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Katy Perry, de la cima del pop a la maternidad

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Katy Perry

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A poco de ser madre, la estrella Katy Perry comienza una nueva etapa en su fulgurante camino en la música, lleno de logros y éxitos.

Los días de supernova pop ya pasaron para Katy Perry. No es que, de ahora en adelante, no vaya a tener éxito. Lo más probable es que siga siendo un tanque (más bien, una división “panzer” entera) en la música popular y siga arrasando. Pero ahora que ya se la ve a poco de dar a luz, su música y su imagen —ese componente tan importante en el pop— inevitablemente cambiará. El pop global, al menos el contemporáneo, es un juego para gente cada vez más joven, como bien demuestra el arrollador éxito de los teens del K-pop, por ejemplo. Algo de ese probable cambio se ve en el más reciente videoclip de Perry, de la canción Daisies.

Perry empezó como una cantante cristiana (sus padres son pastores pentecostales), pero su ambición pronto la llevó a descartar ese nicho para apostar a conquistar ese escenario global en donde la competencia es feroz y cada paso es dado luego de un meticuloso proceso de estudio y discusión entre muchos involucrados como managers, encargados de prensa, productores artísticos y directores de sellos discográficos. Y la propia artista, claro. Porque a pesar de que “Katy Perry” es una marca, también es un vehículo para las inquietudes y la sensibilidad de la protagonista. A pesar de la indispensable participación de talento externo, las estrellas pop como ella son cada menos marionetas sin voz ni voto.

Los primeros pasos no fueron los más auspiciosos. Su primer disco, grabado como Katy Hudson, no tuvo éxito. Perry se mudó de Santa Barbara a Los Angeles para grabar un disco con el productor y compositor Glenn Ballard, un pope de la música rock famoso entre otras cosas por haber sido el socio principal del Alanis Morrisette en el disco Jagged Little Pill (1995), uno de los títulos fundamentales del rock en la era de los 90. Sin embargo, la colaboración entre Perry y Ballard tampoco fue fructífera: el álbum fue encajonado por el sello y a la propia Perry le rescindieron el contrato, algo que le pasaría de nuevo cuando aterrizó en otra compañía discográfica. “Me veían como damaged goods”, dijo ella de esa época, como que su carrera ya estaba “rota” y no se la podía recuperar.

Aún así, Perry consiguió algunas cosas durante ese período: fue corista de Mick Jagger en la canción Old Habits Die Hard parte de la banda sonora de la poco memorable remake de Alfie con Jude Law en 2004 (la primera había sido con Michael Caine, en 1966). Además, en ese período se conectó con dos productores que fueron fundamentales no solo para su propia carrera sino para todo el pop durante la década de 2000 y 2010: el sueco Max Martin y el estadounidense Dr. Luke, verdaderas fábricas de hits mundiales para artistas como Britney Spears, Christina Aguilera, Backstreet Boys y muchísimos más.

Ahí empezó a construir su estilo, que al principio abrevaba del rock: uno de sus colaboradores iniciales fue el compositor Desmond Child, quien había trabajado con gente como Aerosmith, Kiss, Alice Cooper y otros (entre ellos, Ricky Martin). Y como dicen que no existe algo que sea mala publicidad, Perry tuvo uno de sus primeros hits con la “polémica” canción I Kissed A Girl (“Besé a una chica”) y antes había grabado Ur So Gay (“Eres tan gay”). Aún así, no es una artista realmente provocadora. Perry nunca se pasa de la raya ni desafía seriamente tabúes. El sitio especializado en música rock y pop Allmusic la describió pertinentemente como “Una princesa Disney imaginada por Madonna”. Hay algo aparentemente prohibido en su despliegue de insinuaciones y gestos pero, en realidad, se trata de justamente eso, apariencia.

El verdadero éxito le llegó en 2010, con 26 años. El álbum Teenage Dream (“Sueño adolescente”, título tal vez curioso para una artista de esa edad) fue un rotundo triunfo comercial: entró directamente en el primer puesto de la lista de ventas Billboard y generó nada menos que cinco simples que fueron —también— Número 1 en esa lista. Perry fue la primera artista femenina en lograr algo así, y la primera en repetir esa racha después de Michael Jackson, que también sacó cinco primeros puestos en la lista de canciones de su disco Thriller, en 1982.

A partir de ahí, fue imparable. Puso su aguda y seductora voz en cuanto lugar pudo: hizo dúos con artistas pop, raperos y regatoneros, estuvo en discos de muchos otros, colocó canciones en bandas sonoras de películas, fue una de las artistas elegidas para actuar en la final del campeonato de fútbol americano en 2014 (el evento televisivo en vivo más importante en su país) y fue también la elegida para la canción oficial de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016.

En ese camino, fue agregando capas a su personaje público y artístico. A la “princesa Disney” más o menos rockera de la primera etapa, le sumó la faceta más bailable y bolichera de Prism (2013), la secuela de Teenage Dream, que debutó -cómo no- en el primer puesto de la lista de ventas de su país y tuvo dos simples que llegaron al mismo y codiciado puesto. Y hace tres años publicó Witness, con alguna referencia a la política (apoyó públicamente a Hillary Clinton en la última campaña presidencial de su país).

Hillary Clinton - Katy Perry
Foto: Commons

Ha dado incontables entrevistas, la gran mayoría de ellas sumamente cuidadas y aunque su personaje es de lo más pensado y pasteurizado, atravesó algunos períodos un poco más terrenales, como su relación con el bad boy devenido elocuente polemista político Russell Brand, o su enfrentamiento público con Taylor Swift. En algunas entrevistas, se encargó de hacerle saber al o la periodista que también ella iba a grabar la charla porque, según ella, “el tono y el contexto lo son todo”.

Una artista que trabajó con ella, Sia, la describió como “extremadamente analítica” y agregó: “También es muy dominante. A la hora de haber empezado a componer con ella, ya había renunciado. Le dije: ‘¿Igual podemos ser amigas aunque esta dinámica de componer juntas no funcione?’. A ella le encantaba trabajar de esa manera, tan analítica. ‘Es como resolver un crucigrama’, me dijo. Le dije que eso para mí eso era aburrido, que el análisis es el enemigo de la creatividad. Al final, seguí componiendo con ella y me alegro, porque salió una canción y tanto ella como yo pudimos ser auténticas (Hey Hey Hey, del disco Witness)”.

La maternidad seguramente la lleve a lugares menos expuestos a las exigencias constantes del mercado de música pop. Si alguien le reprocha algo, ella tiene una kilométrica lista de logros para poder dormirse en los laureles, al menos durante un buen rato. Lo único que le falta es un Grammy, premio a la que estuvo nominada 13 veces. Pero, si le creemos, no le dará mucha importancia a llenar ese casillero. “Las ceremonias de premios son truchas. Todos los premios que he ganado son truchos. No representan al público”.

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