Es un hombre sonrisa agradable y mirada serena. Vive en Wymondham, una ciudad del condado inglés de Norfolk, junto a su esposa artista que ha diseñado la mayoría de las tapas de sus libros. Activo en Facebook, sus posts abordan con igual intensidad temas de política y cuestiones literarias. Cuando anunció que reduciría su lista de contactos, una multitud de personas pidió no ser borrada. Es que, en medio de la vacuidad de las redes, Szirtes es una rara avis, por la seriedad y agudeza de sus publicaciones.
Llegó a Inglaterra en 1956, a los ocho años, junto a sus padres, László y Magda, y su hermano András. Los Szirtes procedían de Hungría y se sumaban al cúmulo de refugiados del régimen comunista, instalado en ese país a partir de la ocupación soviética que comenzara durante la Segunda Guerra Mundial. En ese año un movimiento revolucionario intentó sacudir el yugo, pero fue aplastado por los tanques del invasor. La familia tomó la decisión de escapar: cruzaron caminando a Austria y desde allí lograron volar hacia el país donde George ha vivido la mayor parte de su vida.
El proceso de adaptación no fue sencillo. Los padres luchaban con demonios más oscuros que el mero cambio cultural. László, judío igual que su esposa, había estado en un campo de trabajo en Ucrania. Magda, por su parte, era sobreviviente de dos campos, Ravensbrück y Penig.
En su poema “Cómo mi padre se volvió inglés”, Szirtes habla de László (ahora Leslie) y su “huida nocturna a pie, a campo traviesa, / sin nada en tu bolso más que una diminuta reserva de fotografías, / a cuartos y dúplex, calles de casas adosadas y suburbios, / lento pero seguro a los brazos de Thatcher”, proceso del cual emergió transformado en su particular versión de “clase media, y ciertamente hombre, aunque para nada / ciertamente inglés…”.
Sobre Magda, talentosa fotógrafa que se suicidó en 1975, escribe: “Poco antes de morir grabó un cassette en nuestro viejo Grundig familiar, en el cual nos cantaba feliz cumpleaños para el futuro. No una sino muchas veces, una vez por cada cumpleaños, hasta que se quedó sin voz”. Magda nunca habló del Holocausto, que se había cobrado la vida de toda su familia.
el poeta. En esa Inglaterra difícil a la cual sus padres luchaban por aclimatarse, George se convirtió en estudiante de Bellas Artes. También se hizo poeta: sus primeras publicaciones son de comienzos de la década del 70, y su primer libro, The Slant Door (“La puerta sesgada”), ganó el Geoffrey Faber Memorial Prize. Desde entonces, no ha cesado de obtener reconocimientos.
El país natal nunca ha estado lejos de su poesía. En The Budapest File (“El archivo Budapest”), libro del cual procede el poema que aquí se traduce, la capital húngara y su atormentada historia aparecen en toda su belleza. Su visión de esta Budapest misteriosa está atravesada por el exilio; es y no es el lugar de donde Szirtes escapó hace tantos años. Edificios, calles y personas aparecen en instantáneas a la vez borrosas y detalladas: no es casualidad que el poeta sea, por formación, pintor.
Analizando la realidad de sus países de origen y adopción el poeta observa: “La Hungría que dejamos y la Inglaterra a la que llegamos eran muy diferentes de la Hungría y la Inglaterra de hoy. Ninguna es hoy un lugar más feliz, justo, sabio o generoso. (…) Ambas se encaminan hacia orillas políticas y sociales más frías. Ambas se están volviendo más brutales, crueles, congeladas en actitudes de miedo y rabia”. En varias ocasiones, Szirtes ha hecho pública su oposición a Viktor Orbán y Boris Johnson.
versos en el metro. Uno de los proyectos a los que Szirtes se ha dedicado con más compromiso es “Poems on the Underground” (Poemas en el Metro), creado en 1986 con el objetivo de promover la poesía entre los “ciudadanos comunes” a través de su publicación en el subterráneo de Londres. Aproximadamente tres millones de personas utilizan dicho medio de transporte cada día. Los poemas colocados en los vagones, donde normalmente habría sólo publicidad, ofrecen a los usuarios la posibilidad de “celebrar el valor duradero de nuestras relaciones humanas más cercanas, y nos recuerdan la gloria y fragilidad del mundo natural”, según anuncia el sitio web del proyecto.
Junto a Judith Chernaik e Imtiaz Dharker, Szirtes es responsable de seleccionar los poemas que circulan por las entrañas de Londres. Hace años Szirtes explicó la importancia de poner poesía a disposición del público: “Si fuera por mí, imprimiría poemas cortos en las servilletas de los restaurantes, al dorso de los tickets, en objetos ordinarios en los que nunca pensamos porque estamos ocupados en otra cosa. Los dejaría en forma de folleto sobre los bancos de plaza. Que se vuelen. En algún momento se volarán, en cualquier caso”.
La poesía es efímera, pero no más que las demás cosas que nos rodean. Es la visión generosa del escritor la que comprende que, aun en medio del ajetreo, es posible encontrar sustancia y significado.
In Memoriam István Vas (1910-1991)
1
Cuando tus mejores amigos sean llevados,
cuando la hija de tu mentor (aunque está
prohibido, vives con ella en secreto) muera de un tumor,
cuando estés constantemente escondido
y el amor de los amigos te proteja
del hambre o las balas,
cuando regreses por secretos corredores
a Bizancio, no a Roma,
entonces sabrás en tiempos de sospecha
que todo es sospechoso y todos han estado presos,
y sólo el viento que sopla
entre palabras, no a través de ellas,
constituye poesía,
así que practicas tu arte
livianamente, con tesón,
y cuando ese mundo se desvanece
tú también te ocupas de desvanecerte
con la belleza e intimidad
de un amigo secreto, tumor o amante,
sensata, tranquila, calladamente poniéndote a cubierto.
2
Velas en la ventana en el Día de los Muertos,
viento de octubre juntándose en el vidrio y lluvia
suavizando las hojas caídas. Los tanques resuenan otra
/vez,
los camiones se llevan a una ciudad entera.
Ya hemos estado por aquí, cualquiera sea la estación o el año.
Tu voz vacilante a media oración, detenida en mi oído.
(Poema extraído de The Budapest File, de George Szirtes, Bloodaxe Books, 2000; traducción de las citas y del poema por Laura Chalar).