismo tiempo. Parece ser que el villano, o como decía Lacan `el canalla`, triunfa en este tiempo. ¿Por qué? Simplemente porque sabe lo que quiere y no tiene normas morales introyectadas que hagan dique a esta cuestión. En esta sociedad del éxito parece que el modelo que ofrece la psicopatía es `goza sin mirar a quién`".
Los superhéroes, impolutos morales, pasaron de moda. "Los villanos concitan la simpatía por la transgresión: el Guasón y el Corto Maltés son tan admirados como Batman o el Hombre Araña. Se vuelve moda bohemia intelectual reírse condescendientemente de los `malos`. Los antihéroes `desmaniqueízan` la moralidad. Y con humor. Casi simultáneamente, los héroes cotidianos comienzan a sustituir a los héroes excepcionales", reflexiona por su parte el sociólogo Rafael Bayce.
Y los héroes cotidianos pueden ser perversos para conseguir el favor de su platea, entendida la perversión no como una actitud perniciosa, sino como corromper el orden habitual. Bafico profundiza: "Ya lo decía Freud en el primer ensayo sobre teoría sexual: `el perverso actúa lo que el neurótico fantasea`. El neurótico, probablemente la gran mayoría de las personas, reprime; fantasea pero no realiza. El perverso no reprime sus fantasías, sino que las pone en acto". Para el psicoanalista, las características de personalidad que Cristian U. exhibe en el programa encajan en un perfil psicopático, que no es más que una variante de los tipos humanos, una de tantas maneras de ser. Los describe: "Trabajan siempre para sí mismos. Son gentiles, amables, seductores y, la mayoría, fascinantes. Convencen. Suelen ser carismáticos. Debilitan la autoestima del otro. Trabajan cual escultor tallando todos los valores del partenaire o complementario hasta eliminar todo lo que lo sustentan como persona, hasta convertirlo en alguien dependiente de él".
¿Reflejo de la sociedad? Pero el chancho nunca se queda solo con la culpa. Más allá de la personalidad y virtudes del jugador, vale posar la mirada del otro lado del mostrador. El espectador activo es el verdadero fenómeno alrededor del epicentro Cristian U., quien quizá no sea más que un catalizador para dar rienda a sus deseos reprimidos. ¿El jugador utiliza al público o el público utiliza al jugador?
El argentino García Fanlo, por su parte, señala que para la audiencia de su país, el jugador ideal es aquel que no busca fama, ni experiencia, ni trabajo por su participación en el programa sino que lo hace para ganar el premio haciendo uso de las reglas y de lo que se ha establecido como "el espíritu" de Gran Hermano, tal como fue personificado por el participante Gastón Trezeguet en la primera edición del reality. "Obviamente Cristian U. personifica y encarna sin fisuras ese ideal de jugador", expresa.
Lo más tentador, en estos casos, es extender conclusiones y caer en análisis globales de la sociedad en su conjunto, en general una hipérbole poco prudente. "Yo sostengo que Gran Hermano no refleja ni representa a la sociedad en el sentido literal que suele dársele a esa expresión. En todo caso lo que reproduce el programa es una determinada matriz social -la sociedad del espectáculo y el consumo- y un determinado modo de hacer televisión -la llamada neo-televisión-. Los participantes, desde luego, son argentinos y se conducen como argentinos, pero no son una muestra de nada ya que han sido elegidos a través de un riguroso casting basado en perfiles psicológicos específicos que son los que requiere el formato para ser controlable y producir situaciones con las que la audiencia se identifique. Pero la identificación es con situaciones, no con personas. La audiencia no quiere ser como Cristian U., lo que quiere es verlo resolver situaciones dentro del juego como si fuera su representante", opina García Fanlo.
Redes (y tejes) sociales. ¿La reacción del público habría sido la misma si un Cristian U. hubiese aparecido en la primera edición de Gran Hermano, en 2001? Imposible saberlo, aunque una diferencia fundamental separa estos diez años: el papel de Internet y la aparición de las redes sociales. "La gran diferencia entre Gran Hermano 2011 y todas las ediciones anteriores es la incorporación de Twitter y el cambio de actitud de los productores frente a las redes sociales y plataformas de Internet -dice el sociólogo de la UBA-. En ediciones anteriores ignoraban lo que se publicaba en foros y sitios web y la participación de la audiencia era exclusivamente a través del envío de sms. Twitter cambió todo. Les da a los participantes la posibilidad de influir en la audiencia y a ésta la posibilidad de organizarse digitalmente de forma más inmediata y participativa para decidir colectivamente a qué participante apoyar o cómo hacerlo. También permite que las críticas hacia la producción, que existieron en todas las ediciones, tengan una visibilidad y un poder de presión nunca antes registrado. Desde luego, el participante que mejor entendió los efectos de Twitter sobre el juego fue Cristian U. y el darse cuenta de eso le significa un plus adicional de apoyo al que ya tiene como `mejor jugador` según lo entiende la audiencia. Y, a la vez, Cristian U. se vuelve socio y cómplice de esa audiencia, haciéndola participar del juego de forma nunca antes experimentada".
Maquiavelo escribió: "Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla". Cristian Urrizaga parece haber conjugado esta táctica logrando socios afuera, como el mejor de los políticos. Quizás (menos para él) hasta sea anecdótico quién se lleve el cheque.
Las cifras
75%
Es el porcentaje de votos, sobre 650.000 sms, que pidieron que Cristian U. vuelva a entrar al programa; más de 487.000 mensajes.
1.600.000
Es la cantidad de resultados que genera Google si se escribe "Cristian U. + Gran Hermano" como entrada de búsqueda.
19,8
Son los puntos de rating que marcó la gala de expulsión de Gran Hermano del domingo pasado en Argentina; fue lo más visto del día.
400.000
Es el premio en pesos argentinos que se llevará el ganador de esta edición de Gran Hermano. Son alrededor de 100.000 dólares.