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Beatriz Argimón, una mujer haciendo historia

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Luego de una larga carrera como legisladora Beatriz Argimón asumirá como vicepresidenta de la República.

De Portada

La vicepresidenta electa marca un hito al llegar por el voto popular al cargo, mientras se apresta a asumir habló de su vida y el camino que la llevó a la alta magistratura.

Quería estudiar para maestra de niños con dificultades de aprendizaje. Pero cuando ya estaba cursando el bachillerato sintió otro llamado más fuerte: el de la militancia política. Y el llamado se parecía demasiado a un grito de rebeldía. Tenía 17 años, su padre era funcionario público, pero la dictadura lo destituyó como a otros tantos miles de uruguayos. La realidad de su casa cambió drásticamente. Las tradiciones políticas en ese hogar eran muy claras y los mayores referentes habían sabido irse a las cuchillas a pelear sable en mano cuando la patria tenía la sangre caliente. Los tiempos habían cambiado, los lances ya no eran a lomos de caballo criollo sino en reuniones clandestinas en el paisaje urbano. Durante los años de plomo reunirse para escuchar un casete con un mensaje del líder desde el exilio ya era un acto de rebeldía. Y ese llamado pudo más. Fue el que la llevó paso a paso, cuatro décadas más tarde, hasta la Vicepresidencia de la República.

Beatriz Argimón (57) recibe al equipo de Revista Domingo en la majestuosa sala del Honorable Directorio del Partido Nacional. En la sala, el general Aparicio Saravia es omnipresente: desde el retrato enmarcado en una de sus paredes hasta sus objetos personales expuestos en una vitrina. Una simbología que se expresa en casi cada objeto de esa sala, como casi todo en la vieja casona de la calle Juan Carlos Gómez. Hasta hace apenas una hora había presidido la última sesión del organismo de dirección, pero se la ve distendida y sonriente.

Argimón preside, además, el Directorio del Partido Nacional.
Argimón preside, además, el Directorio del Partido Nacional.

En pocos días más Argimón asumirá funciones al comienzo de la nueva legislatura. Su imposición en el cargo tendrá, además, un carácter de hito histórico ya que es la primera vez que una mujer es electa para ocupar la vicepresidencia de la República. Pero para ella es, en realidad, otro hito que suma a su carrera política, ya que la presidencia del Directorio blanco supuso un acontecimiento sin precedentes en la historia de la colectividad. Su capacidad negociadora será puesta a prueba en ambos cargos.

Parece la coronación de una larga trayectoria política -Beatriz Argimón tuvo un cargo importante ya en el gobierno de Luis Alberto Lacalle de Herrera-; sin embargo, apenas comienza una nueva etapa.

Una vida dedicada a la política que, claro, comenzó en su adolescencia. Y en ese lapso también fue madre de dos hijos y ahora es abuela.

El grueso de su carrera la hizo como legisladora aunque también ocupó cargos de gobierno.
El grueso de su carrera la hizo como legisladora aunque también ocupó cargos de gobierno.

tiempos oscuros. “Tengo la imagen de mi padre y de mi madre el 27 de junio, el día del golpe que ya se venía gestando, de sentarnos a las dos y de contar a sus dos hijas en edad escolar de manera que pudiéramos entenderlo que había ocurrido un quiebre institucional”, cuenta.

Ella y su hermana iban a la escuela, pero el golpe, entre otras cosas, supuso la interrupción de las clases. Y así, sin que ni siquiera supieran bien cómo, la política se filtró en sus vidas.

Unos años después el régimen terminó por destituir a su padre, una de las tantas maneras que tuvo de perseguir y someter a sus opositores la dictadura.

Y este episodio, que cambió por completo la dinámica de su casa, fue tal vez el disparador para que se iniciase en la militancia política.

“A mis padres mucho no les entusiasmaba la idea. Estábamos en dictadura y yo cursaba el quinto o sexto año del preuniversitario. Empecé a contactarme y a militar en los movimientos de jóvenes y de ahí no paré nunca más”, recuerda.

La actividad de los partidos políticos no existía en su aspecto público; sin embargo, las organizaciones se mantenían en marcha en una semiclandestinidad. El Partido Nacional no escapaba a esa realidad. Su máximo líder Wilson Ferreira Aldunate estaba en el exilio, considerado junto a Líber Seregni entre los principales enemigos del régimen.

“Mi generación está muy marcada por la apertura democrática; y la venida de Wilson adquiere en todo esto, para los blancos y para los no blancos, un relieve especial”, señala Argimón.

A principios de la década de 1980, en el tramo final de la dictadura, tanto los blancos como la izquierda pugnaban en las calles por el desexilio y la liberación de sus dirigentes. Entre los blancos, en particular, el retorno de Wilson Ferreira era la instancia más esperada. Los jóvenes militantes como Beatriz escuchaban con fervor casi religioso los mensajes que el histórico caudillo enviaba periódicamente a sus seguidores. La posibilidad de verlo retornar al país los desvelaba.

Luego del triunfo en las internas Lacalle Pou anunció la fórmula presidencial.
Luego del triunfo en las internas Lacalle Pou anunció la fórmula presidencial.

