Nixon o las infamias de un presidente

Carlos Scavino

HAY UNA cualidad, sobre todas las demás, que caracterizó a Nixon a lo largo de su vida: decir mentiras. Y precisamente mentir fue lo que más lo perjudicó en el caso Watergate. Tal vez las raíces de la compleja personalidad de Richard Milhous Nixon se encuentren en su niñez. Nacido en el sur de California el 9 de enero de 1913, su padre procedía de una humilde familia metodista de Ohio y su madre pertenecía a la secta de los cuáqueros. El primero era violento y lo castigaba, en cambio Richard sentía una gran admiración por su madre. Se lo recuerda como un muchacho peculiar que aprendía sin esforzarse, tranquilo, serio y muy estudioso. Cursó en el Instituto y en la Facultad de Derecho de una respetable Universidad, donde se recibió con excelentes calificaciones.

En 1940 se casó con Pat Ryan, formaron una pareja que se mostraba distante incluso en privado y tuvieron dos hijas, Julie y Tricia. El matrimonio le resolvió a Nixon el problema de las mujeres, con quienes se mostraba vergonzoso, temeroso y según comenta Alexander Haig, jefe del personal de la Casa Blanca, no quería sentarse a solas con Imelda Marcos, Indira Gandhi o Golda Meir.

Sus inicios en la política datan de 1940, cuando intentaba obtener un escaño en la Asamblea del Estado. En 1945 se postula a una plaza republicana al Congreso de 1946. Su consejero de prensa en esa campaña, Murray Chotiner, supuestamente relacionado con el crimen organizado de acuerdo con datos del FBI, aplicó la máxima: "Golpéalos, golpéalos y vuélvelos a golpear". Con una propaganda abrumadora, Nixon trató a su oponente, el demócrata Jerry Voorhis, de títere comunista, acusación que logró sus objetivos debido a la histeria colectiva estimulada por J. Edgar Hoover director del FBI. Sin problemas, Nixon derrotó a Voorhis y dio la primera muestra de su estilo, de su oportunismo y de su actitud implacable ante sus antagonistas políticos, que repetiría a lo largo de su carrera y por lo que recibiría el sobrenombre de Tricky Dick (Dick —diminutivo de Richard— el Tramposo).

Una vez en Washington, Nixon integró el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso como uno de sus miembros más activos y adquirió notoriedad con el caso de Alger Hiss. Este atractivo abogado cuarentón, funcionario del Departamento de Estado, fue acusado públicamente por Whitaker Chambers, un ex comunista resentido ahora periodista del Time, no sólo de haber sido comunista clandestino sino también de haber espiado para los soviéticos. Con ayuda del FBI, Nixon encabezó la campaña contra Hiss quien finalmente fue condenado a cinco años de cárcel. Para la derecha, el Caso Hiss confirmaba al comunismo como una amenaza para la seguridad del país. Para la izquierda, marcaba el comienzo de lo que un historiador denominó The Great Fear (El Gran Miedo). Esto recuerda la cruzada que a manera de una "Caza de Brujas" impulsara más adelante el Senador Joseph McCarthy y cuya línea política, según prestigiosos periodistas americanos, era la misma de Nixon. Veinticinco años después, Nixon reveló, según él, "la verdadera historia del Caso Hiss". Dijo que Chambers y Hiss eran homosexuales.

Para Anthony Summers, autor de Nixon. La arrogancia del poder, en el Caso Hiss surgieron claramente algunos de los rasgos más típicos de Nixon como: a) las falsas ilusiones que se hacía sobre sí mismo y sobre los demás. b) su afán por crear intrigas. c) el deseo de vengarse y castigar a todos los que se negaban a hacer lo que él quería. d) ver como eternos enemigos a aquellos que habían estudiado en las universidades más prestigiosas del país. e) concebirse a sí mismo como un hombre perseguido. f) enfurecerse e insultar a los demás, cuando las cosas no le iban bien. g) exigirse a sí mismo hasta el límite de lo posible y someterse él y su familia, a una gran presión.

LA VUELTA AL MUNDO. Después del caso Hiss, Nixon empezó a mostrarse malhumorado con los amigos y mezquino con la familia. Al tener problemas para dormir visitó al Dr. Arnold Hutschnecker, dando el primer paso hacia una larga y confiada relación con él. Parece que el médico estaba profundamente preocupado porque Nixon pudiera llegar a ocupar algún día un puesto de poder. Parte del primer tratamiento que el Dr. Hutschnecker prescribió a Nixon fueron unas vacaciones al sol en Florida. Aquí Nixon conoció a Charles ("Bebe") Rebozo, un cubano nacido en EE UU, especulador inmobiliario, banquero inescrupuloso y para Nixon, recolector de fondos ilegales en sus campañas y contacto con el multimillonario Howard Hughes, quien lo ayudaría en numerosas ocasiones a cambio de favores políticos importantes.

De la Convención Republicana de 1952 surgió la candidatura Eisenhower-Nixon vencedora de las elecciones. No fue un buen año para Nixon: estalló un escándalo de corrupción que lo implicaba indirectamente con el mundo de las apuestas y con Meyer Lansky, la figura más influyente del crimen organizado en Cuba.

