De la locura al trabajo

| Los pacientes psiquiátricos con dificultad para el vínculo acuden al Patronato de Psicópatas y realizan trabajos para empresas

M.B.

Cada día, a las 9 de la mañana, 71 personas ingresan a su lugar de trabajo, en el Prado. Se quedarán hasta la 16 horas, empleados en armar carpetas de cartón, en un vivero, arreglando chifles y otros objetos de cotillón o poniendo etiquetas a crayolas. En definitiva, un trabajo manual como cualquiera si no fuera porque los 71 "funcionarios" del taller protegido El Ceibo son personas con trastornos mentales en rehabilitación.

"Lo importante es que logren organizarse en el tiempo y en el espacio y así, consigan una inserción social", dijo la psicóloga Virginia Pedetti, coordinadora de El Ceibo, que es público, depende del Centro Nacional de Rehabilitación Psíquica (CNRP), y este a su vez, del Patronato de Psicópatas, financiado por Salud Pública.

Además de lo 71 "trabajadores" de El Ceibo, en el CNRP hay 42 pacientes en las etapas primarias de rehabilitación y otros 20 en grupos de seguimiento, lo que da un total de 133 "usuarios", como prefiere llamarlos el psiquiatra Osmio Curbelo, director del CNRP. Se trata del establecimiento más grande del país en su tipo que también coordina los esfuerzos de rehabilitación en el interior del país.

Una definición de la actividad del Centro la da su director: "Esto es lo contrario a las colonias (Etchepare y Santín Carlos Rossi). Para que la gente salga de los asilos, de los hogares, lo que necesitamos es la inserción social: que se lleve mejor con la familia o pueda vivir solo, tener un trabajo. No voy a decir que todos salen con trabajo, porque no es así, la sociedad nuestra no es así", agregó Curbelo.

El CNRP recibe sus pacientes de Salud Pública y de las mutualistas en una proporción de 50% y 50%. A nivel público hay otras dos instituciones que hacen el mismo trabajo: la Casa Sayago y el centro diurno Vilardebó.

Las tres, junto a otras instituciones privadas (lo que no quiere decir que cobren en todos los casos), son los puntales de una nueva política que al parecer desea extender el Ministerio de Salud Pública. Según un documento difundido a principios de año, el MSP se propone cerrar la colonias (propias de un perimido modelo de aislamiento), antes de 2010 y a cambio, favorecer la inserción social (ver nota aparte).

INGRESO. El CNRP recibe pacientes con trastornos que alteren su vida social y lo lleven, potencialmente, a aislarse, los otrora candidatos al asilo perpetuo. Por lo general, se trata de esquizofrénicos o bipolares, esto es: personas que oscilan entre profunda depresión y estados de euforia.

"No atendemos a pacientes cuyo diagnóstico sea retardo mental, demencia o adicciones, porque para eso hay otras instituciones", dijo Curbelo.

El enfermo llega derivado de su psiquiatra. Una vez allí, se lo evalúa vía entrevistas para determinar si encaja en el diagnóstico y si efectivamente hay margen para una inserción social, aunque sea parcial. En algunos, un avanzado grado de la enfermedad impide la rehabilitación, aunque la generalidad es que "siempre se puede mejorar", dijo Curbelo.

El director estimó en más de la mitad los pacientes interesados que efectivamente ingresan. Entonces se inicia un proceso de un año y medio, a lo sumo, dos. Los enfermos asisten diariamente y se forman grupos de "psicoterapia, expresión corporal, terapia ocupacional, así como talleres de actividades cotidianas como cocina, higiene personal o vestimenta", enumeró Curbelo. Y dijo que el objetivo de todas ellas, coordinadas por un total de 20 técnicos, es lograr que las "personas puedan vincularse mejor con los demás".

Curbelo no supo estimar un promedio de edad; "hay de todo", dijo, aunque últimamente la tendencia va hacia pacientes cada vez más jóvenes.

La esquizofrenia, que afecta al 1% de la población en sus distintos grados, suele manifestarse en la adolescencia o la juventud. Muchos de esos, estimó Curbelo, no reciben ninguna atención, aunque en algunos la levedad del cuadro no la requiere.

ACTIVIDAD. Una vez que "egresan" del CNRP, la mayoría son derivados a El Ceibo, si es que no han alcanzado una inserción satisfactoria. Allí, hacen trabajos manuales para empresas con la ventaja de dar factura y asegurar una exoneración impositiva.

Con todo, los pedidos escasean (ver nota aparte). Y cada uno de los integrantes del taller recibe una remuneración "simbólica" de entre 300 y 500 pesos mensuales.

¿Cuánto puede mejorar un enfermo mental al que le resulta difícil el vínculo con el entorno? La respuesta siempre depende del caso, aunque la psicóloga Pedetti recuerda evoluciones que la sorprendieron.

Un paciente, por ejemplo, llegó hace tres años con antecedentes de múltiples hospitalizaciones, se aislaba, no hablaba. Ahora, no sólo trabaja, si no que se casó y proyecta tener hijos.

El 9 de agosto se inauguró el vivero en El Ceibo. Dos días antes, unos 10 "funcionarios" discutían si vender o no plantas cuando la inauguración. Algunos decían que no, que tal vez resultara muy complicado hacer eso, porque había que fijar precios y designar cajero. Otro, en cambio, llamó a aprovechar la oportunidad porque ese día estarían "los familiares y amigos".

Finalmente, vendieron casi todo.

La lucha contra el estigma

Al organismo que coordina los centros públicos de rehabilitación de enfermos mentales en el país, una ley de la década del 40, le puso Patronato de Psicópatas. Ahora, el nombre cae dos veces "mal", una por "patronato", que remite siempre al sistema carcelario y otra, por "psicópata", un término en desuso en la psiquiatría moderna y que la sociedad asocia con el crimen. "Eso viene de las películas", dijo el director del Centro Nacional de Rehabilitación Psíquica (CNRP), Osmio Curbelo, quien agregó que hay proyectos que apuntan a cambiar esa nominación.

Uno de los principales desafíos del CNRP es derribar el estigma social, que genera diversos mitos sobre los enfermos mentales. "Si está medicado, el paciente psiquiátrico no es nada peligroso", dijo Curbelo. Con respecto a la esquizofrenia, una de las enfermedades que más miedo ocasiona, el experto aseguró que los delirios o sensaciones de persecución que experimentan los enfermos no se "producen de modo violento o incontrolable, como fantasea la gente".

El prejuicio ha sido una barrera para que las salidas laborales no se multipliquen en el CNRP y otros centros de reinserción de pacientes con alteraciones en sus vínculos sociales. Hoy, salvo experiencias aisladas, el único programa de trabajo en el mercado para este tipo de pacientes es un correo privado, que se llama Sur Ya, emprendimiento de la ONG Sur Palermo y administrado en conjuntos por enfermos y sanos.

Como ejemplo, Curbelo propuso el ejercicio de hacer memoria, recordar a las personas que más daño ocasionaron en la vida y preguntare: ¿Son sanos o enfermos?

30.000 uruguayos padecen algún grado de esquizofrenia; muchos no reciben atención

No más colonias

A principios de año, un informe del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, recomendaba el cierre de las colonias Etchepare y Santín Carlos Rossi, que juntas asilan a unos 900 personas.

El documento, titulado "Bases para la reconversión del asilo mental", estableció que en ambas colonias hay una situación de "emergencia humanitaria". "Ellos -los asilados- ingresaron y permanecen sin límite de tiempo, por padecer trastornos mentales, pero principalmente por la pérdida del sostén familiar y comunitario. Sus condiciones de vida son inaceptables con afectación de sus derechos humanos y civiles", agregó.

Como plazo tentativo, se fijó 2010 le fecha límite para la clausura de las colonias, aunque ello dependerá de las alternativas que puedan surgir. Se aspira a un sistema de atención al enfermo mental que sea "descentralizado y comunitario".

Uno de los puntales serán los centros de rehabilitación, los que el informe propone multiplicar, como pieza fundamental para mejorar la socialización de los pacientes, cooperar con las familias y disminuir la frecuencia de hospitalización", por crisis.

Para los pacientes con "grave daño", que no pueden vivir sin su familia, se propone la creación de albergues comunitarios permanentes para no más de 10 personas, donde el cuidado y recreación aporten la mayor dignidad posible al enfermo.

Con todo, desde el regreso de la democracia por lo menos, se ha avanzado hacia esa dirección y se ha reducido de 2.000 a 900, el número de asilados mentales.

El Hospital Vilardebó, otrora uno de los asilos más grandes del país, se ha reconvertido en un centro de atención diurno con hospitalización, pero ahora ya son un puñado los pacientes que viven allí. A la vez, se cerró el Hospital Musto, también en la década del 80.

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