Letras uruguayas

Con Gabriela Escobar, finalista Premio Finestres: “Cuando me preguntan por la maternidad me dejan de cara”

“Las preguntas que se le hacen a la literatura no se las hacen, por ejemplo, a los discursos políticos”

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Gabriela Escobar - 2024.jpg
Gabriela Escobar
(foto Jeanne)

por Gera Ferreira
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Gabriela Escobar Dobrzalovski (Montevideo, 1990) es música y escritora. Obtuvo el Premio Onetti de Narrativa (2021) con su primera novela, Si las cosas fuesen como son (2022), seleccionada en el longlist del Premio Finestres. La presentó en España y volvió con energías renovadas.

Escritora profesional.
—Contame tu experiencia en España.
El viaje estuvo bueno. Fueron dos semanas en las que fui ir a presentar el libro y después a la Residencia Literaria Finestres, que cuadró. También estuve en varios clubes de lectura.

—¿Cómo viene la recepción de la novela, que ya tiene tres ediciones (Uruguay, Chile, España)?
Tenía la pregunta de cómo se leería la palabra “tumbona”, que es central en el libro (allá tiene un significado concreto). Me pregunté si habría que hacer algo al respecto, pero no.

—Sos bastante reservada para las presentaciones en público. ¿Cómo la llevaste?
Tenía fobia. Estaba aterrada diciendo para qué me hago esto si no me gusta. Y después voy y está todo bien. Con el libro pasó lo mismo, tuve una especie de espanto cuando lo saqué, y después vi que ta, no pasa nada.

—¿El premio Onetti le dio un empujón o igual le hubiese ido bien?
No sé qué hubiese pasado sin el premio. Sé que ya estaba la idea de publicarlo con Criatura, y Julia Ortiz me hacía el chiste de que “ahora que tenés el premio no te publicamos”. No sé bien a qué escala, pero creo que un Onetti no hace que un libro se mueva más. Capaz que ahora cambió. Antes las ediciones no estaban muy buenas.

—¿Fuiste a Chile?
Sí, a presentar el libro en La Furia del libro (2023), bastante después que el libro salió acá. De hecho, salió primero allá.

—Sirvió que contara con una edición previa ya circulando, ¿no?
Sí, para mí fue más fácil que se publicara lejos primero.

—¿En España conociste a la escritora Sabina Urraca?
Sí. Con Sabina estuve muy poquito. Divina. Comimos y presentó el libro, muy buena onda.

—Hizo el prólogo a la edición española.
Sí, lo leí sin haberla conocido.

—¿Se precisa prólogo para una novela de este tipo?
Depende del lector. Yo los prólogos muchas veces los leo después o, mejor dicho, no suelo leer el prólogo antes de leer el libro.

—Te escuché decir que Si las cosas fueran como son lo escribiste en un tiempo muy corto, que fue intenso y que sacaste la mitad de lo que se publicó. ¿Qué quedó en los márgenes?
Saqué mucho, desde otros personajes hasta una parte que venía luego del final, pero saco sabiendo que las cosas no desaparecen. Entonces no tengo mucho problema, porque igual queda todo ahí. Tengo muy clara esa sensación de que puedo volver a eso.

—¿Cada edición te da la chance de agregar o modificar algo? ¿Se te plantea un escenario así?
Yo lo pienso, sí. Creo que se puede hacer lo que se quiera. Existen casos, sobre todo cuando pasan muchos años de ediciones revisadas. No sé si hay alguien que dedique tiempo a reescribir el mismo libro para cada reedición.

—¿La versión publicada en Uruguay se basa en el texto publicado en Chile?
No. Se basa en mi texto. Pero sí, tienen diferencias. Creo que el de Uruguay tiene un rato más de prestarle atención. La de Chile salió muy rápido. Hay cambios que ya no me acuerdo. La de España es muy parecida a la de Criatura, salvo alguna cosita. Podés cambiar el libro muchísimo, pero ta, la realidad es que ya estás con otro texto cuando sale y no con la misma cosa.

—¿Cómo manejas las propuestas editoriales que aparecen?
Tengo una agente española y estoy aprendiendo. Fue a través de ella que llegué hasta la editorial de allá. Sirve para tener un intermediario si entran cosas y además pone sobre la mesa aspectos que la gente suele rechazar si vienen de parte de un escritor, como el tema de la plata, y todavía hay un prejuicio tremendo con eso.

—Ahora sos toda una escritora profesional.
Bueno, podés tener agente y no pasar nada nunca... Es toda otra parte que no tiene que ver con la escritura.

Lecturas y talentos.
—¿Qué te preguntaban en los clubes de lectura de allá?
Por ejemplo, hubo una que me preguntó si la narradora era lesbiana porque tenía que solucionar un problema con su madre.
—¿Cómo saliste de eso?
Jaja. Fue muy gracioso.
—¿Y qué público tenías?
Había de todo. Muchas mujeres. Decían un montón de cosas que acá no. Había señoras que decían onda: “si viene otro libro como estos me salgo del club”, o “yo no entendí nada, no puedo decir de qué se trata”. O sea, les había gustado, pero estaban enojadas con el hecho de no poder decir de qué se trataba el libro”. Eran clubes que ponían una picada, un vino y eso, pero súper buenos lectores, muy metidos, con preguntas diversas. Y había como una especie de compromiso raro. Una vez hice uno por Zoom y me acuerdo que terminaron votando quién estaba a favor de tal o cuál personaje, y era como muy…
—Videojuego.
Acá no pasa eso. Igual me parecen válidas todas las preguntas, porque son cosas que le pasan a los lectores. Los clubes de lectura son algo a lo que al principio no quiero ir y luego voy y me doy cuenta de que hablo y eso me gusta.

