Publicidad

"Están matando sin piedad"

Compartir esta noticia
Gioconda Belli. (Foto Denise López).

Con Gioconda Belli en Managua

La literatura no calla ante los abusos del matrimonio Ortega en Nicaragua.

Su nombre paradojal sugirió un rumbo. La mujer alegre ha convivido —literalmente— con las guerras. En diciembre cumplirá 70 años donde nada ha faltado. Nacida en una familia aristocrática, supo empuñar un fusil AK47, jugar su vida en la clandestinidad, marchar al exilio y desplegar una frondosa y provocadora producción poética y novelística. Tiene cuatro hijos y vive en Managua. La actual situación de Nicaragua la encuentra desnudando las atrocidades y falsedades de Daniel Ortega y Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta, y antiguos compañeros suyos de lucha en el sandinismo. Hoy su trinchera es la palabra. "Creo en las palabras y que los escritores tenemos una obligación de poner en palabras lo que la gente siente".

ACTORES Y RESPONSABLES.

Usted nos ha dejado sus memorias de la época sandinista en El país bajo mi piel (2001) donde cuenta con mucha autenticidad cómo van tejiéndose los hilos de la vida antes que podamos ver su bordado final. ¿Qué fue la revolución para usted?

Lo primero que le di a la revolución fue mi juventud. Comencé a trabajar en el Frente Sandinista en 1970. Era muy joven, tenía 22 años. Y me dediqué con mi cuerpo, con mi vida y con mi alma a tratar de hacer posible ese sueño que todos teníamos. Pasé por muchas experiencias difíciles, en particular porque nos mataron gente. Cuando triunfó la revolución la mayoría de la gente más valiosa del Frente Sandinista desafortunadamente había muerto; los dirigentes que tenían más claridad, más cultura ideológica, más capacidad organizativa, más compasión, fueron muriendo en el camino. El Frente perdió su dirección una gran cantidad de veces y era tremendo volver a empezar cada vez; pero tenía esa gran cualidad como movimiento de poder reemplazar a los que iban cayendo y seguir adelante.

Algo que Daniel Ortega parece haber olvidado cuando actualmente solo él y su mujer se proclaman como los únicos capaces de mantener al movimiento. Fuera de ellos no se conocen cuadros, segundos, reemplazos.

Esto es muy diferente de cuando yo ingresé; en ese momento todos éramos actores y responsables de lo que estaba pasando. Tuve que ir al exilio, hice muchas cosas, transporté armas, viajé con maletas llenas de dinero llevándolas de un lado para otro para poder proveer las necesidades de los combatientes, escondí gente en mi casa, fui correo, fui de la comisión político-diplomática del FSLN, fui condenada por un tribunal militar a siete años de cárcel pero tuve la fortuna de salir de Nicaragua antes de que me llevaran a prisión y no pasé esa experiencia de estar presa. Todos estuvimos dispuestos a dar la vida en esa lucha a muerte contra una dictadura. Ver a un ex compañero convertirse en otro dictador y pasar por encima de toda esa sangre derramada y derramar más sangre es algo realmente de espanto y muy doloroso.

¿Qué aportaron los poetas y músicos que estaban en plena creación artística a una revolución que tenía otras "urgencias" y donde se dijo que la poesía había tomado el poder?

Cierto que la poesía había tomado el poder. Era una metáfora de la calidad humanista y épica de la revolución sandinista que fue como una obra poética. Enfrentarse con ese dictador sanguinario, con un pueblo armado y una revolución armada de muchas maneras y también armada con la palabra. Esa palabra fue muy importante en Nicaragua, especialmente la de Ernesto Cardenal. En los 70 escribió "Canto nacional", una poesía dedicada al Frente Sandinista que nos fue repartida en mimeógrafo; esa poesía nos conmovió y animó en la lucha. Carlos Mejía Godoy con su música llegó hasta el punto de escribir canciones para explicar cómo montar y desarmar las armas, recopiladas en su álbum Guitarra armada (1979). Los escritores fuimos militantes y como militantes cumplimos muchas tareas, no solamente la de seguir escribiendo. Yo me gané en 1978 un premio de Casa de las Américas con un poemario que se llama Línea de fuego, escrito cuando salí al exilio. Mientras estuve en Nicaragua mi trabajo era lo que nosotros llamábamos "legal", operaba como una persona sin vínculos con el movimiento, no en la clandestinidad, y por eso no podía publicar nada que me implicara políticamente, pero cuando salí al exilio sí. No fuimos simplemente artistas en nuestra torre de marfil viendo lo que sucedía, sino que fuimos partícipes. La poesía y la música fueron tan importantes porque salía de la experiencia concreta de lo que estábamos viviendo y no solamente una trova de lo que hacían los demás.

Hay una realidad muy presente en su narrativa que se expresa en la palabra "país", ¿cuáles son sus países?

Hay dos países en mi vida. La Nicaragua real y la Nicaragua soñada, la de la utopía. La Nicaragua real es la que me vio nacer y donde me formé, con todas sus bellezas y sus terribles realidades, su pobreza, su dictadura, el machismo, pero también un país lleno de cosas hermosas, de la gente que, a pesar de todos los dolores que ha pasado y las experiencias traumáticas como el terremoto de 1972 y los huracanes, tienen la capacidad de la alegría. Por otro lado el país que sueño, que es el gran motivador de nuestra lucha en lograr un país libre, democrático, donde realmente se trabaje para eliminar la pobreza, para crear igualdad entre los hombres y las mujeres, con respeto por la diversidad, con amor por la costa atlántica que es una costa olvidada de nuestro país, con la inclusión por las etnias que también han sufrido mucha marginalidad. Eso es lo que motiva el compromiso por poder vivir una vida donde todos tengamos oportunidades y la posibilidad de ser felices; ese país feliz es el otro país de mi existencia. He vivido, también, en otros países, Costa Rica, México y muchos años en Estados Unidos; y cada país me ha dejado algo importante, interesante, pues uno aprende de las diferentes culturas.

—¿Cómo fue para ti vivir en Estados Unidos?

Me costó mucho vivir allí después de la revolución sandinista. Pero sin embargo aprendí muchas cosas de cómo funciona ese país por dentro. Aunque su política exterior sea nefasta, por dentro hay muchas cosas admirables como la capacidad que han tenido de crear una nación a partir de tantos inmigrantes, de culturas e idiomas diferentes, y el apego a la Constitución. Allí no pasa lo que en otros países, donde los gobernantes cambian la Constitución para que se adapte a sus ambiciones como ha pasado en Nicaragua, donde de una Constitución que prohibía la reelección hemos pasado a una Constitución que la permite indefinidamente. Eso fue obra de Daniel Ortega.

LA IZQUIERDA ERÓTICA.

¿Cuál era el lugar de la mujer de la revolución sandinista?

Durante la revolución hubo una reivindicación de las mujeres porque nosotros estábamos en lugares importantes, habíamos luchado a la par de los hombres. De hecho la primera ciudad liberada de Nicaragua fue la ciudad de León, que fue liberada por Dora María Téllez y un grupo de mujeres. El Estado Mayor de León era todo de mujeres, creo que había un solo hombre. Tras la derrota electoral del Frente Sandinista en los 90 el primer movimiento que comenzó a movilizarse fue el movimiento de las mujeres. Al año siguiente hubo una gran rebelión de mujeres auto convocadas que buscaron renovar el movimiento que no funcionó como debía durante el sandinismo. La Asociación de Mujeres Nicaragüenses Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE) había funcionado contra la dictadura de Somoza pero cuando se inició la revolución se volvió un organismo más del partido y por tanto las líneas propias de la mujer se volvieron secundarias ante lo que el partido consideraba que era lo más importante en ese momento, la defensa de la revolución y levantar la producción.

—¿Qué les decían?

Nos decían que esas cosas eran las prioritarias y que ya habría tiempo para hablar de temas concernientes a las mujeres. Ante esta política varias mujeres nos opusimos e incluso formamos jocosamente el partido de la izquierda erótica, donde buscábamos movilizar las reivindicaciones de las mujeres, creando una estrategia común cada cual en su lugar de trabajo o de influencia; nos reuníamos clandestinamente.

La portavoz del gobierno actual de Nicaragua, Rosario Murillo, es una mujer que viene de esas luchas. ¿Cómo analiza su relato?

Hemos organizado la resistencia contra las políticas retrógradas del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Tienen una prédica conservadora, donde enfatizan el concepto de familia. En Nicaragua la forma de familia nuclear es casi inexistente, existen familias dispersas o familias amplias donde los hombres en general se marchan o no están presentes; estar insistiendo en ese concepto de familia es contraproducente para Nicaragua. Además esa prédica utiliza y manipula el lenguaje religioso. Yo les recomiendo a quienes lean esta entrevista que entren a un periódico digital del Frente Sandinista llamado El 19 Digital y que lean las comunicaciones de mediodía de Rosario Murillo. Ella es la única persona que habla en este gobierno y pronuncia un lenguaje absolutamente surrealista y mentiroso porque realmente ella no tiene la religiosidad que pretende tener; pero está usando todos los términos, convicciones y concepciones religiosas más elementales para convocar a la gente. Ante esta situación de rebelión y masacre que hemos vivido en estos últimos cuatro meses en Nicaragua, Rosario dice que los que están en contra del gobierno son grupos satánicos, demoníacos y que hacemos ritos satánicos. Ella apela a la superstición y al temor de la gente más humilde. Entonces tenemos la contradicción de una mujer que ha llegado a ostentar un poder enorme en Nicaragua, mayor al de su marido, porque ella dirige el discurso de este gobierno atroz y perverso. Otro ejemplo es la manera con que han tratado de descalificar toda la rebelión que hemos tenido en estos meses, diciendo que es una rebelión golpista, patrocinada por los Estados Unidos, que es de derecha, que es vandálica y terrorista. Es obvio que el país se ha alzado contra ellos y que en las grandes manifestaciones hay gente de todas las clases sociales, y que la mayoría de la gente que ha muerto ha sido gente humilde. Nada tiene que ver este movimiento con la derecha ni con en el imperialismo sino que han sido simplemente nicaragüenses que han llegado al hartazgo de estas manipulaciones y de esta manera en que Ortega y Murillo se han apropiado del país y han monopolizado el poder. Rosario Murillo es una mujer que se ha desnaturalizado como mujer, que muestra que tampoco todas las mujeres son buenas, que la naturaleza del poder es patriarcal. Eso ha sido una discusión en Nicaragua, que la naturaleza del poder debe cambiar, que debe integrar la ética del respeto y de la reconciliación.

Los "chavalos" que desataron la rebelión desde mediados de abril no vivieron la época de la revolución. ¿Se puede decir que en la sangre del nicaragüense bulle ese ideal parcialmente realizado del sandinismo?

Los chavalos están motivados por una herencia sandinista, que no tolera las dictaduras. Eso lo llevamos en la sangre y sobre todo esta generación que fue el producto de sus padres que lucharon contra la dictadura. Escribí hace poco un poema que se llama "El relevo" donde digo esto. Todas las historias que tenemos en Nicaragua son historias contra la dictadura y realmente es impresionante ver cómo este gobierno ha llegado a convertirse en una copia más cruel aún del somocismo.

—¿En qué sentido?

El somocismo luchó contra un ejército de guerrilleros, fue una lucha armada. En cambio aquí esta gente ha desatado una campaña atroz con paramilitares con licencia para matar, con absoluta impunidad, y la policía que había sido uno de los orgullos de la revolución se ha convertido en una policía criminal, desprovista de compasión. Realmente están matando sin piedad. En este momento tenemos instrumentos tecnológicos que han permitido que la población grabe estos atropellos, las muertes de los muchachos, las heridas que han recibido. Ha habido un ensañamiento con la juventud, algo que también hizo Somoza, pero lo de Ortega es una versión más cruel y perversa. Mentir, mentir, mentir. Han mentido en la OEA, en las entrevistas y eso hacía, también, Somoza. Ortega dice que no hay presos políticos en sus cárceles sino terroristas. Les plantan drogas y armas en sus autos para acusarlos, no han dejado que los acusados tengan abogados sino que les ponen defensores públicos y han hecho las cosas a puertas cerradas. A la única juez que se atrevió a abrir la puerta y dejó entrar a la gente para presenciar el juicio la despidieron al día siguiente.

REBELIÓN Y POESÍA.

Esa actitud de resistencia de los poetas durante la revolución hoy la podemos seguir mirando en Nicaragua. Hay una especie de "cofradía" que tiene por delante a sus tres escritores más conocidos, Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez y usted, cuya voz es buscada y escuchada. ¿Qué le dice hoy a sus hermanos?

Lo que yo le digo a mis hermanos nicas lo digo en mis poemas, en mis artículos. Estoy obsesionada con tratar de contar lo que está pasando. Eso es lo que hago: hablar, hablar y hablar. Creo en las palabras y los escritores tenemos la obligación de poner en palabras lo que mucha gente tal vez siente pero no lo puede poner en palabras. Y para mí esto es una lucha importantísima, porque Nicaragua se merece un mejor futuro, la libertad por la que ha muerto tantísima gente. Eso es lo que hay que decirle a los jóvenes, ellos deben tomar esta parte de la historia en sus manos y confío en que van a ser mejores que nosotros.

Su último libro Rebeliones y revelaciones (2018) compendia gran parte de su trayectoria y su obra en torno al lugar de la mujer.

El título del libro viene de un prólogo que me hizo el poeta José Coronel Urtecho cuando publiqué mi primer libro de poesía Sobre la grama (1974). El decía que "La mujer que se rebela, se revela". En mi caso me rebelé contra una manera de ver a la mujer y contra una manera en que la mujer veía el mundo. Traté de quebrar ese esquema y para eso tenía que revelarme. La sociedad nos ha obligado a guardar nuestros sentimientos, especialmente en relación a la sexualidad y al cuerpo; hemos tenido que guiarnos por los parámetros impuestos por la sociedad en el que el cuerpo de la mujer aparece como pecaminoso y la mujer debe ser etérea, espiritual. En el tiempo en que yo empecé a escribir, que una mujer hablara de su propio cuerpo era un tabú y estaba muy mal visto. Fue un escándalo y me da mucho gusto haberlo hecho, haberme revelado como mujer y seguir revelando cómo somos las mujeres de verdad, desde la interioridad, porque somos maravillosas, atrevidas y vamos a seguir siéndolo. Esa separación entre cuerpo, alma y espíritu nos ha hecho mucho daño y tenemos que reivindicar nuestros cuerpos, las funciones de nuestro cuerpo, la maravilla de la biología en nuestros cuerpos. Porque eso es ser mujer.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Daniel Ortega

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad