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CABEZA DE TURCO

Opinión | Debate: Maradona o Messi

"Uno se cansa de leer banalidades panfletarias", escribe Washington Abdala.

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Washington Abdala.
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Maradona era peronista y rebelde. Tuvo una vida mágica en las canchas de fútbol mientras su existencia privada fue caótica. Las drogas no son gratis y todos fuimos testigos como aquel genio terminó en decadencia ante la propia sociedad que se lo consumía (“que jugador “formidable” habría sido yo si no hubiera tomado drogas”, dijo alguna vez). A su manera, como zoon politikón hizo política. Recordarlo embestir contra la corrupción de la FIFA es un impactante recuerdo ante una organización que históricamente no se caracterizó por sus procederes ejemplares. Maradona usó su poder simbólico en aquel entonces. Pero su final, repito, es algo que produce congoja. Y, claro, muerto lo obvio se hace carne en la gente y las calles fueron el grito desesperado ante lo que ya no tenía arreglo. Había muerto el jugador, el ídolo y el poder que connotaba.

Lionel Messi representa las antípodas de Maradona en tantas cosas que hasta parecen creados de manera antinómica. Igualmente, genial en las canchas, más PlayStation en su precisión metodológica deportiva, pero con la misma hambre de gol que Diego. Messi proviene de una niñez con problemas de crecimiento hasta que fue acogido por el Barcelona que lo contuvo y allí encontró la paz que aún hoy es su marca de identidad. Desde ese lugar construyó su poder de influencia, también real y simbólico. Con familia propia modélica y con un padre protector que lo cuidó de manera militante y hasta discutiblemente extrema (alguna vez con problemas fiscales, digamos todo, la verdad es la verdad) el talento emergió. El hecho de no ir a la Casa Rosada para desde allí festejar la copa del mundo fue un comportamiento, supongo, meditado. De alguna forma apareció el zoon politikón y hablo sin hablar. Las palabras también nacen de hechos, no siempre se verbalizan las narrativas.

Siempre el zoon politikón irrumpe, se lo querrá negar, pero siempre está.

No hay manera de vivir en una comunidad y no emitir señales de quien es uno y que se pretende para los que lo rodean. Hay gente más o menos comprometida con la vida de todos, pero llegan momentos en que no se puede evitar coincidir o discrepar con el decisor de la hora. Lo que sucede es que el poder de turno en todo el planeta (excepto en las dictaduras) no tiene tanta incidencia como algunos protagonistas del presente que son mirados y atendidos con admiración por millones de personas.

¿Está bien o mal que ídolos, cantantes, futbolistas y artistas al transformarse en referentes poderosos emitan su voz política? Por supuesto que está bien: es la libertad que gana siempre derecho a que cada uno sea y diga lo que entiende pertinente, pero para eso -como para todo- se requiere de racionalidad y fundamentación. No se trata de disentir o de aplaudir por razones caprichosas cuando se está en medio de los focos lumínicos. Cansa leer banalidades panfletarias de gente como Roger Waters hablando de política internacional y es reconfortante ver cómo piensa Bruce Springsteen, se coincida o no con él. (Por citar ejemplos de individuos que no niegan su vocación por lo colectivo). Lo confieso, en general en los problemas de América, sus revoluciones, sus democracias o sus dictaduras, se entienden poco y lo que se advierte posee -muchas veces- un desdén por parte de actores que deberían entender bastante más.

Por eso los líderes de opinión masiva son tan determinantes en el presente.

Me interesa el debate sobre Maradona o Messi, ahora con la inclusión de Pelé. Me gusta el debate del debate. Hace pensar.

La verdad, es un coloquio interminable, típico de asado de verano de amigos, donde las voces fuertes, la pasión, algún grito excesivo y esa comunión por entender el mundo gana terreno.

Es un debate que no concluye, pero es un buen debate, obliga a pensar el fútbol, a ver quién era más talentoso, más solidario, más inteligente, más prospectivo, en fin, permite hablar de filosofía. Por eso el fútbol es twmbién la vida y de allí que los paralelismos y las metáforas sean tan enormes. Buen verano.

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