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Un Aristóteles caliente

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El País

Juan E. Fernández Romar

EN LOS ÚLTIMOS OCHO años, la figura de Cornelius Castoriadis ha ganado un mayor relieve internacional. A medida que se multiplican las lecturas de su vasta obra, aparece con gran claridad su influencia política en la génesis de la rebelión obrero-estudiantil del mayo francés. Incluso se lo suele señalar como el gran ideólogo de ese proceso y autor intelectual de la consigna revolucionaria, "La imaginación al poder", reproducida mil veces en los muros parisinos en 1968. De hecho fue el gran filósofo de la imaginación, proponiéndola teóricamente como la fuente perpetua de creación humana y como el componente básico de los procesos instituyentes de toda sociedad.

Ya se cumplió una década desde su desaparición física ocurrida en París el 26 de diciembre de 1997 luego de una complicada cirugía cardíaca. Por entonces contaba con setenta y cinco años de edad y más de cincuenta de intenso debate con la intelectualidad europea de todos los sectores políticos.

Se destacó como economista, filósofo, sociólogo, politólogo y también, en la última etapa de su vida, como psicoanalista, aportando originalidad en todos esos campos desde una perspectiva autónoma e incómoda para los sucesivos cánones y modas intelectuales. Fue criticado y perseguido por comunistas y fascistas a lo largo de muchas décadas ("Fue más fácil escapar de ellos que entender la naturaleza social de la URSS", dijo en más de una ocasión) e inspiró directa o indirectamente movimientos contestatarios en países tanto capitalistas como comunistas.

Su gran amigo, el filósofo Edgar Morin, lo definió como un "Aristóteles caliente" y admiró su enciclopédica capacidad discursiva y su insaciable apetito cultural, rodeado siempre de revistas científicas, libros de poesía, y discos de todos los géneros y estilos.

Era un hombre apasionado, de gestos vehementes, divertido, vital, enérgico y generoso, reconocido por sus costumbres sencillas, su distracción y su descuidada forma de vestir.

En invierno usaba un gorro bastante elemental de astracán y deambulaba con grandes legajos de papeles bajo el brazo, tachonados con anotaciones manuscritas en varias tintas, que finalmente nunca usaba en sus clases y conferencias.

De sus ancestros dispersos por el imperio otomano, había heredado algunas costumbres del campesinado de los Balcanes y una pasión por la filosofía, digna del siglo de Pericles.

Era una persona austera que detestaba la frivolidad de la moda y la feria de las vanidades académicas. En 1992 un grupo de alumnos le mostraron entusiasmados la primera versión recién publicada de sus conferencias de 1986 en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde abordaba el problema del sujeto y la verdad en la filosofía griega. Castoriadis tomó el libro con asombro y comentó: "Vaya, no sabía que había escrito un nuevo libro".

Le gustaba afirmar que su oficio no era el ensayo ni la retórica sino el hacer música; partituras de ideas que invitaban a ser recreadas al tiempo y modo de cada intérprete.

Cuando sobrevino el infarto final pasada la Navidad del `97, la muerte lo encontró activo, en compañía de su segunda esposa Zoé y de sus hijas Cybèle y Sparta; rodeado de publicaciones anotadas sobre acontecimientos recientes, probablemente artículos sobre el segundo mandato de Clinton, la clonación en Escocia de la oveja Dolly, la devolución a China de la isla de Hong Kong, o la victoria electoral de Tony Blair después de dieciocho años de conservadurismo británico. Durante sus últimos años repetía con frecuencia las palabras de Oscar Wilde: "Lo terrible de envejecer es que uno sigue siendo joven".

De Estambul a París. Cornelius Castoriadis, (Corneille para sus amistades francesas) nació en Estambul el 11 de marzo de 1922 aunque se crió y educó en Atenas, demostrando un interés muy temprano por la política y la filosofía. A los 15 se integró a la Juventud Comunista griega, organización ilegal que combatía la dictadura de Metaxas.

Pocos años después vio cómo se llevaban presos a sus amigos y camaradas más cercanos. El joven Cornelius quedó muy impresionado y marcado de por vida al comprobar que, pese a las brutales torturas que recibieron, ninguno lo delató. Sin embargo, el comportamiento político de la Unión Soviética y las respuestas del Partido Comunista griego frente a la represión desencadenada en su país, lo decepcionaron. Luego de algunos intentos de generar un polo revolucionario dentro del partido, lo abandonó y comenzó a militar en agrupaciones radicales trotskistas. El Partido Comunista se había vuelto -a su juicio- un claro ejemplo de una organización reaccionaria, chauvinista y totalitaria. El intento comunista de dar un golpe de Estado en Grecia en diciembre de 1944 fue visto por Castoriadis como la confirmación del afán totalitario de los soviéticos y de su voluntad expansionista. A partir de esa fecha, Castoriadis comienza también a disentir con sus camaradas trotskistas y a cuestionar la difundida tesis de que la Unión Soviética era un "Estado proletario deformado" y por lo tanto recuperable para los fines nobles de la revolución.

Las objeciones de Castoriadis se vieron confirmadas luego de la Segunda Guerra Mundial con el devenir del bloque soviético, al que observó como la emergencia de un "capitalismo de Estado" burocrático y totalitario. Por entonces, Castoriadis procuraba complementar su formación militante cursando estudios universitarios de derecho, economía, y filosofía, siguiendo un currículo autoimpuesto muy heterogéneo.

No obstante, su pertenencia a uno de los sectores más radicales del espectro político griego y su actitud cuestionadora, lo ubicaron en la mira de muchos militantes organizados de diversos sectores. Llegó a ser amenazado de muerte por fascistas y comunistas en forma simultánea. Al multiplicarse la violencia política, decidió abandonar su país. La obtención de una beca de estudios en París facilitó esa mezcla de exilio y emigración forzada. En diciembre de 1945 abordó el Mataroa, un barco neozelandés, recordado por llevar a Francia a gran parte de la nueva intelectualidad griega, grupo que incluía a los filósofos Kostas Axelos y Kostas Papaioannou, entre otros.

París era una barricada. Vinculado aún con el trotskismo, a su llegada a París Castoriadis establece relaciones con grupos de esa orientación. Pese a su juventud, su apasionado estilo y la seguridad que revelaba al comunicar sus ideas le permitieron ganar seguidores y desarrollar una corriente crítica dentro de la estructura partidaria que se habían dado los trotskistas. En otoño de 1948, después de numerosas disidencias y discusiones, su grupo de referencia resuelve alejarse del trotskismo y fundar la revista Socialismo o barbarie, en la que profundizan sus críticas al estalinismo, el leninismo, y a la propia doctrina marxista. El equipo de redacción de la revista terminó disolviéndose en 1966 aunque volvió a juntarse para apoyar la rebelión de 1968.

En sus primeros años en Francia se abocó entre otras cosas a traducir por primera vez al griego la obra del sociólogo Max Weber. A fines de 1948 ganó un puesto como economista en la secretaría de la OECE (OCDE desde 1960), un trabajo privilegiado en el que se sentía un infiltrado ideológico y que le permitió obtener de primera mano información económica y estadística de la economía mundial con la que elaboró gran parte de su trabajo crítico.

Durante esos años se constituyó también como uno de los pocos interlocutores de izquierda de Jean-Paul Sartre, quien por entonces ejercía un incuestionado reinado intelectual en Francia. Al ser consultado sobre una polémica que habían mantenido en relación con la evolución del bloque comunista, Sartre llegó a decir: "Castoriadis suele tener razón en lo que dice pero opina siempre en el momento equivocado". La réplica no se hizo esperar y Castoriadis respondió: "Sartre tiene el honor de estar equivocado en el momento justo".

Durante las protestas del Mayo Francés, Castoriadis mantuvo un bajo perfil a nivel público. No obstante, la "barra" de Socialismo o barbarie colaboró de múltiples formas en las convocatorias a la huelga general, y años después el líder estudiantil de la revuelta, Daniel Cohn-Bendit, confesó haber utilizado casi textualmente las ideas de Castoriadis en sus discursos, proclamas, consignas y propuestas. En diciembre de 1970, poco después de habérsele concedido la ciudadanía francesa y de haber sido nombrado Director de Estadísticas y Cuentas, renunció a la OCDE.

No burocrático. El pensamiento de Castoriadis constituye un buen ejemplo de independencia teórica frente a las modas y hegemonías filosóficas coyunturales del continente europeo. Su condición de exiliado político, su extranjería cultural en la meca de la filosofía prêt-à-porter y su devoción por los clásicos de la Grecia antigua quizás hayan sido los determinantes del carácter irreductible de sus reflexiones frente a cualquier intento de clasificación o de filiación a una escolástica específica.

Indiferente a las derivas posmodernas Castoriadis se inquietó siempre por las dificultades de las sociedades contemporáneas para cuestionarse a sí mismas y para imaginar otros futuros y destinos posibles. Su abundante obra presenta un carácter circular, vuelve una y otra vez sobre el problema de la dominación social y las búsquedas de nuevas formas de autonomía, individuales y colectivas.

Algunos de sus libros como La sociedad burocrática (1973); La institución imaginaria de la sociedad (1975); Las encrucijadas del laberinto (1978); Los dominios del hombre. Encrucijadas del laberinto (1978) son ya textos clásicos e inspiradores del movimiento socioanalítico francés delineado por René Lourau y Georges Lapassade, entre otros. Otros textos posteriores como De la ecología a la autonomía (1982), La violencia de la interpretación (1985) o El mundo fragmentado (1993) han sido también muy influyentes en ámbitos disciplinarios diversos como la sociología, la economía, la política o el psicoanálisis disidente y no corporativo.

Su trabajo se organiza en torno a dos ejes: sus escritos políticos y su obra filosófico-piscoanalítica sobre los procesos de institucionalización social. Los textos políticos comprenden ataques a la ortodoxia marxista, a los dislates del socialismo real; reflexiones sobre los alcances y posibilidades de la democracia; y las transformaciones subjetivas de las sociedades contemporáneas en la era poscomunista.

Un psicoanalista tardío. Durante los años 60, Castoriadis profundizó sus estudios psicoanalíticos, y junto con su primera esposa, la prestigiosa psicoanalista Piera Aulagnier, con quien estuvo casado durante quince años, asistió a los seminarios de Jacques Lacan, a quien admiró intelectualmente a pesar de que terminó enfrentándolo debido al autoritarismo intelectual y a la "burocracia conceptual" imperante en el "feudo" lacaniano. En 1964 se había matriculado como miembro de la Escuela Freudiana de París creada por Lacan, con quien empezó a tener crecientes desavenencias en 1967. Dos años después abandonó esa escuela para participar junto con Aulagnier y otros disidentes de la creación del denominado Cuarto Grupo, la Organización Psicoanalítica de Lengua Francesa, dotada con estatutos abiertos a la novedad y a la creación teórica y sin vinculación alguna con la Internacional Psicoanalítica. En 1973, a los 52 años de edad, Castoriadis comenzó su práctica clínica como psicoanalista, labor que continuaría hasta el final de su vida.

Los años 70 fueron épocas de grandes polémicas teóricas con el filósofo Michel Foucault y otros autores proclives a proclamar "la muerte del hombre" y la "desaparición del sujeto" en la filosofía y el pensamiento social. Para Castoriadis, adoptar esa posición era circunscribirse a líneas de pensamiento muy eurocéntricas, cerradas y autosuficientes, y también un gesto parecido a declarar "la muerte literaria y superación estética de Mark Twain… algo un poco exagerado, ¿no les parece?".

Los 70 fueron también los años inaugurales de una nueva legitimación académica de Castoriadis como filósofo, quien pasó de enseñar Economía en la facultad de Nanterre a la docencia de Filosofía en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en 1980. Desde el comienzo de los 80 sus viajes internacionales como invitado académico se volvieron más frecuentes, dictando conferencias en universidades muy diferentes entre sí en ciudades como Nueva York o Montevideo.

En los últimos años de su vida insistía en la necesidad de reformular una nueva "ética de la mortalidad" reconociendo plenamente la naturaleza humana, finita y perentoria, opuesta a cualquier heterónoma promesa de eternidad.

Castoriadis por dos

A FINES DE 2007 al cumplirse diez años de la desaparición física de Castoriadis, la Editorial Nordan-Comunidad homenajeó su memoria con la publicación de un texto muy original, cuyo eje central son cuatro diálogos desarrollados por el filósofo griego con diversos intelectuales de proyección internacional en los estudios de Radio France Culture a mediados de los años 90.

Siguiendo una idea propuesta por la periodista Katharina von Bulow, Castoriadis presentó una lista de invitados posibles con los que deseaba tener un "mano a mano" radial para discutir ciertos tópicos. La mayoría aceptó gustoso dando cuenta del respeto que le tenían. Los diálogos seleccionados en este libro corresponden a los que mantuvo con el escritor y poeta mexicano Octavio Paz; el biólogo Francisco Varela, el matemático Alain Connes, y el psicoanalista francés Jean-Luc Donnet.

Para enriquecer esta multiplicación de voces e ideas, Nordan le solicitó a especialistas nacionales un comentario de lo expresado en la transcripción de estos programas radiales. De este modo, el escritor Fernando Aínsa se encargó de ilustrar el diálogo entre Castoriadis y Paz; el biólogo Fernando Lema asumió el comentario del intercambio con Francisco Varela; la escritora y psicoanalista Raquel Lubartowski se responsabilizó del análisis de la conversación con Jean-Luc Donnet; y el matemático Mario Wschebor amplió y explicó la entrevista con Alain Connes.

La acertada inclusión de comentaristas locales potencia el carácter didáctico del texto ya que en todos los casos complementan la información implícita en la conversación, aportando datos biográficos o teóricos que facilitan la lectura.

Cabe destacar también la afectuosa crónica de la visita de Castoriadis a Montevideo en octubre de 1993, desarrollada por Ruben Prieto a modo de prólogo, jalonando con recuerdos y anécdotas el tránsito del pensador griego por la Comunidad del Sur y por la Universidad local.

El lector interesado en estos temas podrá también encontrar en los anaqueles de las librerías Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997), una excelente compilación de entrevistas realizadas a Castoriadis que cubren los diferentes períodos de su obra. Es un documento fundamental para los estudiosos de su obra en el que se revelan diferentes facetas de la interna de Socialismo o barbarie y se pasa revista a la cuestión de la democracia, su horizonte indeterminado, su pasado y su futuro.

DIÁLOGOS Y CONTROVERSIAS. Ed. Nordan, Montevideo, 2007. Distribuye Pablo Ameneiros. 125 págs.

UNA SOCIEDAD A LA DERIVA. Entrevistas y debates (1974-1997), Ed. Katz, Buenos Aires, 2006, Distribuye Gussi. 350 págs.

Revista influyente

SOCIALISMO O BARBARIE fue originalmente el nombre de un grupo de inspiración marxista francés fundado en la posguerra de una gran influencia en las nuevas generaciones de intelectuales gracias a la revista de igual nombre editada entre marzo de 1949 y agosto de 1965. El nombre remite a una consigna lanzada por la revolucionaria Rosa Luxemburgo en 1916, y adoptada por la Liga Espartaquista que se caracterizó por la defensa de la democracia obrera frente a la visión militarista detentada por Lenin. Sus militantes se oponían a la utilización del terror como herramienta política, repudiando los asesinatos y alegando que la lucha no debía ser nunca contra individuos concretos sino contra ideas e instituciones antidemocráticas.

Bajo la batuta de Castoriadis y Claude Lefort el grupo convocó a intelectuales como Jean Laplanche, Guy Debord, Jean-Francois Lyotard y Edgar Morin.

Castoriadis, que no consiguió la ciudadanía francesa hasta 1970, corría el riesgo de ser detenido y deportado. Para despistar, multiplicó sus heterónimos, escribiendo como Paul Cardan, Pierre Chaulieu, Jean Delvaux, o Marc Noiraud. Nombres que se hicieron populares en el sindicalismo francés y en grupos de la izquierda libertaria de muchos países. Cada uno de estos nombres comenzó a cosechar tanto admiradores como detractores en grupos que desconocían quién era realmente su autor.

Salvo Lyotard y Morin, que en los últimos números firmaron con sus verdaderos nombres, los demás lo hicieron siempre bajo seudónimo. Laplanche, a pesar de tener una relación muy conflictiva con Castoriadis, colaboró durante muchos años con la revista y curiosamente firmó sus notas como Marc Foucault, o peor aún, como M. Foucault, lo que indujo a muchos a pensar que se trataba de Michel Foucault, quien nunca se vinculó con ellos y ni siquiera simpatizó con ese grupo.

Mitos en la ventana

Soledad Platero

CORNELIUS Castoriadis es más reconocido por sus trabajos de filosofía política que por sus intervenciones acerca del arte, y cualquiera que se acerque a los textos reunidos en Ventana al caos (FCE/Gussi) encontrará que, aun reflexionando sobre cuestiones estéticas o artísticas, Castoriadis siempre piensa en la cuestión de la autonomía, de las grandes significaciones imaginarias sociales, de la creación (un concepto mucho más problemático de lo que parece) y de lo histórico-social.

El libro reúne materiales de diversa procedencia: hay una entrevista radial emitida por France Culture en 1982, artículos que ya habían sido publicados con el mismo o con otro nombre, conferencias, intervenciones en debates, y transcripciones de clases dictadas en L`École des hautes études en sciences sociales.

El arte, para Castoriadis, es una ventana al caos. Es el lugar por el cual se puede vislumbrar el abismo: eso que precede al orden (al cosmos) pero que al mismo tiempo lo contiene en potencia. En el arte se cumple la doble condición de ser caos (anterioridad respecto al orden del mundo; potencialidad pura y brutal) y de conformar un universo cerrado y autónomo. Tratándose de Castoriadis, todas estas expresiones (autónomo, sustancia, materia, forma, etc.) deben entenderse como meras herramientas del lenguaje, siempre insuficiente para dar cuenta de lo que, precisamente, se instala por fuera de él.

Si alguien cree que leyendo este libro conseguirá aclarar sus inquietudes en torno a la obra de arte, al fenómeno estético o a la emoción producida por las obras maestras, se equivoca. Muy lejos de un manual de historia del arte, o incluso de un tratado sobre estética, Ventana al caos es un conjunto a la vez heterogéneo y compacto a través del cual es posible vislumbrar el gigantesco universo conceptual y crítico de Castoriadis, cuyas preocupaciones fueron menos las de la justicia y la revolución que las de la problematización sistemática de los mitos y las verdades socialmente aceptadas y que mantienen al sujeto en la alienación.

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