"La cima no está donde uno cree"

| Hace casi 40 años que es uno de los héroes de la tragedia de los Andes. Hoy relata su odisea en empresas y, como pediatra, acompaña a padres a caminar su propia cordillera.

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LEONEL GARCÍA

Hay seis vehículos estacionados en el jardín y el porche de Roberto Canessa. Este hombre de 59 años mete mano a una Toyota Rav4. "Me gusta mucho la mecánica", cuenta. Enseguida, dentro de su laberíntico hogar en Carrasco -que en realidad son dos casas prefabricadas, unidas de una manera que él llama "medio divertida, medio audaz", y que difícilmente un arquitecto pueda encasillar en alguna corriente- atiende a Lolo, un enorme bullmastiff que ha perdido imponencia luego que un auto le quebrara las dos patas delanteras. "Se ha ido curando", se alegra. "Los perros suelen hacer pseudoartrosis". No se queda quieto: él mismo le inyecta un analgésico a Álvaro, uno de sus empleados, que sufre de lumbago. Son las dos de la tarde; en la mañana regresó de Turquía, donde fue a dar una conferencia motivacional a un laboratorio; a la tarde, este cardiólogo infantil tendrá consulta en el Hospital Italiano. Es un día usual en la vida de un hombre que desde diciembre de 1972, cuando tenía 19 años, es conocido en el mundo como uno de los héroes de la tragedia de los Andes.

Su especialidad es la ecocardiografía, pero además trabaja, junto con el Hospital de Niños de Filadelfia, Estados Unidos, sobre cómo las enfermedades musculares, virales o reumáticas pueden afectar al corazón. Ganador dos veces del Premio Nacional de Medicina y apasionado de las nuevas tecnologías -"hoy en un iPhone puedo medir la aorta de un feto de 20 semanas, ¡eso es increíble!"- todo lo relacionado a este tema lo moviliza mucho.

"Yo no puedo cambiar el pasado, pero el presente o el futuro sí. Los corazones de los niños son como motorcitos que de repente tienen mal una parte y hay que cambiársela... Pero, ¿vos sabés qué emoción poder decirle a un padre que está muerto de miedo: `Loco, andá a festejar con tu hijo que está todo bien`. ¿Cuánto vale eso? ¡No me digas que no es divino tener ese poder! Es mucho mejor que ser policía". Claro, no siempre el mensajero trae buenas noticias. "En ese caso, podés decirle a un padre: `Tenemos que empezar a caminar juntos porque tenemos un problema`... como en la cordillera". El doctor Canessa no podrá cambiar el pasado, pero éste siempre recurre, de manera casual o deliberada, a él.

CONTRASTE. Laura Surraco es la esposa del doctor Canessa. También parece ser una suerte de cable a tierra, asistente y apuntadora, todo a la vez. Se conocieron adolescentes. Un buzo de lana tejido por ella, que él conserva, lo abrigó en su viaje de vida o muerte de 10 días por las montañas, junto con Fernando Parrado, sin experiencia ni equipamiento adecuado alguno.

La explosión mediática inmediata casi termina con el noviazgo. "Cuando se puso famoso estuvo bravo, insoportable. Yo me tuve que acostumbrar a eso", comenta la mujer. "Lauri, yo me voy a jubilar de famoso. Hace 40 años que ando en eso", contesta él. Se casaron en junio de 1976 y tienen tres hijos. "Como todo buen matrimonio, estamos por divorciarnos todas las semanas. Hay que tener cuidado con esas parejas que nunca se pelean", sonríe el médico.

Canessa no es ajeno a las contradicciones. Algunas ya las plasmó el escritor Piers Paul Read en el ultrafamoso libro Viven. Ahí se lo describe como alguien fundamental para que, luego de un infierno de 72 días, pudieran volver a casa 16 de las 45 personas que se estrellaron en la montaña en aquel avión maldito que viajaba a Chile. Además de encarar la travesía final, él aportó sus básicos conocimientos de estudiante de primero de Medicina para ayudar a los heridos, fue él el primero en animarse a cortar los cuerpos de los ya fallecidos para obtener carne. Este paso doloroso y necesario fue, sea por compasión, asombro o morbo, el elemento que más contribuyó a hacer conocido este episodio en el mundo. "Eso fue algo triste, terrible y humillante, que no pertenece a la naturaleza de ninguna especie, es sentirse pisoteado en tu fuero más íntimo. Y después, no nos habíamos movido un centímetro. Todos dicen: `Se salvaron porque se comieron a los otros`. No, nos salvamos porque dos caminamos cruzando la cordillera".

Pero Viven también lo describió como un joven intratable, irascible y terco, en contraste con el más accesible Parrado, hoy uno de sus grandes amigos. Canessa resopla: "Laura dice que hasta en un libro está escrito que soy insoportable... Me gusta mucho que en el libro tenga una imagen humana, con defectos y virtudes. En los Andes éramos un equipo... A nosotros (se refiere a Parrado y a él) nos tocó hacer los goles". Enseguida, él mismo parece relativizar ese rol goleador. "Yo creo que nos hizo mucho mal todo eso de los héroes de los Andes. Se empezó a hacer una categoría de quién era más héroe y quién era menos. Y eso en la montaña no existía. Esas jerarquías pertenecían a la sociedad de afuera".