—En tus declaraciones sos de tirar más para el costado filosófico, con vínculos con otras disciplinas como el teatro y la música.
En un momento te volvés como una repetidora de vos misma, porque estás hablando del mismo libro y te hacen preguntas parecidas. Cuando fui para allá pensé, ¿cómo hago para no hablar de lo que ya hablé? No quiero.

—¿Estuviste en alguna instancia de recepción más académica?
Bueno, Alicia Torres dio una especie de charla profesional en la presentación del libro en Uruguay. Yo estaba muy nerviosa, casi no hablé. Y ella tomó la palabra, se paró y habló. Y le agradezco, porque yo estaba mal y quería que hablara más la gente que fue y no tanto yo. Eso me gustó.

—¿En algún momento de tu estadía en España te imaginaste viviendo ese tipo de vida de escritora que viaja y mete residencias y se dedica a pleno a su arte?
No, no, estoy muy acostumbrada a los cambios y mudanzas, así que no tengo esa mirada. Estando allá se me ocurrían muchas cosas para hacer acá.

—¿Como qué?
Hay una fantasía que tengo hace años, y es la de recorrer Uruguay y conocer gente que escriba que no esté vinculada a ninguna editorial.

—¿Una cazadora de talentos?
No, no soy cazadora de nada, pero siempre tuve esa especie de deseo de pensar que hay gente que escribe y hace cosas increíbles y que no las publican, ni las muestran. Como esas personas debe haber muchas, y quiero leerlas.

—¿Tenés alguna pista?
Me gusta eso de salir y no saber, pero intentar encontrarlo, y se puede escribir sobre eso mismo. Encontrar en vez de buscar.

—A propósito de tu temprana faceta cancionera, desde los 9 años, viene luego la escenificación de tu escritura.
Sí, porque las canciones tenían personajes, situaciones a veces grotescas. Lo escénico en mi caso empieza por la música. Lo primero que hice en realidad fue una cosa que se llamó Concierto para ojos cerrados y la gente tenía que entrar al lugar con vendas en los ojos. Estábamos en 360º con los músicos y el sonido venía desde todas partes.

—¿Cuándo fue eso?
Hace mil años. Fue lo primero que hice sola.

—Mi generación conoció a Renée Pietrafesa por Canal 5, pero vos lo hiciste personalmente porque fue tu profe de piano. Contame sobre esa experiencia.
Fue importante. Como yo componía sin saber y no seguía la estructura tradicional de la canción, algunos profesores tenían problemas con eso. Con René me pasó que le llevé las piezas que componía y me ayudó a pensarlas y a entenderlas. Estuve yendo años, luego se fue haciendo más viejita, pero me dio la posibilidad de dialogar con alguien sobre las cosas que hacía.

—Es interesante la diferencia generacional también.
Sí, obviamente al principio yo estaba un poco enamorada, que es algo muy bueno si tenés un profesor o profesora.

—¿Algo que René te haya dicho, algún pensamiento grabado?
Sí, ella hablaba mucho de la humildad de sentarte a solas en el piano durante horas haciendo movimientos mínimos y simples. Empezar desde esa lentitud. De eso me acuerdo bastante.

—¿Ese proceso de estar a solas se parece en algo a la forma de componer literatura o solo aplica a la música?
Hay algo distinto, sí, en lo físico para tocar el piano, y de que te devuelve un sonido al tocarlo, como un círculo. La escritura también tiene ese gesto, que puede ser bastante meditativo. Hay algo que no puedo separar al hacer música y al estar escribiendo. Creo que tiene que ver con el oído.

El arte de decir.
—Sabina Urraca comenta algo en el prólogo a la edición española de tu libro: te inclinás más a trabajar con el lenguaje, que a estar preocupada por desarrollar una trama o un personaje.
Sí, por eso cuando me preguntan por la maternidad me dejan de cara.

—Exacto. No se puede leer tu novela desde el tema, sino desde la forma de la escritura. Te has referido a un registro sinestésico.
Con relación a la percepción de la narradora y lo sinestésico, se viene conversando mucho esto de la forma. He puesto el ejemplo de Samuel Beckett, para quien es inseparable lo que se dice del cómo se dice. Si te proponés agarrar uno de los Textos para nada y decirlo de otra manera, otra manera ya es otro decir. Además, lo que se dice, se está diciendo en cómo se dice.

—A propósito, la psicóloga argentina Alexandra Kohan apunta: “un tiempo también se define por sus modos de leer, por su relación con la ficción, y por sus modos de vivir la literatura. Y vivimos tiempos en los que se le pide a la literatura o al arte que funcione como espejo del mundo o que funcione denunciando al mundo”.
Me pregunto si los lugares, las formas de protesta o las marchas en realidad han perdido poder o validez. Nadie confía demasiado, entonces se desplaza esa necesidad de denuncia hacia todo lo que se pueda. Como que si no funciona ahí, bueno, que pase en el cine, en la radio, en la filosofía. Pero a la vez, las preguntas que se le hacen a la literatura no se las hacen, por ejemplo, a los discursos políticos o a otras formas. Quizás por eso se le pide a la literatura que cumpla una función que en otro momento no cumplía. Tengo un amigo (el ilustrador argentino Pancho Pepe) que tiene una frase que me gusta: “El arte es algo que cambia todo, pero no pasa nada”.

Si las cosas fuesen como son.jpg

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