“Esa figura impresionante de la que muchos de nosotros teníamos una imagen distante en términos de haberla visto, porque éramos muy niños cuando en el 71 llevó aquella elección adelante como candidato del partido, pero que, sin lugar a dudas, era para todo el mundo ese faro democrático que denunciaba la dictadura uruguaya y las violaciones a los derechos humanos”, recuerda.

Cuando finalmente se produjo el regreso, aquel recordado 16 de junio de 1984, ya en los estertores del régimen, miles de militantes, no solo del Partido Nacional sino de todos los sectores, salieron a las calles a recibirlo en una de las manifestaciones multitudinarias más grandes de la época. “Fue realmente un episodio muy removedor”, relata con emoción.

Cuando pocos meses después se convocó a elecciones con Wilson Ferreira Aldunate y Líber Seregni proscriptos la marea democrática ya era incontenible.

Por esas épocas Beatriz había comenzado a enfocar su militancia en los asuntos sociales. Participaba de las agremiaciones estudiantiles y seguía de cerca la actividad de los incipientes sindicatos. Por ello pronto descubrió dentro del partido su lugar natural en la Secretaría de Asuntos Sociales, un ala del partido que había creado Ferreira Aldunate.

Y las imágenes de aquella época son las que perduran. “Esa postura impresionante, esa voz tan característica”, rememora. Pero, sobre todo, cree haberse sentido marcada por la mirada del líder sobre las formas de organizarse de la sociedad, tanto a través de sindicatos como de agremiaciones estudiantiles u organizaciones sociales. “Él tenía muy claro los tiempos que venían y cómo en el mundo se daba el avance de la sociedad civil organizada”, cuenta.

el espacio de la mujer. Si es cierto que la mujer ha debido de conquistar cada palmo de terreno en lo social, profesional y laboral, no es menos cierto que ha debido hacerlo en la política, un espacio tradicionalmente reservado a los varones. Mujeres como Beatriz Argimón debieron hacerse su espacio en todas las colectividades políticas, a derecha e izquierda del espectro.

-¿Cómo fueron esos años en los que fue haciéndose un espacio a través de la militancia cuando las condiciones eran complicadas para las mujeres en general?

Junto a su hijo Juan Santiago en el acto de despedida en La Paloma.
Junto a su hijo Juan Santiago en el acto de despedida en La Paloma.

-Yo creo que al haber empezado tan joven y en épocas complicadas, había también un cuidado con la más chica del equipo. Eso de mirar siempre dónde estaba y de tener cuidados. Era una militancia con objetivos muy claros y, en principio, no competíamos. En realidad, yo me destaco por ser una militante y, por lo tanto, ahí no sentí en ningún momento discriminación, diferencias, salvo en los primeros tiempos cuando me tenía que ir de casa y era complicado. Después el gran tema viene cuando ya aparezco en una competencia por un espacio político determinado. Ahí sí empiezo a ver que no era lo mismo el espacio competitivo para las mujeres que para los varones, con códigos de relacionamiento diferentes, con horarios determinados, con estrategias de negociación que no conocía. Y ahí sí hubo todo un proceso de aprendizaje que tuve que hacer y también de definición clara de querer ser mujer política y qué clase de mujer política quería ser. Yo siempre tuve claro que iba a hacer cuestión de ser mujer en mi militancia, que iba a cuidar mucho mi feminidad. No tenía modelos, pero tenía sí, porque ya empezaba a haber, referentes en los partidos que hacían cuestión de la condición de la mujer y me adherí a esos postulados.

Debieron pasar varios años después de la apertura democrática para que el papel de la mujer adquiriera otro relieve. Argimón recuerda que la “invisibilidad” femenina alcanzaba tanto a las que debieron quedarse en el hogar sacándolo adelante cuando su pareja fue encarcelada o perseguida, como a las propias presas políticas. “Porque hubo una cultura, predominante en esos tiempos, que hizo precisamente que se aceptase otra mirada”, explica.

De algún modo Argimón lo vivió en carne propia. Debió aprender a combinar su vida política con los quehaceres de madre. “En un momento en el que recién se percibían las nuevas masculinidades, que contribuían desde cambiar pañales y dar mamaderas, colaborar en llevar a la guardería, algo que hoy es muy común y que por suerte acontece, en mi época todavía era muy incipiente”, recuerda.

Pero de algún modo se las ingenió para llevar a sus hijos a actos políticos o a reuniones de trabajo (ver nota aparte). Algo que comenzaba a normalizarse entre sus colegas de otros partidos.

“Es el momento donde la ciudadanía empieza a apropiarse de una agenda diferente y empieza a haber un grupo de mujeres de todos los partidos que trabajan juntas por encima de los pensamientos filosóficos que pudieran tener”, señala.

El ascenso dentro de las estructuras del partido fue una carrera compleja y llena de obstáculos. “A mí me tocó un partido que tenía los indicadores de presencia femenina en los lugares de decisión más bajos”, comenta.

Desde entonces hasta hoy los cambios han sido varios y notables. La designación de Beatriz Argimón como compañera de fórmula del entonces candidato presidencial Luis Lacalle Pou era el corolario de un largo proceso reivindicativo del feminismo como corriente transversal a todos los sectores políticos que terminó por “normalizar” las definiciones paritarias.

Argimón representa un feminismo asociado a ideas liberales o de centro. En temas de fuerte polémica como el del aborto, que ha sido levantado por el feminismo, Argimón ha tenido una postura propia. Aunque no apoyó la legalización, tampoco sostuvo las manifestaciones de los grupos pro-vida, con las que se mostró en discordancia.

En esta etapa le tocará presidir la Asamblea General, una perspectiva que la entusiasma. “Creo que va a ser una legislatura muy movida, de mucho intercambio, donde también se van a tener que transitar aspectos de modernización del trabajo parlamentario”, apunta.

En la marcha contra la violencia de género junto a Glenda Rondán y Graciela Villar.
En la marcha contra la violencia de género junto a Glenda Rondán y Graciela Villar.

“Fue algo más que un cargo”

Durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle de Herrera (1990-1995), Beatriz Argimón fue directora del Instituto Nacional del Menor (Iname, hoy Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay, Inau). “Fui la más joven de los 150 cargos jerárquicos del gobierno. En realidad, para mí más que un cargo público fue una experiencia de vida inolvidable”, apunta Argimón. El ejercicio del cargo exigía la dedicación al terreno más crítico de las políticas sociales: la infancia y la adolescencia. “El instituto abarcaba, además, las cárceles de menores que existían por entonces. Y yo tenía hijos chicos en esa época, así que fue algo muy especial, de mucho compromiso”, recuerda. A principios de la década de 1990 comenzaba a ser palpable como un problema endémico la existencia de una minoridad en situación crítica. Los infractores juveniles eran ya un verdadero dolor de cabeza para las autoridades, aunque aún no existía el fenómeno de las adicciones que agravó el cuadro durante los últimos años. De todos modos los motines y las fugas en los centros de detención juvenil eran una constante, también los delitos protagonizados por delincuentes juveniles cada vez más activos. “Yo sigo sintiendo un compromiso muy grande y muy profundo con la institución, a menudo tan estigmatizada, porque se ocupa de una situación muy triste de nuestra sociedad, de los más vulnerables, de los niños abandonados o sin hogar”, señala Argimón. En ese contexto, uno de los mayores problemas de la época tenía que ver con otra epidemia en ciernes, más silenciosa pero letal: el virus del HIV. “Fue terrible encontrar que teníamos el HIV en niños, de las peores cosas que recuerdo. Incluso el directorio del instituto debió dejar sin efecto un hogar debido a la fuerte estigmatización en la que terminó por esa causa”, recuerda. Y, si bien su cargo actual no la llevará a estar en contacto directo con esta realidad, Argimón admite que hará un seguimiento particular sobre el instituto. “Creo que nuevamente el Inau asume los desafíos de un cambio civilizatorio, como es el momento en el que estamos, y es una de esas instituciones que requiere de respuestas rápidas, inmediatas. No tengo dudas de que estos son los cambios que más nos interpelan”, sostiene.

De vice a vice, de orilla a orilla

El vínculo con Argentina es uno de los temas centrales en cuanto a políticas regionales. Pero en particular para el gobierno electo que deberá relacionarse con uno de signo opuesto. “Independientemente de los partidos, nosotros tenemos intereses en común. Pero además, con Argentina tenemos un vínculo afectivo muy especial, como de algún modo lo tenemos con Brasil. Por eso creo que siempre vamos a anteponer ese vínculo especial a todo lo demás”, considera Beatriz Argimón. La vicepresidente electa aclara que aún no ha tenido ningún tipo de contacto con su par argentina, Cristina Fernández de Kirchner, aunque entiende que “desde el punto de vista institucional las relaciones deben ser cordiales y así esperamos que sean”.

Compartir la actividad política “nos juntó mucho como familia”

Desde que comenzó su carrera como edila en la Junta Departamental de Montevideo, Beatriz Argimón también construía su vida como mujer. Y ello la llevó pronto a la maternidad y a compatibilizar la vida política con la hogareña. Dice que una de las imágenes más fuertes de aquellos tiempos es una foto que conserva de sus hijos Juan Santiago y María Belén, muy pequeños y abrigados con gorros y bufandas durante una vigilia por Aparicio Saravia un 10 de setiembre. “Era una noche muy fría y están los dos como en una carpa, todos abrigados con gorro y bufanda acompañando a mamá que tenía que cumplir con la vigilia de Saravia”, recuerda. Y, desde entonces, sus hijos suelen acompañarla a las actividades públicas. En el reciente acto celebrado en La Paloma donde Luis Lacalle Pou se despidió de la actividad partidaria Beatriz fue acompañada por su hijo Juan Santiago. “En el acto de Kibón (cuando celebraron la victoria electoral) estaba María Belén con mi nieto”, agrega. “Todas esas instancias de crecimiento profesional en las que yo hacía cuestión de compartir con ellos, nos juntó mucho como familia”, asegura.

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