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Cambiar la manera de nombrar al cuerpo de la mujer: ¿por qué importan las palabras?

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Mujer sostiene un corazón
Darwin Borrelli

LENGUAJE

Un grupo de médicos de Estados Unidos propone quitar la "vergüenza" de la anatomía femenina.

Allison Draper estaba encantada con su clase de anatomía. Como estudiante de primer año de medicina en la Universidad de Miami consideraba que el lenguaje era claro, preciso y funcional. Podía buscar el término en latín de casi cualquier parte del cuerpo y hacerse una idea de dónde estaba y qué hacía. Pero un día buscó el nervio pudendo, que proporciona sensibilidad a la vagina y la vulva o a los genitales femeninos externos. El término deriva del verbo latino pudere: avergonzarse. El nervio de la vergüenza, señaló Draper: “Me quedé fría… dije: ‘¿Qué? ¿Perdón?’”

Cuando su profesor le entregó un ejemplar de la Terminología Anatómica, el diccionario internacional de términos anatómicos, se enteró de que el término latino para la vulva -que incluye los labios internos y externos, el clítoris y el montículo púbico- era pudendum. Traducción: la parte de la que hay que avergonzarse. No había una palabra equivalente para los genitales masculinos. Y, en ese momento, se enfureció.

La anatomía como ciencia comenzó en la Italia del siglo XVI, y era una materia manejada por los hombres cultos. En aquella época era difícil encontrar un cadáver femenino y mucho menos una mujer anatomista. No es de extrañar, pues, que algunas palabras puedan sonar indelicadas para los oídos modernos. Lo que le sorprendió a Draper fue que esa disciplina pasó por 500 años de revisiones y actualizaciones y prácticamente nadie sabía lo que significaba.

El término tampoco se limitaba al mundo académico. Cualquiera que haya ido a la facultad de medicina probablemente haya aprendido a realizar un bloqueo pudendo, una inyección adormecedora en el lugar del nervio pudendo. Se utiliza para diagnosticar y tratar ciertas formas de dolor pélvico, realizar cirugías vulvares y vaginales.

Antje Barreveld, una especialista en tratamiento del dolor del Hospital Newton-Wellesley de Massachusetts, realiza unos 250 bloqueos pudendos al año. “Es increíble que este término latino haya persistido. ¿Qué dice eso sobre la élite médica y su visión de las mujeres?”, sostiene.

En 2019, Draper comenzó a investigar para un documento que argumentaba que pudendum era inapropiado como término médico y debía ser eliminado. “Fue un proyecto de fascinación”, dijo. “Tenía que llegar al fondo del asunto”.

Poner el centro en las mujeres

Al principio, la vergüenza no conocía de sexos. Los escritores romanos del siglo I utilizaban el término “pudendum” para referirse a los genitales de hombres, mujeres y animales. Pero fue a las mujeres a quienes se les aplicó la vergüenza.

En 1543, la palabra apareció junto a una extraña ilustración en un atlas anatómico de Andreas Vesalius, un médico flamenco a veces llamado el “padre de la anatomía moderna”. La imagen, aunque etiquetada como un útero humano, se parece inequívocamente a un pene, pero con un mechón de vello púbico rizado cerca de la cabeza, lo que refleja la idea de que las mujeres son solo hombres con partes internas del cuerpo imperfectas.

Un siglo después, un anatomista holandés llamado Regnier de Graaf destacó el papel del clítoris en la sexualidad femenina. “Si estas partes del pudendum no hubieran estado dotadas de una sensibilidad tan exquisita para el placer”, escribió, “ninguna mujer estaría dispuesta a asumir el fastidioso asunto de la gestación, que dura nueve meses, el doloroso y a menudo fatal proceso de expulsión del feto y la preocupante y atareada labor de criar a los hijos”.

En 1895, la anatomía reconoció oficialmente la existencia de una región pudenda tanto en el hombre como en la mujer. Pero 60 años más tarde, solo el “pudendum femininum” -la parte de la vergüenza femenina- seguía figurando en la lista. Más tarde se simplificaría a “pudendum” y se utilizaría como sinónimo algo más formal de vulva. Hoy en día, la palabra aparece en casi todos los libros de texto de medicina.

