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La ciudad del Cerro de los Siete Colores

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Cerro Siete Colores

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La ciudad de Purmamarca, ostenta bellezas naturales y una historia que se remonta al siglo XVI, donde lo hispano se fusiona con las tradiciones originarias.

En la provincia argentina de Jujuy, la ciudad de Purmamarca, ostenta bellezas naturales y una historia que se remonta al siglo XVI, donde lo hispano se fusiona con las tradiciones originarias.

Para el habitante local, el Cerro de los Siete Colores es un icono natural. Cualquier jujeño, de chico, iba a Purmamarca y se sacaba una foto ahí. Es la postal tradicional, tenía que estar en casa. Íbamos siempre a tomar mate, a comer en un comedor del lugar”, recuerda Alberto Castagnolo, hoy director de Turismo de este pueblo que enmarca uno de los cerros más fotografiados de Argentina.

En 2003, la Quebrada de Humahuaca se ganó el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad de Unesco, a fuerza de una apabullante belleza natural, sumada a una riquísima herencia cultural. Herencia que atesora ritos y costumbres: acá se rinde culto a la tierra y a la muerte en coloridas fiestas populares y carnavales únicos. La quebrada, además, deleita con sus platos típicos: humitas, tamales, empanadas, choclo con queso de cabra, guisos, locro, carne de llama, cordero, quesillos y una amplia variedad de papa andina, que junto al maíz y la quinoa complementan las preparaciones más tradicionales y diversas.

La Quebrada es un tajo entre las montañas, en cuyas laderas se alzan pueblos encantadores como Purmamarca, donde turistas de todo el mundo se deslumbran al descubrir el Cerro de los Siete Colores, o al deambular por el Paseo de los Colorados, postales de este rincón envueltas en una polémica reciente.

Conflicto

Edgardo “Momo” Vilte es un terrateniente local, y uno de los herederos de las 1200 hectáreas que su familia adquirió a principios del siglo pasado al Estado provincial, en las que se incluyen las 150 hectáreas de la polémica, dentro de las que están el Cerro de los Siete Colores y el Paseo de los Colorados.

En diciembre de 2018, Vilte resolvió alambrar el camino que conduce al tradicional paseo, con la intención de comenzar un emprendimiento privado. El sitio fue siempre de acceso libre, aunque el hombre cobra un canon cuando se realizan carreras de aventura. “El quería montar un anfiteatro sobre la ladera del cerro para hacer un espectáculo de carnaval. Había cercado y presentado el proyecto ante la Dirección de Patrimonio, que lo tiene que evaluar y aprobar, o no. Pero los vecinos se pusieron en contra”, explicó Diego Valdecantos, secretario de Turismo de Jujuy.

El sitio, además, es el mojón de las comparsas locales, un punto de encuentro donde en tiempos de carnaval se desentierra el diablo. Valdecantos intervino y pidió que abrieran el paso. “Finalmente lo abrieron y se continuó trabajando como siempre. A través del organismo de medio ambiente se colocaron cestos de basura porque una de las excusas era que estaba sucio y que se lo había cerrado para limpiarlo. El cerro es el patrimonio natural más importante que tiene la provincia, y es fundamental disponer de él como siempre, sin ningún problema. Es de la provincia y no de un privado. No hay dueño que pueda cobrar el ingreso”, dijo, tajante, el secretario.

Ritmo de la quebrada

“Pueblo de tierra virgen” en la lengua aymará, o “pueblo del león”, en quichua, Purmamarca, fue fundado en 1594. Está ubicado a 2300 metros sobre el nivel del mar y a 65 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Este rincón de casas de adobe y calles de tierra tiene unos 1800 habitantes que llevan una vida apacible en torno a la Plaza 9 de Julio, donde a diario se arma la feria de artesanías.

Ahí se puede comprar alfarería, orfebrería, tejidos, trabajos en cuero e instrumentos musicales, entre otros recuerdos. Alrededor de la plaza se distribuyen también los hitos históricos: el Cabildo, que data de 1910 y fue sucesivamente sede de la Municipalidad, de la Comisaría, de la Biblioteca Popular, y hoy es un espacio de exposiciones donde se encuentra además la Oficina de Información Turística. La Iglesia Santa Rosa de Lima, erigida en 1648, alrededor de la cual se construyó el pueblo, declarada Monumento Histórico Nacional en 1941. Frente al santuario se eleva el algarrobo histórico, el árbol abuelo de los pagos quebradeños: se estima que tiene más de seiscientos años. Cuenta la leyenda que ahí fue capturado Viltipoco, un legendario jefe indígena que luchó contra los conquistadores y que solo una traición pudo doblegar. También se narra que junto al viejo algarrobo descansó Belgrano, cuando estaba al frente del ejército del Norte, que tenía su cuartel en la Posta de Hornillos, a pocos kilómetros de aquí.

A pocas cuadras de la plaza se encuentra el Cerro el Porito, uno de los miradores desde donde se puede apreciar el Cerro de los Siete Colores, así como también el pueblo. Otro de los puntos panorámicos es el Mirador Geológico, donde hay un espacio interpretativo que explica el por qué de cada color del cerro. En la oficina de turismo se pueden contactar guías locales, que ofrecen desde caminatas por el pueblo y los alrededores a paseos nocturnos, recorridos por la senda de Vitipoco, travesías a caballo por el lecho del río, paseos con llamas y visitas a emprendimientos de turismo rural en los pueblos cercanos.

Anfitriones locales

“La jurisdicción en muy grande. Extendimos la oferta turística y tenemos un programa llamado Anfitriones Locales a sitios como Sepultura, Estancia Grande, La Ciénaga, entre otras, donde el visitante puede hacer siembra de papa, extracción de leche de cabra y queso, cosecha de habas, choclo”, cuenta Castagnolo, el director de Turismo local. Los guías pueden pasar a buscar al visitante por Purmamarca, o bien el visitante puede acercarse en remise o auto particular hasta la localidad.

Durante el guiado, los pobladores relatan la historia de la comunidad y cómo es la vida diaria en un pueblo quebradeño. Son jornadas de medio día o día entero, con regreso y pernocte en el pueblo. En Purmamarca, siete pobladores fueron capacitados. “Se hicieron ocho encuentros en las comunidades, y así se armaron los circuitos. Los guías se capacitaron in situ, se realizaron los circuitos de trabajo sobre guiados, con pequeñas recomendaciones como el cuidado del medio ambiente y el patrimonio”, detalla el funcionario local.

Jugar con el paisaje

“El cerro es patrimonio paisajístico y cultural de la provincia. Por ejemplo: ya no se puede sacar tierra para moler y hacer botellitas de colores como se solía hacer, y va a haber guardias ambientales”, cuenta Fabricio Suruguay, guía de turismo. Nació en la ciudad de Jujuy, trabaja en Purmamarca y “duerme” en Tilcara, porque solo pernocta en el pueblo vecino. Vivir, vive entre los cerros, pasa el día en “Purma” y alrededores, llevando turistas de acá para allá. “Tengo llamas, llevo a la gente a caminar, sacar fotos. Se deslumbran con los colores, las tonalidades, se imaginan cosas. Jugamos con el paisaje, la historia, la biología, la conservación, lo cultural”, cuenta el guía, que arma paseos a medida. “Inventé algo que a la gente le gusta mucho, que tiene que ver con las creencias. Salimos a por la tarde-noche, y cuento el por qué de los cementerios de altura, del respeto a las montañas, explico qué es una apacheta, qué es la Pachamama, qué significa carne-vale”.

Desde que la Quebrada es patrimonio, las escuelas de turismo comenzaron a prestarle más atención, y abrirle los ojos a los pobladores. “Empezamos a descubrir que un color rojo nos cuenta una etapa geológica, un verde nos cuenta de otro pasado, comenzamos a entender que hay algas fosilizadas. Empezamos a ver un poco más desde lo técnico el valor geológico y atractivo que tienen las diferentes tonalidades del cerro”, dice Suruguay. “El Paseo de los Colorados, por ejemplo, es un rincón de 600 millones de años de un paisaje encastrado en un profundo mar. A la gente le gusta descubrir que no es simplemente una piedra, sino una roca que data de tantos millones de años donde tal cosa pasaba en la tierra y el universo. Ese es el rol del guía, contarle a la gente cosas que no ve”. 

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