Carlos Scavino
EN UN librito titulado Vituperio (y algún elogio) de la Errata, José Esteban se dedica a mostrar causas y consecuencias de esos errores que aparecen en los textos impresos, cuya responsabilidad debe compartirse entre los propios autores, tipógrafos, cajistas, aprendices, duendes y otros asiduos concurrentes a los talleres de impresión. Hoy, con la aparición de la computadora, la culpa está más diluida entre el software, el hardware, el propio usuario y alguna que otra mano más. Para Neruda: "Las erratas son caries de los renglones y duelen en profundidad cuando los versos toman el aire frío de la publicación".
UNA PLAGA. A partir de la invención de la imprenta, posiblemente los responsables de la primera errata fueron los socios de Gutenberg, Fust y Schöfer, cuando en el colofón del Psalmorum Codex, trastocaron dos letras y pusieron Spalmorum Codex. Extendida la epidemia, pocos años después, apareció el remedio: la Fe de Erratas. La primera conocida se halla en un libro de Juvenal de 1478, impreso en Venecia y que se extiende en dos páginas. Éstas son superadas en 1608, por las de las obras del Cardenal Bellarmin que llegan a las ochenta y ocho, pero a su vez quedan cortas frente a las ciento once páginas de la de la edición de 1578 de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino.
En ocasiones, hay erratas que cambian una palabra por otra alterando el sentido original de la frase pero adquiriendo ésta otro, humorístico. "Al emplear el aparato de mi invención para pecar a distintas profundidades, conviene poner un termómetro en el punto de amarse". (Por pescar y amarre). "Dice un crítico inglés que Bismarck ocupará la memoria de los hombres durante una generación y Sal o esperaré, durante la eternidad". (Por Shakespeare). "Ayer fue extraído del río, por medio de un rancho, el cadáver del joven que días pasados tuvo la gracia de ahogarse casándose". (Por gancho, desgracia y bañándose). "Al último atún de Inglaterra ha respondido el emperador de Marruecos con una afirmativa". (Por ultimátum).
No muchos saben que el nombre de una de las más famosas y populares editoriales del mundo con sede en México, debe su nombre a una errata. El Fondo de Cultura Económica, debería haberse llamado Fondo de Cultura Ecuménica (universal).
Aparecidos en el periódico El Nacional de aquel país y comentados por Amado Nervo, unos datos estadísticos hacían referencia a la actitud de ciertos franceses. Esa misma noticia pasó a las provincias y en la travesía cambió la palabra franceses por galos que se convirtieron en gatos cuando aquélla traspasó las fronteras nacionales. De este modo, en EE UU, pudo leerse que "un 45% de los gatos que atentaban contra su vida, lo hacían por celos o decepciones amorosas".
En la reseña periodística sobre un acto social en Zaragoza, se leía: "Asistieron el Capitán General y Señora, el Gobernador Civil y Señora, El Arzobispo y Señora". Esa noche el editor durmió en la comisaría.
Cuenta Pablo Neruda que su amigo el impresor Manuel Altolaguirre, "realizó una pequeña obra maestra tipográfica".
—¿Errores? —preguntó Neruda.
—Ninguno, por cierto —contestó Altolaguirre.
Pero al leer el texto, donde el autor había escrito "Yo siento un fuego atroz que me devora", al impresor se le trabucaron las ideas y puso: "Yo siento un fuego atrás que me devora".
SAA. Por razones de sensibilidad, hay erratas capaces de ocasionar incidentes diplomáticos. He aquí una: "Sus Majestades el Emperador y la Emperatriz del Japón acaban de llegar a París; estos animales han sido inmediatamente conducidos al jardín zoológico". Luego continuaba el texto: "Cierta cantidad de animales de excepcional rareza acaban de ser donados a la Municipalidad. Serán recibidos esta tarde en el Elíseo, donde el presidente de la República dará una gran comida en su honor".
Según comenta Pablo Etchart en su recopilación de erratas de 1945, un error de imprenta fue la causa de La Campaña de Europa. En el periódico Journal de l’Empire debería haber aparecido: "La unión de los Emperadores dominará Europa". Sin embargo, fue sustituido por: "Uno de los emperadores dominará Europa", lo que produjo la ira del Zar, y se inició el conflicto.
Una tragedia fue lo que le ocurrió al poeta italiano Guido. Encargado de traducir e imprimir las homilías del Papa Clemente XI, comprobó que se le había deslizado una errata importante. Desesperado, sufrió un ataque de apoplejía que lo llevó a la tumba en pocas horas.
Hay erratas creadas a propósito como la que ideara Voltaire para uno de sus enemigos. Se trataba de Juan Francisco Boyer, que se firmaba habitualmente: "l’anc. Evêque de Mirepoix" (ex obispo de Mirepoix). Voltaire, transformando la abreviatura anc. en ane (asno), lo convirtió en "El asno obispo de Mirepoix".
FLEMA INGLESA. Otra errata intencionada y muy cruel, cuya víctima fue el Times de Londres, la comenta el escritor portugués Ea de Queiroz en sus "Cartas de Inglaterra". Inicia la crónica dando cuenta del prestigio indiscutible del periódico que representa la "propia conciencia de Inglaterra". Continúa describiendo la quinta página del Times destinada a "la publicación de los discursos pronunciados por hombres eminentes de la política, la literatura, de la ciencia, del arte". Más adelante agrega: "El Times es famoso por esas reproducciones. No son resúmenes ni extractos: son arengas, palabra por palabra, especialmente taquigrafiadas para el Times por un personal experimentado. Se trata de un servicio que le cuesta al Times millares de libras".
En ese momento, era Ministro del Interior Sir William Harcourt, un hombre de aspecto amenazante, un espíritu rígido y doctrinario; lento, pesado, incapaz de sonreír. Unas semanas atrás había pronunciado un discurso en Manchester que, telegrafiado a Londres, fue compuesto y leído por los censores, revisado, examinado, releído y colocado en la página respectiva.
"Sir William Harcourt acusaba a los conservadores de evidenciar una patriótica melancolía ante supuestos peligros que, bajo el régimen liberal, corrían los grandes principios monárquicos: la integridad misma de Inglaterra." Y entonces se preguntaba: "¿Para qué esos gemidos? ¿Para qué esa exageración de pesimismo público? Es cierto que las cuestiones de Irlanda y Egipto son graves; pero el gobierno de Su Majestad sabe que las soluciones provechosas y de gloria no tardarán. Nosotros estamos tranquilos".
El discurso iba a pasar a máquinas cuando en un momento de descuido, alguien le quitó diez o doce líneas y las sustituyó por otras compuestas de antemano: "Yo por mí, estoy contento. ¡Me siento capaz de una gran locura! ¿Por qué no gozar de una bacanal con vinos y mujeres? ¡Oh las mujeres! ¿Señoras que me escucháis tirad los sombreros, quitaos los vestidos, y preparaos a saborear una rica orgía! Evohé ¡Viva la relajación! ¡Olé el champagne! ¡Abracémonos, deliremos!"
"Imagínense el efecto al día siguiente, cuando millares de números del Times, conteniendo esta abominación penetran en esos recatados interiores ingleses, donde (según aquí dicen) habita el tipo superior de familia cristiana", concluye de Queiroz.
ERRAR ES HUMANO. Pero no todas las erratas son dañinas. Con algunas, el texto sale beneficiado. Un verso de Alfonso Sastre que dice: "Tú eres la primera que se marcha", fue sustituido por: "Tú eres la primavera que se marcha", que daba, de manera más sutil, la idea de abandono. En sus Versos Humanos, un homenaje a Alberti, Gerardo Diego escribió: "Noche disuelta en jazmines, / iluminada de escamas,/ que pulsa en todas las ramas/ música de los confines". Donde no hay nada discordante que pueda considerarse una errata, sin embargo, en lugar de ramas debía decir gamas, pero el poeta aceptó el cambio porque el verso era más simple y efectivo.
Hay correctores de pruebas con iniciativa propia que creen saber más que el propio autor. Siempre que Don Miguel de Unamuno escribía un texto donde aparecía la palabra oscuro, recibía indefectiblemente las pruebas de la imprenta con la indicación: "¡OJO: OBSCURO!" Y el escritor las devolvía así: "OREJA: OSCURO". Cierta vez como periodista, Mark Twain debía comentar la inauguración de un bar y escribió su artículo de tal manera que parecía como si el alcohol iba apoderándose poco a poco de sus sentidos. Al día siguiente, en lugar de su nota bien pensada que había hecho, se daba cuenta de aquel acontecimiento sólo en un par de frases. No tardó en saber que un corrector amigo, supuestamente para evitarle el escándalo de que lo despidieran por ebrio, había hecho los cambios que creyó necesarios.
N. de R. Esta nota no contiene ninguna erata.