Córdoba entre el ayer y hoy

Hebe Uhart desde Córdoba)

CÓRDOBA FUE FUNDADA en 1573 por Jerónimo Luis de Cabrera, a orillas del río del Suquía, en una olla rodeada de barrancas. Los primeros pobladores se autoadjudicaron títulos de nobleza y en el siglo XVIII un viajero, Concolorcorvo, al ver tantos escudos en las casas del centro, señala con asombro: "No hay registros públicos de los títulos; los tendrán ellos en sus casas." Aunque el mestizaje comenzó con la fundación, la clase alta cordobesa se jacta de su pureza de sangre. Me comentan que en la actualidad el peor insulto que suelen propinarse es el de mestizo.

La ciudad tiene una universidad que fue anterior y superior a la de Buenos Aires; se formaban en Derecho y Teología. En el siglo XVIII había jóvenes que hablaban perfectamente en latín (con tonada cordobesa) y paseaban por las calles cercanas al cabildo, a la catedral, edificios en los que conviven diversos estilos y épocas. La llaman Córdoba la docta, por la importancia de esa universidad, que estaba especializada en eruditos y dirimidores de pleitos. Concolorcorvo dice: "El carácter de los cordobeses fomenta los bandos y es causa de muchos pleitos." Aún hoy el título de doctor tiene mucha importancia. Una nena que ofrece pañuelos en un bar, me dice: "¿Quiere uno, doctora?" Y la estatua viviente que está en una esquina lleva un libro debajo del brazo, una especie de hábito talar y un sombrero que quiere ser un yelmo.

Alrededor de 1613 ya estaban los franciscanos, los jesuitas, los dominicos y el convento para mujeres de Santa Catalina, que era y es de semiclausura. Ahora al lado de ese mismo convento hay un ruidoso bar con mesas en la calle y justo enfrente los ex combatientes de Malvinas arengan con carteles y banderas.

Los cordobeses llamaban a los de Buenos Aires "los del puerto" como si fueran de un barrio cercano y rival. Lo eran. Para "los del puerto", la historia elemental cuenta que Sobremonte fue el virrey cobarde, y tal vez algo más, que huyó cobardemente cuando los ingleses atacaron a Buenos Aires. Para Córdoba es el que preservó los caudales de la rapiña inglesa: tiene un paseo y un museo con su nombre. Una plástica catalana invitada a hacer una sofisticada instalación cuestionadora de la globalización, después de comer con la gente de la aristocracia dice de ellos: "Son muy amables, muy cultos y dados, ellos añoran al virrey." ¿A cuál? A Sobremonte, que hizo mejoras de todo tipo en la ciudad (comienzos del siglo XIX) pero mandó quemar en público las ropas de una criada que osó vestirse como una señora. Ya desde el siglo XVII Córdoba pasa a ser sede del obispado para toda la zona norte del país. Casi todos los comerciantes en mulas, que enviaban al Alto Perú, residían en esta ciudad, y eran ricos en oro y plata. Pero no sólo había tráfico de ganado y otros bienes: la universidad se convierte en centro educativo para todos los estudiantes del norte y en la actualidad estudian en ella y trabajan jóvenes de La Rioja, Catamarca y de los países vecinos Bolivia y Perú.

¿Cómo se concilian en Córdoba las corrientes conservadoras con las progresistas? Según Roberto Ferrero, historiador y cronista de la `pampa gringa`: "Córdoba tuvo una clase dirigente conservadora y los gringos que llegaron con la inmigración también lo fueron" (la élite cordobesa los rechazó en un comienzo). Pero en cuanto a su fama de provincia que resistió a la revolución de Mayo dice: "No fue tan así; la gente que traía Liniers se desbandó y no lo apoyó."