En 1953, Eisenhower, que mantenía con Nixon una fría relación, le propuso un viaje a Extremo Oriente. Entusiasmado, Nixon aceptó su misión como primer paso hacia una amplia experiencia en relaciones exteriores. No tuvo éxito con Nehru y luego en Irán se entrevistó con el Sha, repuesto al frente de un gobierno despótico gracias a la CIA, con el fin de que Occidente pudiera controlar su petróleo. El principal objetivo político del viaje de Nixon en 1953, fue analizar cómo detener el avance del comunismo en Asia. En 1954 el Consejo de Seguridad Nacional de EE UU con el apoyo de Eisenhower y Nixon, ordenó el derrocamiento del presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, por haber nacionalizado vastas propiedades que la empresa americana United Fruit tenía en ese país. La operación estuvo a cargo de un joven agente de la CIA, Howard Hunt, participante activo, años después, en el escándalo Watergate.

Entonces Nixon siguió intentando demostrar por cuenta propia que era capaz de derrotar a los comunistas. En su viaje de 1958 visitó ocho países de América Latina donde no fue bien recibido. Ya en el poder, Fidel Castro no tardó en nacionalizar los negocios norteamericanos en Cuba que suponían una inversión de millones de dólares que la Mafia, con la ayuda de Nixon, trasladó a las Bahamas y otras islas cercanas. Para mantener la influencia en la isla era preciso derrocar a Castro: la primera idea para hacerlo fue de Nixon, presumiblemente involucrado también en la invasión de Bahía de Cochinos.

Desde la II Guerra Mundial las relaciones entre la Unión Soviética y los EE UU eran muy tirantes. Después de recabar información de todo tipo, Eisenhower envió a Nixon a inaugurar una exposición donde se exhibían productos norteamericanos. Al llegar a Moscú, su encuentro con Jruschov, calificado por la prensa como una "confrontación furiosa", fue un punto de referencia en su carrera. Había dado el salto a la escena internacional con el más temido enemigo de los EE UU y había sabido defenderse. Aun cuando la imagen de Nixon no fue dañada en la Unión Soviética, Jruschov afirmó, entre otras cosas, haber hecho lo posible para ayudar a Kennedy a derrotarlo al año siguiente.

En 1960 Nixon se enfrentó a Kennedy por la Presidencia. Además del juego sucio a base de amenazas desde ambos lados, tanto uno como otro tenían vinculaciones con la Mafia. El Padre de Kennedy, Joseph, se había enriquecido durante la Ley Seca por sus contactos con los mafiosos que aprovechó para que su hijo iniciara el camino hacia el poder. También Nixon estaba en problemas: Robert Kennedy, hermano de John, se enteró que Meyer Lansky había pagado sus cuentas de juego en Cuba. Pero nada se hizo público y Kennedy venció por sólo 113.000 votos.

LOS MICRÓFONOS. Después de la muerte de Kennedy en 1963, Nixon volvió a la escena política nacional. Ese mismo año, durante lo que se suponía debían ser unas vacaciones familiares, visitó a De Gaulle a quien veneraba, a Franco, a Nasser, estuvo en Italia, en Gran Bretaña y finalmente lo recibió Adenauer en Alemania Federal. Muchos de esos viajes fueron financiados por el Reader’s Digest o por la Pepsi, a la que representaba como abogado.

Para las elecciones de 1968, Nixon fue nominado a la presidencia y tuvo como vice, a Spiro Agnew. Por un escaso margen Nixon le ganó al demócrata Hubert Humphrey. Era lo que había anhelado durante mucho tiempo. Eligió a Bob Haldeman como jefe del personal de la Casa Blanca, siguiendo el consejo de Eisenhower de que todos los presidentes necesitan a "un hijo de puta". Como Fiscal General nombró a John Ehrlichman y en política exterior puso a Henry Kissinger, que había manifestado una especial aversión por Nixon comentando que era "el hombre más peligroso que jamás se había presentado a la presidencia". Ahora ya parece demostrada la indiscutida predisposición de los jóvenes que trabajaban con Nixon, para acatar sus órdenes sin chistar. Tanto Haldeman como Ehrlichman llegarían a la conclusión de que aquella obediencia incondicional fue la clave de los futuros escándalos.

La vigilancia electrónica tenía angustiado a Nixon desde el descubrimiento de un micrófono en 1962 en el cuartel general de campaña. Sin embargo los micrófonos en la Casa Blanca no eran ninguna novedad. Ya en 1940 Roosevelt disponía de aparatos de grabación primitivos que, sin embargo, no fueron utilizados por Truman. Para registrar algunas reuniones, Eisenhower usaba un dictáfono oculto. Cuando asumió, J. F. Kennedy hizo instalar multitud de micrófonos por toda la Casa Blanca, que se quitaron horas después de su asesinato. Pero de inmediato, Lyndon B. Johnson desplegó un nuevo sistema. Al comienzo de su mandato Nixon dijo que desmantelaría todos los micrófonos de la Casa Blanca pero, como ahora se sabe, volvieron a ser instalados allí y en Camp David con consecuencias fatales.

Inicialmente, el fiscal general John Mitchell tenía instrucciones de Nixon para controlar minuciosamente las escuchas telefónicas. Pero, tres meses después, Nixon ordenaba en secreto la vigilancia electrónica a varios periodistas y funcionarios de la administración. Las cintas de la Casa Blanca comenzaron a funcionar en febrero de 1971 y lo seguirían haciendo durante dos años más porque Nixon quería, según Haldeman, poder refutar a cualquiera que no citara adecuadamente sus palabras, porque deseaba tener un archivo completo para redactar sus memorias y para demostrar que las iniciativas en política exterior eran suyas y no de Kissinger. Las grabadoras se ponían en marcha automáticamente cada vez que se descolgaba un teléfono o se iniciaba una conversación. Nadie sabía de su existencia salvo cuatro asesores del presidente.

No eran sus únicas preocupaciones. En el plano internacional Nixon abarcó varios frentes. Aprobó el derrocamiento de Salvador Allende y se mostró favorable a Pinochet, según demuestran una serie de documentos recientemente desclasificados. Además, le ofreció ayuda económica aún cuando en Washington ya se sabía que el nuevo régimen había iniciado una dura represión. En lo que respecta a Vietnam, antes de comenzar su segundo mandato, Nixon tenía el propósito de solucionar el tema. El acuerdo de "paz con honor" que se había conseguido según él, permitió que un contingente de soldados norvietnamitas permaneciera en el sur. Los ataques de estos comenzaron de inmediato y culminaron en 1975 con la victoria total del norte sobre el sur y la humillante partida de los americanos que habían quedado en Saigón. Lo vergonzoso de este asunto, radica en el hecho de que esa "paz con honor" ganada, era similar al acuerdo propuesto por Lyndon B. Johnson en 1968 y que obstruyó el propio Nixon. Pero en este contexto Nixon tuvo un momento de merecida gloria, el acto de política exterior más importante realizado por él: el acercamiento a China que culminaría semanas después con un viaje a Pekín para entrevistarse con el Presidente Mao. Desde ahí iría a Moscú para reunirse con el líder soviético, Leonid Brezhnev.

COMIENZO DEL FIN. En febrero de 1972 Nixon ya podía ir pensando en su segundo mandato. Dos de sus oponentes Edmund Muskie y George McGovern, ya no contaban. En cambio George Wallace, a pesar de las maniobras de Nixon para apartarlo de la contienda, seguía compitiendo con posibilidades de quitar votos a los republicanos. Pero intentaron asesinarlo y se retiró.

En cierta ocasión se le oyó decir a Nixon: "no voy a poner en riesgo esta campaña; la última vez el resultado fue demasiado ajustado. Hay gente que tiene información que yo quiero". De este pensamiento surgió el "Caso Watergate" que fue una acción de "inteligencia" contra los demócratas, una venganza secreta.

Ya a mediados de 1973, el destino de Nixon dependía de otros. Al Comité del Senado encargado del Caso Watergate se unió un fiscal especial, que empezaba a sospechar que la Casa Blanca había interferido en el curso de la justicia. Vistos los hechos, el gran jurado se había propuesto procesar al presidente por soborno, conspiración, obstrucción a la justicia y obstrucción a una investigación penal. Finalmente, las cintas acabarían con Nixon aunque éste anotara: "No habrá más cintas que destruyan mi cargo". Y precisamente eso era lo que pedía con insistencia el comité Judicial: una cinta, la del 23 de junio de 1973 en la que Nixon le dice a uno de sus colaboradores que "estaba bien" que la CIA presionara al FBI para que pusiera fin a las investigaciones de Watergate.

El único procedimiento en EE UU al que un presidente en activo puede ser sometido es el impeachment. El Congreso es el fiscal y el Senado el juez y el jurado. El castigo final es la expulsión del cargo y no se admite apelación. El jueves 8 de agosto Nixon dijo por televisión que se marcharía al día siguiente a mediodía. Un mes después de su dimisión el presidente Gerald Ford concedió a su predecesor el perdón incondicional por todos los delitos que supuestamente había cometido durante la presidencia. Dos décadas más tarde Newsweek publicaba un artículo titulado "Ha vuelto: La rehabilitación de Richard Nixon". Era el reconocimiento público del presidente Jimmy Carter por asesorarlo en política exterior.

Esta biografía de Anthony Summers traza un retrato completo de Nixon, analizando todos los aspectos de su personalidad, tanto su pensamiento como sus actos. Para ello se informó muy bien con los libros escritos por el propio Nixon, por alguno de sus colaboradores, con documentos y las cintas, que eran un material invalorable. Comenta todas las relaciones de Nixon con la gente más diversa, sus intrigas, chantajes, conspiraciones, sobornos, su adicción al alcohol y su inestabilidad mental. Es una obra que a través de Nixon permite conocer las manipulaciones de un poder inescrupuloso de los EE UU. l

NIXON, La arrogancia del poder, de Anthony Summers, Editorial Península/Altaya, Barcelona 2003. Distribuye Océano. 718 págs.

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