Literatura uruguaya

La escritora Eugenia Ladra a su retorno de Europa: “La ficción te ayuda a pensar la realidad”

“Por desgracia la lógica de mi vida no pasa por la literatura”, reflexiona

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Eugenia Ladra foto Lessa Fernández.JPG
Eugenia Ladra
(foto Lessa Fernández, detalle)

por Gera Ferreira
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Egresada del Máster en Creación Literaria por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, Eugenia Ladra (Montevideo, 1992) habla del momento por el que atraviesa su carrera literaria.

Encuentro con el lector.
—En algunas entrevistas decís en broma que Carnada es tu primer libro en serio. Allí hay un interés por trabajar con el lenguaje e inventarle un léxico a esa mini comunidad de Pueblo chico.
Sí. Uno tiene que saber que podés tener diferentes públicos. Me interesa ver las lecturas que se hacen, la vida que empieza a tomar el libro cuando lo soltás, cuando va una persona x y lo lee y te hace el comentario. Ahí ves el poder de la palabra y de cómo completan lo que no está. En un club de lectura me preguntaron: ¿Marga está embarazada al final? Y ahí dije, mirá cómo se me escapó esto.

—Los primeros intercambios.
Sí, en España recién estaba saliendo el libro y qué difícil pararte ahí de repente a hablar de lo que hiciste, porque no sabés muy bien qué, ¿no? La reflexión viene después y se completa con esto, con el intercambio con lectores, periodistas, etc. Aparte presenté y a los cuatro días viajé. Fue una sucesión de cosas muy inusuales para mí. Presenté acá en Uruguay un libro por primera vez en mi vida, me fui, llegué a la Residencia, estando ahí presenté el libro en Barcelona y después en Madrid y después empezó la prensa. Todo era nuevo y me aterraba un montón. De hecho, cuando terminó ese mes intenso me enfermé.

—Te comió la energía.
Quedo muy drenada después de charlar de cosas que me importan. Me genera tensión y cansancio. Necesitaba estar en cama tranquila.

—¿En qué consistió la Residencia literaria en Villa Joana a la que fuiste? ¿Fue escritura colectiva o en soledad?
Fue escritura en compañía. En la residencia en verdad nunca tuve que compartir lo que estaba trabajando. Tuve una postulación donde hablé del proyecto, muy incipiente, que armé para postular, y una muestra de escritura muy breve. Después de las tres semanas que duró me mandaron un listado de preguntas, algunas de evaluación. Esa fue la única instancia de intercambio. Lo cual me gustó porque quizás si hubiese ido con un proyecto más cerrado me iba a sentir mucho más segura hablando.

—¿Cómo se percibe a la distancia la literatura uruguaya?
En el Máster me dijeron que no lo habían hecho muchos uruguayos. Solo conocía a Mariana Font. Nuestra literatura está muy centrada, sobre todo en España, en Levrero, Peri Rossi, Ida Vitale y Fernanda Trías.

—Eso te convierte en una pepita de oro.
Tienen una muy buena idea de nuestra literatura, muy elevada. Son lectores de literatura uruguaya y la premian.

—En el 900 el viaje a París era la experiencia iniciadora para nuevos escritores. Ahora las residencias en España ofrecen un camino de reconocimiento para una promoción de escritoras que empieza a salir del país, como los casos de Gabriela Escobar, Leonor Courtoisie y el tuyo.
Mirá, viví un año y medio en Barcelona y observé un montón de cosas. Me impresionó la magnitud del mercado editorial, y no tanto por lo que producen, sino porque se transforma en un núcleo de pasaje de editoriales, autores y agentes. Lo vi a través de Tránsito, editorial con la que publiqué, que es chica e independiente. Pero todo lo que mueven es impresionante: hay un mercado que tiene lugar para todas las editoriales y hay prensa, librerías y espacios, cada una con un perfil específico: los eventos están llenos, los clubes de lectura con treinta personas, pese a que no me conocían. Te revienta en la jeta eso. Les gusta la actividad literaria. Igual extrañé mucho Uruguay. Para mí hay una cosa acá que valoro, que tiene que ver con el no agotarme, con la cantidad de gente, porque te cansa mucho el nivel de atención que requiere. Tengo más ganas de que la Rambla me quede a tres cuadras y que tenga un diámetro de cinco metros a la redonda sin gente. Eso para mí es un planazo ahora.

Violencia mal interpretada.
—Vivimos en una época exagerada.
Totalmente de acuerdo.

—En un mundo cada vez más insensible, más tolerante a la injusticia o con grados de indignación o afectación adormecidos. ¿La ficción se queda corta a la hora de martillar sobre los temas importantes?
Esa es una pregunta que me hice mucho con Carnada. La ficción te ayuda a pensar sobre cuestiones muy concretas de la realidad y a verla con una distancia que te amplía el entendimiento y la empatía. A mí en estos clubes de lectura me pasó de sentir que me había quedado corta con lo que se explicitaba. No cambiaría lo que está dicho, pero ahí, en ese encuentro con el lector que te dice lo que entendió, me encontré con personas para quienes el momento más violento del libro es cuando el personaje principal mata al perro...

—Fah.
Entonces, había una cuestión de no identificar los momentos de abuso.

—¿Por ejemplo?
Capaz que se perdió un poco lo que quise decir.

—Hay temas difíciles de trabajar, y a veces la apuesta pasa a ser más formal que conceptual.
A mí en Carnada me interesaban las dos: trabajar la forma y el contenido, como una preocupación que terminaba yendo en dos sentidos. Hay un buen balance, pero a veces tengo esa sensación de que había cosas que tenían que ir un pelín más allá. Creo que me quedé corta porque quizás el mensaje que estoy dando no le está llegando a la gente que le tiene que llegar.

—Uno puede cuestionar la suficiencia o no de eso.
Exacto. A la hora de escribir Carnada necesariamente toqué la violencia pero también me importaban otras cosas como escritora: el humor, por ejemplo, lo intrascendente, esa cosa más poética.

—¿Y qué pasa con los barcos en tus obras?
El barco viene como de un lugar muy visual para mí, eso que irrumpe en un entorno natural, como la primera vez que ves una montaña.

—Linda hipérbole.
Lo que no tiene que estar en ese lugar. Siempre viví en ciudades portuarias: Montevideo, Nueva Palmira y Barcelona, y me obsesionan los barcos. Algo que nunca hice fue subir a un barco de carga. Algún día lo voy a hacer y escribiré una crónica.

Hobby, o ser profesional.
—Salvo por talleres que imparten algunos escritores, aquí los creadores se forman de una manera limitada. ¿Qué pasa con los bríos de quienes quieren escribir y no tienen propuestas de escritura creativa?
No creo que haya que necesariamente estudiar académicamente para escribir, si bien soy una persona que me encanta estudiar, me encanta el aula, el rol de estudiante. He pensado mucho en estos días en eso, de cómo no hay una formación sostenida que ocupe ese espacio y que se nota, porque hay mucha gente yendo a talleres literarios.

—¿Se lee menos de lo que escribimos?
Yo creo que en cantidad, sí. No tengo pruebas...
—…pero tampoco dudas.
Jaja. Siento que se publica pila, eso seguro.

—Termino pensando que la cantidad de libros que se publican termina jugando una mala pasada al hecho de publicar, como una gran paradoja. ¿Cuál es la vida útil del libro que se publica hoy?
Es una pregunta que es muy personal también. En mi caso al menos me resulta muy difícil responder mirando todo desde arriba, como si no me tocara.

—Pero te toca.
La verdad es que no estoy pensando en la vida útil del libro, ni en la cantidad que se publica, ni el recorrido que va a tener. Tengo una fibra que me dan ganas de escribir y en un momento me pregunté si esto lo iba a publicar (por Carnada). Entonces, en realidad me estoy apoyando en un sistema que ya está corriendo, que funciona y que lo uso para hacer llegar mi texto a más personas. Estoy contenta de haberlo hecho, pero también estoy llena de inseguridades por la misma razón.

—Tal vez sea una pregunta para dentro de un tiempo.
Capaz que sí. A ver, creo que faltan espacios. El tema es que siempre somos los mismos, y ahí es donde hay que poner un poco más el foco. No sé si nos toca a nosotros como generación, o a las autoridades, pero hay que intentar traer gente nueva y eso significa quizás ofrecer otros formatos de encuentros en los eventos. Lo más popular es la Feria del libro y claro, van y se encuentran todos los años con algo muy similar, que no te llama. Capaz que vas una vez en tu vida y no vas más, ¿entendés? Si ese es tu acercamiento con el libro, no vas a querer leer, ni comprar libros, entonces creo que ahí hay una cuestión endogámica en que somos muy pocas personas realmente involucradas y al pendiente de lo que está pasando en el mundo literario.

—Sí, ¿pero cómo sentís vos el rol de escritora, cómo te toca eso? Capaz que no querés saber de nada con el involucramiento.
A ver, esto de ser la nueva generación viste que tiene un peso… Acabo de publicar mi primer libro y quiero hacer una carrera literaria, al mismo tiempo que soy completamente consciente de que no voy a poder vivir de eso.

—Es coyuntural.
Tiene que ver con esto que hablamos. Ahora lo estoy viendo desde un lugar muy personal, quizás hasta egoísta, en el sentido de que me presenté a dos fondos para ir a España, no quedé en ninguno, y no recibí nunca ninguna ayuda de nada. Lo que hago lo hago para pagarme las cosas, que es básicamente el tiempo para escribir. Eso tiene un privilegio de base. Y aun así es muy precario, porque si quiero seguir escribiendo y publicando voy a tener que seguir laburando, porque necesitás cada vez más tiempo para escribir, para hablar del libro y la misma cantidad grosera de horas diarias de trabajo, y eso es básicamente estar precarizado.

—Claro, pero falta entonces el qué hacemos.
Esto puede convertirse en que vaya perdiendo energía en seguir publicando, porque dejar de trabajar sé que no puedo. Por desgracia la lógica de mi vida no pasa por la literatura. Pasa por mi laburo formal, si se quiere, que es lo que me permite pagar el alquiler, etc.

—La cantidad de gente acá que tiene ese formato de escritor es insólita, y tal vez no se le pueda pedir peras al olmo, porque no hay mejor palabra para definir eso: la lógica del hobby.
Exacto.

—Parece que nunca se pudo superar eso y de ahí que la actividad no acceda a un profesionalismo digno.
¿Sabés lo que me hace pensar esto? Que también lleva tiempo organizarse. El tiempo de organización es tiempo que no usás para la escritura. La historia nos ha demostrado que vale la pena hacer el esfuerzo de organizarse. Hay que moverse, pero hagámoslo.

Portada Carnada.jpg

Los libros
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Eugenia Ladra ha publicado el libro infantil Ramona y Ramiro (2017), las plaquettes de cuentos La naturaleza de la muerte (2019) y El espacio podría sonar así (2020), y Carnada (2024), su primera novela, editada en Uruguay por Criatura y en España por Tránsito.

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