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Alberto Sonsol: "Nadie se mete en el periodismo deportivo si no es hincha"

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Alberto Sonsol

EL PERSONAJE

En 1984, decidió que quería ser periodista deportivo. Hoy es una de las voces del deporte uruguayo, y su desafío es afianzar su espacio como relator de fútbol en la televisión.

Desde la última vez que Alberto Sonsol había estado en Israel, habían pasado 33 años. Regresó a Uruguay en 1984, y solo volvió al país de Medio Oriente en 2017, y sin embargo, recordaba la esquina de memoria. Le pidió a su esposa y una pareja israelí amiga que lo acompañaran. Pensaba que podía quedar algo de lo que había sido El Gaucho, la parrillada de un argentino a la que fue porque, le dijeron, “se ganaba bien”. No quedaba nada. En su lugar, había una peluquería de damas.

“Entré, había dos o tres mujeres secándose el pelo, unos muchachos atendiendo, y yo me quedé duro mirando. Un tipo me preguntó en qué me podía servir y le dije que era muy largo de explicar, que me dejara mirar dos minutos y me iba. Y miré dos minutos y no sabés cómo salí de emocionado”, cuenta. Esa parrillada devenida en peluquería fue el lugar en el que Sonsol definió su futuro: “La decisión de mi vida fue Uruguay y el periodismo deportivo”.

Entonces largó la bombacha de campo —en la parrillada lo hacían vestirse de gaucho— y volvió a Uruguay. “Creo que mal no me ha ido”, bromea. Y lo cierto es que no, porque entonces Sonsol llegó y arrancó con el deporte. Es la voz que acompaña el basquetbol uruguayo tanto en radio como en televisión. Tiene vasta experiencia relatando fútbol por la radio y hace un mes y medio emprendió el reto de convertirse en el relator de Tenfield para la televisión, después de la salida de Romano. Tuvo un poco de experiencia en Canal 10, cuando el Mundial, pero ahora tiene que hablarle a hinchas de Peñarol y Nacional. Arrancó con el clásico.

“La primera vez que relaté, estaba de movilero en el partido de Biguá y Verdirrojo, en la cancha de Verdirrojo. Era diciembre de 1984. Trouville, Tabaré y Biguá definían el campeonato, terminó Trouville-Tabaré y todos los focos se pusieron sobre Biguá. Tuve que relatar tres minutos, pero eran de verdad, en vivo, para gente (antes había relatado en la ducha). Terminó y dije: “Vamo’ arriba, salió bien. Y fueron tres minutos que se transformaron en 35 años”.

Sonsol parece tener un inventario de fechas que lo marcaron. Puede decir, por ejemplo, que el 12 de julio de 1985, relató su primer partido completo por Radio Universal, donde Alberto Kesman le abrió la puerta. Antes, en febrero, había estado transmitiendo la liguilla de básquetbol de la época por Radio Centenario. “A mí me gusta el relato, contar lo que está ocurriendo en el preciso momento que está sucediendo. No me voy a poner como ejemplo, pero no es para cualquiera y no hay escuela de relatores. Tenés el don o no lo tenés, y el que tiene la dinámica del relato, relata cualquier cosa, hasta una carrera de embolsados”, afirma.

Pese a que tiene una carrera extensa y parece estar en su hábitat natural, es consciente de que relatar fútbol por televisión no es así nomás. “Es un gran desafío y todavía estoy buscando el punto exacto para los tiempos de la televisión en materia de relato”, comenta. Prefiere contar el tiempo en partidos, y cree que con un par más se va a sentir mejor. Aclara: “No es que no me sienta yo, pero hay tiempos que hay que despertar, y no tengo duda de que en poquitos partidos ya está”.

El desafío es el tiempo, encontrar el punto exacto. Pero hay algo que para Sonsol es más importante, tanto en la pantalla como en el dial, y es que hay que “pensar en el hincha, siempre”. Su principio es dar lo máximo cada vez que se prenda el micrófono o la cámara. “No importa si el estadio está lleno o vacío”, recalca, y añade: “Yo soy hincha. Nadie se mete en el periodismo deportivo si antes no es un hincha. Además, cuando relato un partido, también soy hincha mío y de mi familia”.

—¿Entonces cree que la objetividad se puede?

—El que no puede dar ese paso, no puede ser periodista deportivo, se queda en hincha. Nunca me planteé el tema. Yo nací en Palermo y soy de Atenas, y de Peñarol. Punto. Ahora, he relatado triunfos de Atenas divinos, y he relatado derrotas dolorosas, al punto de que rivales me venían a felicitar. Eso no tiene precio. Tengo amigos que me cuestionan cómo puedo gritar un gol de Nacional. Yo les respondo que el gol es mi mercadería. “Vos vendés zapatos, ropa, panchos. Para mí el gol es tu par de zapatos, tu jean”, les digo, y ahí empiezan a entender un poco más la cosa.

Y para explicar la objetividad, también recurre a su anecdotario: “De chico mis viejos veraneaban en Piriápolis, y yo me llevaba una radio muy chiquita. Un sábado de noche, pleno verano, Atenas jugaba en Montevideo, y yo salía a un espacio abierto y trataba de sintonizar la radio -mientras lo cuenta, demuestra con los gestos que giraba con el aparato pegado al oído-, y en el lugar que se escuchaba un hilito, pero que se entendía, me quedaba duro como una estatua. Si me movía un milímetro ya no se escuchaba. Estuve así todo el partido, ganó mi cuadro y el speaker, en lugar de hablar de Atenas, habló todo el tiempo de lo mal que jugó el rival. De eso aprendí que una vez que se termina el partido, el cuadro que gana se lleva todo”.

Otra de sus preocupaciones, es que considera que para ser periodista deportivo es importante haber pasado alguna vez por una cancha. En su caso, cuenta, jugó muy mal tanto al básquetbol, cuando era uno del montón en los juveniles de Atenas, y en el fútbol, cuando estuvo en el Milan, un cuadro de baby fútbol que había en Palermo. “Me entreveraba”, comenta.

Por esta preocupación, siempre pensó que cuando estuviera al frente de un programa deportivo, querría tener al lado a jugadores profesionales. “Ni vos ni yo pateamos un penal frente a 50 o 60 mil personas, ni salimos por el túnel, ni recibimos una ovación o una silbatina. No sabemos lo que es ganar o perder con la camiseta puesta”, le dijo a Alfredo Echandy cuando en los noventa, cuando entró a La Hora de los Deportes. Su colega estuvo de acuerdo, y llamaron a Fernando Morena y a Wilmar Cabrera. “Hoy, cuando veo que los jugadores se quieren meter en temas de fútbol, digo: ¿pero y qué me van a hablar a mí si lo hice en el 93. Y hoy conmigo en la radio está Jorge Seré, campeón con Nacional”, sostiene.

Soledad versus familia

A Sonsol los viajes lo han marcado. Un paseo a Londres en 1979, cuando vivía en Leicester por el trabajo de su padre, le enseñó sobre la soledad. Estaba a 300 kilómetros de la capital inglesa, y un fin de semana en el que tenía un poco de plata en el bolsillo decidió irse a hacer un recorrido: “Estaba parado en Picadilly Circus, pasaba el mundo por al lado mío. Hindúes, pakistaníes, chinos, japoneses, americanos, pero yo escuchaba hablar español y era como si fuese un hermano de sangre. Y ahí empecé a interpretar la soledad como una cosa así. No era estar solo, es estar de repente vos con el mundo, pero no tener con quién hablar”.

Entonces hoy, además de dedicar sus días, sus horas, a veces sus noches, al deporte, también aprovecha a la familia. Su cuenta de Instagram es testimonio del tiempo y los recuerdos que crea con ellos. Entre las últimas publicaciones, figura el viaje a Puerto Rico, donde aprovechó unas vacaciones en familia y vio el partido de Uruguay contra la selección de ese país en básquetbol. Sabe que Patricia, su esposa, lo conoció así, periodista, y lo quiere así. “Me ha ido acompañando en todos los momentos lindos, y en los otros”, comenta. Tanto a ella como a Micaela, Diego, Alejandro, sus tres hijos, los considera su sostén.

A Diego y Alejandro también los imantó el periodismo deportivo, y hoy lo acompañan en El Espectador. “Diego jugó al fútbol, Lali (Alejandro) ama la profesión de periodismo sin haber jugado”, cuenta. Así mismo, dice que respecto a sus hijos, está para lo que sea. “Si mañana Lali viene y me dice: ‘Papá, quiero ir a la Luna, quiero ser astronauta’, le respondo que si es su meta, que estudie, que aprenda, y yo lo empujo”, afirma.

Así como habla del fútbol y el básquetbol, habla de la familia, de los referentes y las enseñanzas. De la soledad, de las críticas. Eso sí, para todo hará partícipe su caja de anécdotas, porque Sonsol, además de periodista deportivo, es un relator de la vida.

Sus cosas

UN LUGAR
fútbol
Estadio Centenario

No recuerda el primer partido que vio en su vida. Pero sí la primera vez que pisó el Centenario: fue el 4 de noviembre de 1967. No había cumplido los 10 años, y su tío Jacobo Sonsol lo llevó a ver la final del mundo entre Racing de Argentina y el Celtic de Escocia. “No sabés lo que era el estadio de argentinos hinchas de Racing”, recuerda.

UN RELATOR
Hebert Pinto
Hebert Pinto

En su niñez, los relatores referentes eran Carlos Solé y Hebert Pinto. “Yo era más de la línea de Pinto, fue más revolucionario. Iba a los vestuarios, cosa que Solé no hacía, por ejemplo. Empezó a adornar la transmisión para competirle a Solé”, recuerda. Después lo marcó el relato de Víctor Hugo Morales, y a Alberto Kesman fue fundamental en su carrera.

UN BARRIO
partido fútbol
Palermo

Vivió en Palermo desde que nació hasta los 13 años. En ese entonces era un barrio sin edificios, con más descampado, y recuerda su infancia como un momento feliz: “Era llegar de la escuela y correr al campito. Era jugar a lo que fuera, al fútbol, a la escondida, a la mancha, a la bolita, al trompo. Siempre con los pibes del barrio”.

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