PUDOR Y CORDOBAZO. A comienzos del siglo XX Ramón Cárcano publica una tesis cuyo tema se relaciona con los derechos de los hijos extramatrimoniales que levantó polvaredas y una virulenta pastoral del obispo. Un poco antes, dos muchachas recién llegadas de Europa fueron motivo de escándalo por mostrar el tobillo al recogerse el vestido (barrían la vereda con él). Pero esta misma Córdoba es la que exporta la Reforma universitaria a toda América Latina, es la del cordobazo en 1969, en que por única vez en la historia argentina se unieron los obreros y los estudiantes en una gran explosión de violencia, que dio un golpe mortal al gobierno militar de Onganía.

¿Cómo se industrializó Córdoba? Contaba con una infraestructura adecuada: alrededor de 1940 se levantan los grandes diques y aumenta la energía hidráulica; por otra parte, los inmigrantes que pueblan la `pampa gringa` no sólo eran campesinos, muchos eran artesanos. Prueba de ello son los curiosos inventos de algunos colonos que fabrican maquinaria agrícola, fatto in casa. A fines del siglo XIX un colono inventa una especie de helicóptero matalangostas que con el tiempo hace volar… su nieto (lo cuenta Córdoba del Este, de Roberto Ferrero). Los cordobeses llegaron a tener importantes fábricas de automóviles que ahora se están reflotando y una de aviones, que vendió Menem; una excelente mano de obra calificada, con altos salarios. Pero también se percibe un curioso espíritu autogestor y amigo de toda clase de novedades tecnológicas. Por ejemplo en San Vicente, barrio cercano al centro, al que sus habitantes denominan "República de San Vicente". Fue el primer barrio obrero, creado en 1925. Antes San Vicente estaba orgulloso de su industria, ahora de su comercio; pueden comprar todo allí, sin pisar el centro.

APODOS Y GRAFITIS. El humor cordobés se expresa en el lenguaje callejero, donde aparece la réplica ocurrente, en los grafitis, en los piropos, en los apodos. A uno que es de piel muy oscura y medio tonto le dicen "Huevo de pascua" porque es negro por fuera y lleno de estupideces por dentro. A otro lo llaman "Conejo Negro" porque ni los magos lo pueden hacer trabajar. Una comparación: "Estoy más seco que pañal de muñeco." Según Carlos Schilling, escritor y periodista de La voz del interior, el humor cordobés es propio de vasallos: agresivo con los defectos ajenos y descalificador de conductas que se aparten del orden establecido. Ejemplo de esto serían los de la línea "Qué te querís hacer el… (lector, doctor, etc.)." Opiniones aparte, en su libro Los cordobeses en el fin del milenio Barón Biza recopiló muestras de grafitis en la cercanía de las facultades. Uno dice: "Entre morir de pie o vivir de rodillas prefiero subsistir sentado." Otro: "Si le molesta el más allá, póngase más acá. Firmado: Jerónimo Luis de Cabrera." A la estatua del fundador, por la posición de su mano la llaman "La tira-panfletos".

También aparece el sentido del humor en la gran cantidad de personajes disfrazados. Pasa por la calle un hombre de mirada severa; va en bicicleta, de los brazos le cuelgan choclos y lleva botas de lluvia amarillas; sobre su cabeza tiene un ventilador de los de paletas y un sombrero adornado con plantas. Está en función de la ecología. Con una voz grave, culta, dice: "Privatizar el agua es un absurdo, es como querer privatizar el aire que respiramos." En ese momento estaba colaborando con los foros alternativos de la Cumbre del MERCOSUR. Al día siguiente formaba parte de la gran manifestación por el MERCOSUR: estaba vestido de San Martín y andaba en un caballo con base de rueditas. Me cuentan que está pagado por la municipalidad y se ha disfrazado de Colón, con la carabela atravesada, y que también se viste de Jerónimo Luis de Cabrera.

Por la calle, tres gordos como de treinta años le tiran maíz a las palomas de la plaza. Uno le dice al otro: "Despacito, no véi que le tirái a matar?" El lenguaje cordobés en el relato es así, exagerado: "patadón", "asadón", "ideón", "calorón" y superlativo: "calolorzón".

GENTE DE LA CULTURA. Casi todos los escritores entrevistados nacieron en lo que se llama "pampa gringa", que constituye una unidad regional con Santa Fe. Las sierras están al oeste de Córdoba. Esta llanura fue poblada por italianos, sobre todo piamonteses, pero además había colonos franceses. El tema de una novela de Lilia Ferreira es el drama de una gringuita que por casamiento accede a la clase alta y que por más que trata de adaptarse en sus costumbres, ropa, etc., sigue siendo para la familia de su marido "esa chica". Así la nombran para siempre y ése es el título del relato. A los miembros de esta clase los llaman "el partido cordobés". Y parece que siempre hay un miembro del mismo en todos los gobiernos, de cualquier signo. En los matrimonios de este sector se tratan de usted, y los chicos suelen tener más acento que los de las clases medias, porque están al cuidado de criaditas.

María Teresa Andruetto, prosista y poeta, que vive a unos treinta kilómetros de la ciudad, cerca de los cerros, en una casa donde tiene dos caballos, un burro y otros animalitos, señala la importancia del movimiento cultural de la ciudad. Hay mucho y buen teatro independiente, muchos talleres literarios, y a partir de los años noventa, un gran movimiento editorial, con sellos que se mantienen a través del tiempo, y editan cuidadosamente. Todo ese movimiento da lugar a una feria del libro muy bien organizada, que mejora año a año, con charlas e invitados de Buenos Aires y otras ciudades. Perla Suez, autora de "La trilogía de Entre Ríos", es cordobesa pero vivió hasta los quince años en Entre Ríos. Lo que más le llamó la atención de los cordobeses al llegar fue su necesidad de agradar, de quedar bien, que le resultaba extraña frente al estilo entrerriano, más directo.

Claudio Suárez, poeta y gran conocedor de la vida cordobesa dice: "Acá existe la broncemia. La enfermedad de poner en bronce a cualquiera." Dice que en Córdoba no hubo ni hay liberales; abundan los liberales católicos. Al que otros llaman "el partido cordobés" él lo llama "el partido beato". Parece que esta clase todavía sostiene la doble familia y la doble casa. Se opusieron a Alfonsín cuando impulsó la ley de divorcio, pero reconoce que de ese sector han salido líderes (el más conspicuo es el Che Guevara) que cuando se han puesto a la cabeza de los movimientos revolucionarios los han potenciado notablemente. En relación a la literatura dice: "Debo reconocer que las mujeres que andan por los cincuenta años son todas muy buenas; les saco el sombrero." Son las que ya mencionamos.

Federico Falco es cuentista y profesor en Ciencias de la Comunicación. Dice: "El cordobés es contradictorio; tiene deseos de ser cosmopolita pero ve con desconfianza lo que viene de afuera. Sí: hubo grandes picos, como el cordobazo, o la reforma universitaria. Pero después vuelve todo a su lugar, todo se vuelve a achanchar."

Roberto Ferrero, el historiador antes citado, es autor de una interesante historia de la marginalidad cordobesa, formada por una población ya existente en los siglos XVII y XVIII. Vivían en rancherías aledañas a los conventos de San Francisco y Santo Domingo: indios y negros que habían sido esclavos y sirvientes de los conventos. Después fueron cuchilleros, prostitutas, criadores de gallos de riña, pícaros de todo tipo, cantores, etc. Esta población marginal dura hasta 1960. En esa fecha, cuando la policía entraba a un baile, hacía depositar las armas sobre la mesa a los asistentes.

LA VIDA EN LA CALLE. La plaza San Martín es un hervidero de actividades dispares. En una esquina hay un patio de comidas prolijamente cercado. Más allá, los chicos pasean en dirección al espectáculo de los dinosaurios que se ofrece en el cabildo. Frente a los dinosaurios, una chica de unos 16 años baila folklore con su hermanito o primo, de unos 8 años, que trata a toda costa de estar a la altura de la diva. En la otra ala del cabildo está la feria artesanal, y al lado, la sofisticada instalación de los catalanes en contra de la globalización. En una vereda lateral, toca un violinista callejero. También están los integrantes de los foros alternativos que se realizan con motivo de la cumbre de los presidentes. Hay muchos jujeños con delantales. Llevan impresa la efigie de Túpac Amaru y una inscripción: "No a la privatización del agua." La instalación sólo se pudo hacer a medias, por falta de tecnología y de coordinación: los catalanes se quejaban amargamente de la falta de fe antiglobalizadora de los cordobeses. Los jujeños se dispersan a partir de la plaza, hacia distintos lugares, tocando sus instrumentos: una protesta que suena a coreografía de carnavalito.

No hay buena información en las radios y en los diarios (salvo en La voz del interior) sobre la Cumbre de presidentes. Sólo se comentan los procedimientos de seguridad, lo que van a comer los presidentes y la ganancia posible que dejará tanta gente en hoteles, que posiblemente también gaste en regalos. Tal vez los perciban como una gran masa turística. La Cumbre pasa para los cordobeses como un episodio que se mezcla con el Día del Amigo (colapsaron las líneas telefónicas) y la incertidumbre acerca del nuevo director técnico de la selección nacional.

La calle es un hervidero de gente, hay muchos turistas extranjeros, hay reclamos municipales, nacionales y regionales del MERCOSUR. En distintas sedes se realizan foros vinculados al medio ambiente, a la tenencia de la tierra, a la dignidad de la vida o su falta, se pasan películas ilustrativas de diversas experiencias. Hay delegados de toda América Latina, de comunidades indígenas de todo el continente, de Canadá y de Suecia. Pero no es un día habitual: toda la gente está en la calle, en parte atendiendo a las manifestaciones. Esta ciudad de un millón y medio de habitantes parece de seis millones.

Al día siguiente, perseguidos por un tráfico intensísimo de autos con sus bocinas a todo trapo, un grupo de cien jinetes avanza hacia la plaza central. No han cortado el tráfico para dejarlos pasar. Los caballos y los burros están asustados y se dan vuelta para ver a los autos, que piden paso. Los jinetes van vestidos de gaucho de forma simplificada, algunos con gorra negra, otros con sombrero negro de tamaño prudente y pañuelito breve al cuello, alguna casaca. Finalmente se alinean todos frente al cabildo, traen chicos y desde un megáfono alguien les dice que desmonten y descansen. ¿Qué toma la paisanita chica? Un yogurt. ¿Qué toma ese muchacho morocho, curtido y callado? Una Coca-cola. Han recorrido ciento ochenta kilómetros desde Tanti, en cuatro días, para pedir la construcción de una ruta que les prometieron hace sesenta años.

CÓRDOBA BIFRONTE. Desde el primer gobierno patrio, en 1810, Córdoba mira por una parte al interior y por otra, a Buenos Aires. Pero también es cierto que desde hace unos 200 años, ante un cambio político, un cimbronazo cualquiera, Buenos Aires se pregunta qué pasa en Córdoba, cómo está la situación por allá y qué intenciones tienen los cordobeses. La mezcla de sierra y llanura (que se prolonga hasta Buenos Aires) ha dado lugar a roces entre orilleros (criollos) y cajetillas, que se ejercitaban en todos los deportes nuevos: el box, la esgrima, como sus primos porteños. Cuando veían a algún cajetilla que se aventuraba a entrar en sus tierras, los orilleros le decían : "Apartate cajetiya que te rompo las costiya." En la actualidad, una chica rubia fue a un boliche a bailar música cuartetera. Estaba haciendo un trabajo antropológico de investigación, que le pidieron en la universidad. Las chicas locales, habitués del lugar, le dijeron: "Apartate, gringa."

Si bien es desconcertante la mezcla de amabilidad y dureza, de pasado pesado y de espíritu innovador, hay algo inconfundible en Córdoba: el acento. El acento de las provincias del litoral culmina en Asunción, donde aparece la tonada en su plenitud. El de las provincias de Cuyo se alarga hasta Santiago del Chile. Solo Córdoba tiene un canto inconfundible, que le viene de sus primeros pobladores, los comechingones y sanavirones. Por eso también se la percibe como en soledad.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar