En la cultura de la violencia

| Los antropólogos Daniel Vidart y Anabella Loy convocaron a autores de diversas áreas para abordar, en un nuevo libro, el tópico más polémico de la actualidad.

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GABRIELA VAZ

Ocupa tanto espacio en medios de comunicación, tertulias académicas e improvisados debates de sobremesa, que parece que recién ahora se estuviera descubriendo. Pero no. La violencia acompaña al hombre desde los inicios de su existencia. Su misterio es el mismo que se esconde en tantos otros aspectos de la más pura humanidad. Por eso, la antropología posee autoridad para apropiarse del tema. "Está en el `espíritu del tiempo`, del que es imposible sustraerse", señala Daniel Vidart al explicar el origen del libro La cultura de la violencia (próximo a editarse) donde junto a la también antropóloga Anabella Loy compiló escritos de uruguayos referentes en distintas áreas sobre un tema que hoy, campaña electoral mediante y con todas las miradas puestas sobre la inseguridad pública, vuelve al tapete.

Gerardo Bleier, Eduardo Galeano, Léonie Garicoïts, Pedro Guglielmetti (chileno), José María Montero, Renzo Pi Hugarte, Ivonne Pini, Hugo Rocha, Ángel Ruocco y Gabriel Vidart Novo fueron convocados por los dos antropólogos, que también aportaron trabajos específicos, para abordar la violencia desde diferentes ángulos: el deporte, el cine, la televisión, el arte, la familia, el trabajo y la migración son algunos.

En la casa de Vidart, rodeados de una amplísima biblioteca que tapiza paredes de arriba a abajo, ambos investigadores brindan su parecer sobre el tema, sus causas, efectos y polémicas actuales.

-Siempre hubo violencia. ¿Por qué creen que sea un tema tan debatido en la actualidad?

Loy. -Es verdad. Siempre ha habido violencia: la instintiva y la cultural, aún más notoria. Y en muchos casos ha sido más terrible que la actual. Lo novedoso es que este fenómeno se ha instalado en el living de nuestras casas. La televisión ha cumplido con ese trabajo sucio. Por un lado, la violencia ha sobrecargado a los noticieros, introduciendo una dosis inédita de morbo en la vida cotidiana. Hoy la gente comenta los asesinatos, violaciones, rapiñas y robos.Y está pendiente de ellos. Por otro, las seriales, películas y hasta los videojuegos contienen una elevada dosis de destrucción, pesimismo, sangre y sexo. La radio y la prensa escrita tampoco se quedan atrás.

-En el libro aseguran que no hay que culpar, o al menos no de forma excluyente, a la tecnología. ¿Pero qué papel juega?

Vidart. -Las tecnologías han experimentado transformaciones notables. Sin embargo, la industria de la destrucción no es autónoma sino que es manejada y manipulada por seres humanos. Antes, una mano esgrimía una espada; en los años que corren, un dedo pulsa una tecla y se dispara un misil, y el día menos pensado, vuela hacia el blanco con una cabeza nuclear. Y de ahí en adelante nadie podrá detener el apocalipsis atómico. De la mano de los últimos inventos, destruir es hoy mucho más fácil que ayer. La ciencia y la técnica nos curan al menudeo y nos matan al por mayor. En cuanto a la otra dimensión de la tecnología, la que propicia el consumo masivo, también es generadora de violencia, en función de un sistema donde algunos acceden a los productos y otros quedan excluidos y por tanto, frustrados.

-¿Qué papel juega la globalización, el hecho de que sea más frecuente que convivan diversas culturas, que interactúen distintas formas de pensar todo el tiempo? ¿La xenofobia es hoy más fuerte?

Loy.- En mi contribución estudio el destino de los inmigrantes subsaharianos y norafricanos a los países de Europa Occidental mediterránea. El contacto entre culturas diversas no fomenta necesariamente la tolerancia ni la convivencia pacífica. Las reacciones violentas contra los inmigrantes no pueden explicarse por un solo factor. La crisis económica global contemporánea incentiva el racismo y la xenofobia, pero éstas ya estaban presentes, y eran vociferadas por grupos neonazis a lo largo de Europa desde mucho antes. Hoy se acusa a los migrantes de "venir a quitarle el trabajo a los locales", como se acusaba a los recién arribados europeos en la prensa conservadora uruguaya en los años 20 y 30` del siglo XX.