Draper no era la única persona a la que le molestaban estas raíces. En 2014, Bernard Moxham, jefe de anatomía de la Universidad de Cardiff, en Gales, colaboró con Susan Morgan, de la misma universidad, para examinar el sesgo de género en la enseñanza de la anatomía. Descubrieron que la mayoría de los libros de texto de medicina mostraban el cuerpo masculino de forma estándar y sacaban a relucir el femenino solo cuando llegaba el momento de mostrar el aparato reproductor, los genitales y los pechos.

En 2016, ambos preguntaron a cientos de estudiantes de medicina y anatomistas si les preocupaba el hecho de que la palabra “pudendo” procediera de “avergonzarse”. La mayoría no lo hizo. Un anatomista añadió que “es interesante de dónde viene, pero ya es una terminología establecida”.

Esta actitud displicente horrorizó a Moxham. No solo se trata del sexismo inherente al término, dijo: “Hay un elemento de eso, no hay duda. Pero también, creo, es científica y biológicamente inapropiado”. Por regla general, los términos anatómicos deben ser informativos y descriptivos. “Pudendum” no era ninguna de las dos cosas. “Este es el único término que tiene un contexto moral”, dijo. En 2016, Moxham propuso que el grupo de terminología de la federación -que en ese momento era todo masculino y mayoritariamente europeo- eliminara “pudendum” y las palabras relacionadas de su próximo diccionario. No podía abordar todo el sexismo dentro de la anatomía, pero eliminar esta palabra problemática parecía una tarea fácil. “No veía ningún problema”, dijo. “Simplemente no me lo podía imaginar”.

Esto no va a funcionar

El grupo de terminología describe su misión como la gestión de un vocabulario “ágil y adaptable para seguir siendo relevante en un mundo de medicina, biomedicina y profesiones relacionadas con la salud que evoluciona rápidamente”. Pero en la práctica, los avances son lentos. La norma que nos guía “es ser conservadores a la hora de plantear cambios en la terminología y lógicos al momento de ponerlos en práctica”, afirma Thomas Gest, anatomista y expresidente del grupo de terminología, en un correo electrónico.

Al principio, no todo el mundo estaba convencido de que “pudendum” fuera lo suficientemente atroz como para justificar su eliminación. Algunos argumentaban que la raíz latina no solo se refería a la vergüenza; en teoría, también podía implicar virtud o modestia. Además, si se quiere cambiar una palabra por su extraña raíz latina, habría que empezar a cuestionar cientos de términos. ¿Por qué “pene” significa cola? ¿Por qué “acetábulo” -la cavidad del hueso de la cadera- significa vinagrera?

Sin embargo, después de algunas quejas, todo el mundo estuvo de acuerdo en que “pudendum” tenía que desaparecer. Luego llegó el momento de cambiar las palabras relacionadas: nervio pudendo, canal pudendo y arteria pudenda.

Para muchos miembros del grupo, cambiar el nombre de un nervio al que los médicos se referían habitualmente era un paso demasiado grande. “No hay forma de que los anatomistas puedan mantener la credibilidad ante los cirujanos y otros biomédicos si decimos que ya no pueden utilizar ‘pudendo’”, dijo Paul Neumann, neurocientífico canadiense y miembro del grupo de terminología en ese momento. “Eso no va a funcionar”.

Durante meses, acalorados correos electrónicos sobre qué hacer con los términos ofensivos fueron de un lado a otro. Uno de los miembros acabó dimitiendo. La disputa se volvió tan contenciosa que, en agosto de 2019, a sugerencia de Moxham, el grupo acordó una moratoria de dos años para que los ánimos se enfriaran.

Draper se enteró a finales de 2019 por un párrafo al pie de un artículo médico: “Pudendum” ya no aparecería como término oficial en la próxima versión de Terminología Anatómica. Sin embargo, señalaba el artículo, la arteria, el canal y el nervio del pudendo permanecerían relativamente sin cambios “porque el uso de la palabra pudendalis en términos de estructuras presentes en ambos sexos no puede interpretarse como sexista”. No todo el mundo estaba satisfecho.

Draper, con su objetivo original cumplido, vio la oportunidad de iniciar una conversación más amplia sobre los prejuicios de género en la medicina. En su artículo, publicado este año en la revista Clinical Anatomy, sostenía que las mismas actitudes sexistas que habían permitido que el pudendum persistiera en el léxico médico durante siglos tenían consecuencias en la vida real en el cuidado de la salud actual.

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