EMOCIÓN. Jerarquías para el mundo exterior o no, Canessa fue uno de los que hizo "los goles". También fue uno de los primeros sobrevivientes en dar conferencias motivacionales a empresas internacionales (bancos, inversoras, universidades), basadas en su odisea. ¿Cuánto puede cobrarse por el relato en primera persona de semejante experiencia? "Desde que me cueste plata, llevando yo el cañón proyector y todo... hasta 30 mil dólares". Todo depende de la disponibilidad que tenga, dice.

Para Canessa, lo vivido emociona y motiva, pero también debe tener un sustento comercial. Él defiende esa postura y se ha bancado las críticas por ello. "Yo respeto el sufrimiento", enfatiza. "Yo creo que fue una historia en la que sufrí tanto que tengo derecho a sacar algún rédito. Expliqué a muchas personas que no lograban entenderlo... ellos pueden seguir pensando lo mismo, y yo también. Puede ser que alguien piense que lucro con lo que pasó en los Andes... pero la verdad es la verdad". Lo dice con serenidad pero con firmeza, al estilo si-no-comprendés-no-es-mi-problema. Él pasa aproximadamente una semana al mes en el extranjero, entre su actividad médica y estas conferencias de las que ya no lleva cuenta. Y deja librado a su auditorio, que casi siempre termina bañado en lágrimas, las enseñanzas o conclusiones.

"Lo que impresiona es que fue una experiencia que afectó a personas comunes y corrientes que lograron un resultado increíble enfrentados a una situación terrible. Luego de la conferencia la gente te abraza, emocionada. Cuando vos trabajás en una empresa muy grande te sentís subvalorado; como si fueras un número. Entrás pobre a la conferencia. Y cuando salís ya estás en un plan `tengo familia, tengo hijos, comida, agua, ¿de qué me quejo?, ¡soy un nabo!`. Por suerte, yo he podido sacar la leyenda para afuera. Dejo que en este episodio la gente proyecte sus ilusiones y sus esperanzas. Pero eso no me corresponde a mí. Yo aún tengo que madrugar, hacer dieta y calentarme con el tránsito".

Además del buzo tejido por Laura, Canessa conserva los pantalones oxford de Daniel Maspons (quien fuera su mejor amigo) y el cinturón de Francisco Abal, dos de los 29 pasajeros y tripulantes que no volvieron de los Andes. Con esos elementos, más los zapatos cedidos por Javier Methol, un sobreviviente, comenzó con Parrado el recorrido que los devolvería a la vida. Es historia conocida que luego de la primera y dificilísima subida a una montaña que parecía la más alta del planeta, el paisaje ante los ojos de ambos, que soñaban como el fin de la pesadilla, no fue más que otra interminable cadena de cumbres. Había que seguir sufriendo. "Es que la cima no está donde uno cree". Sus dos mundos, el pasado que no puede cambiar y el presente o el futuro que sí, vuelven a juntarse. "Después que se opera a un niño y uno cree que puede festejar, puede venir una infección, o un sangrado, o un paro...". Hace una pausa y repite: "La cima no está donde uno cree". Tal vez sea un recurso aceitado en años de conferencias, tal vez no, pero lo dice de una forma que impresiona.

En agosto perdió a su madre, aquella cuyo recuerdo lo impulsó hace casi 40 años a atacar las montañas. Para dentro de tres meses está prevista la llegada de Benicio, el primer nieto. De caídas y picos, como una cordillera, trata la vida de Roberto Canessa.

Acá no se trabaja

Canessa dice que hay uruguayos que no explotan su potencialidad "porque acá el invierno se puede pasar tapándose con diarios". Pero el autor de esa frase también es conocido por darle alojamiento, trabajo, o ambos, a gente muy necesitada. "Me llamó una señora desesperada porque su nieto tenía problemas de pasta base, en la calle. Lo tomamos y lo llevamos al campo que tenemos a trabajar. Desde que está, nos robaron tres veces, en casa están todos furiosos. Yo no creo que sea él, pero... aprendí que cuando vos ayudás no tenés que hacerte ilusión que el otro acuse recibo o haga caso".

Canessa también fue candidato a la Presidencia. Fue en las elecciones de 1994, al frente del Partido Azul. Muchos no lo entendieron. "Fue desubicado, brillante, espantoso, ¿qué importan los adjetivos?. Lo que importa es que entonces, como hoy, la gente decía que no había nadie a quién votar". Su votación fue irrisoria. "Se ve que era un verso de la gente", dice muy serio.

De haber ganado, hubiera decretado sueldos de mil dólares para maestros, reducido el Parlamento un 30% y puesto a trabajar en carreteras a soldados y presos. "Y luego vos vas por la playa y ahí está todo el mundo. Claro, ¿acá quién va a trabajar?".

SUS COSAS

Sus pasos

Canessa aún conserva parte de la indumentaria con la que cruzó la cordillera. "Javier Methol me dio sus zapatos (foto) para la caminata. ¡Fijate qué gesto! Me los dio porque eran más abrigados que los míos. En sus suelas están los 100 mil pasos que debí dar".

Su libro

El cardiólogo escoge Fausto de Johann Wolfgang von Goethe. "Siempre me pareció fascinante. Aferrarse a la vida por la nostalgia a las campanadas que escuchaba de niño en la iglesia de su pueblo. ¿Ves? Creo que ahí el pasado sí es importante, para agarrarse en los momentos malos para proyectarse hacia el futuro". Él sí que puede dar fe de eso.

Su auto

De los seis autos estacionados a la entrada de su casa, su favorito es el más chico de todos: un Kia Picanto. Laura indica que a ese, a diferencia de los otros, Canessa no deja que se lo toque nadie. "A los otros lo agarran mis hijos, quien ande acá...".

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