-¿La representación de la violencia en manifestaciones artísticas puede fomentar actitudes violentas?

Vidart. -En el ensayo de Ivonne Pini se muestra claramente cómo la violencia imperante en Colombia, donde yo viví un exilio de casi doce años, se refleja en ciertas obras de arte. El arte, en algunas de sus expresiones, no genera violencia sino que la interpreta y expresa mejor que cualquier discurso. Cuando un oficial alemán le preguntó a Picasso, refiriéndose al Guernika: "¿Esto lo ha hecho usted?", el pintor le respondió: "No, ustedes lo hicieron". También el cine, retrata la violencia. Kurosawa ofrece escenas de extrema crueldad, tanto en Rashomon como en Los siete samurais. Pero no se trata de una incitación, como sucede en las películas de Schwarzenegger o Stallone. El cine o la televisión son vehículos, los mensajes pueden ser de destrucción, de salvación o de neutralidad moral. El mensaje no es el medio, contra lo que ha sostenido McLuhan.

-Se habla mucho de la "sensación térmica" de inseguridad, y del papel de los medios al destacar constantemente hechos de la crónica roja. ¿Qué responsabilidad les cabe? ¿Inciden en las conductas?

Loy. -La violencia existe sin duda en nuestro medio. Ahora bien, la cantidad de tiempo que le dedique un informativo al tema incidirá en la importancia que le asigne el espectador. Por otra parte, como un búmeran, la repetición de escenas violentas provoca adicción al tema en el televidente y condiciona su toma de decisiones. Si la televisión ocupa en nuestro tiempo el papel de central mítica, es decir, de elemento alrededor del cual se reúne la familia, se informa, obtiene pautas de cultura, ejemplos concretos de cómo comportarse, cómo hablar y cómo consumir, es razonable pensar que la difusión de la violencia generará, por imitación, nuevos actos agresivos. Hace poco Fernando Vilar fue muy honesto y categórico al respecto cuando expresó que si no hay violencia, baja el rating. Yo me pregunto si son los espectadores los que piden crónicas rojas, o si los medios los han acostumbrado a consumirlas y ya no pueden prescindir de ellas.

-¿Consideran posible controlar la violencia con legislación?

Loy. -Si se recurre solamente a la legislación, y se anuncia que se van a tomar medidas muy severas como expresan en estos días algunos políticos en sus discursos preelectorales, se está poniendo la carreta delante de los bueyes. El problema de fondo a resolver es la estructura perversa de una sociedad fundada en la distribución desigual de la riqueza. Nosotros creemos que la violencia deriva de la fractura social que han generado dos conglomerados humanos separados por una línea que divide el consumo del subconsumo, y que habrá que enyesar dificultosamente para recuperar la unidad perdida.

Vidart. -La legislación ofrece soluciones parciales que únicamente pueden paliar el asunto. Pero se necesita mucho más. Si los marginales y los policías son vecinos en un asentamiento, pedir más represión no solucionará el problema. Se necesitan leyes humanitarias, altamente imaginativas y aplicadas con sensatez y espíritu justiciero, pero antes es preciso definir voluntades políticas para hacerlas cumplir a rajatabla. Y habrá que ser muy creativos para implementar medidas porque las secuelas de la fractura mencionada por Anabella permanecerán durante mucho tiempo aún. Debemos aunar esfuerzos para fundar políticas de Estado que se cumplan más allá de los planes temporales de los gobiernos, sea cual fuere su orientación ideológica.

"Amor y paz" no es sólo una utopía

¿Es la violencia una condición inherente al ser humano? Para la antropóloga Anabella Loy, se trata de una característica "que está en el germen en nuestra biología y que ciertas condiciones culturales específicas exacerban o reprimen".

Por eso, una comunidad pacífica no es una utopía. La historia brinda sus ejemplos. "Margaret Mead estudió siete culturas de los Mares del Sur. Una de ellas, los Arapesh, constituía un grupo donde los niños eran criados sin conflicto y sin castigo. Los adultos mantenían relaciones armónicas. A pocos kilómetros, otras culturas eran extremadamente violentas", dice Loy.

Y no hace falta ir tan lejos. "En los años 60`, los hippies crearon una contracultura donde imperaban los valores de la ayuda mutua, la displicencia formal y la bohemia estilística. Naturalmente que constituían islas en el mar agitado de la violencia del mundo cotidiano, y no pudieron sobrevivir".

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