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A la búsqueda del verdadero Pittamiglio

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Castillo Pittamiglio

Un misterio montevideano

Abundan los mitos, pero faltan datos ciertos. Un nuevo libro nos acerca al verdadero Humberto Pittamiglio.

Humberto Pittamiglio, habitante del curioso castillo que se eleva en la rambla de Montevideo frente a Trouville, coronado por torres inexplicables, símbolos esotéricos y, a su frente, casi lanzada sobre los automóviles y los peatones, una réplica a tamaño natural de la estatua de la Victoria Alada de Samotracia, es a esta altura un ser mítico. Pocos se ocupan de buscar datos concretos sobre su vida. Muchos prefieren las conjeturas y los datos dudosos, algo que ciertos narradores de venta masiva de libros han aprovechado, como también los operadores turísticos que buscan atraer y deslumbrar a los turistas con esos “misterios”.

Eduardo Cuitiño ha iniciado una cruzada contra el mito en un nuevo libro, El verdadero Pittamiglio, y lo hace apoyándose en datos puros y duros. Datos que son fragmentarios y a veces contradictorios; carecen de la dulzura envolvente y melodiosa que le han dado narradores como los uruguayos Mercedes Vigil o Guillermo Lockhart, que llenan los vacíos en el pentagrama con acordes dudosos o meras conjeturas, ficciones que, expresadas con el énfasis justo y en el contexto adecuado, parecen verdaderas. El problema del planteo de Cuitiño es que no deslumbra. Es un libro a contracorriente.

Santo Grial

El libro El verdadero Pittamiglio busca dar a lector esa otra imagen, la de quien fuera un joven brillante, notable orador, buen arquitecto, constructor y político, en una Montevideo de primera mitad del siglo XX que ya había dejado de ser capital de provincia y buscaba un lugar en el mundo. Cuitiño, que es matemático, lo hace con método. Por ejemplo en el capítulo 2, donde se dedica a demoler los mitos. A lo largo de casi 60 páginas se la toma con Vigil y Lockhart una y otra vez, pero también con las páginas oficiales de los museos, tanto la del castillo de la rambla como la del otro castillo, el de Las Flores. O con la web oficial de la Intendencia de Montevideo. Los museos, por ejemplo, señalan que el castillo montevideano se inició en 1910 cuando en realidad fue diez años más tarde, en la década del 20. La Intendencia de Montevideo peor, en un solo párrafo acumula varios errores que los propios archivos de la municipalidad contradicen (la torre mayor del castillo no tiene 45 metros, sino 27).

Son tantas las fábulas a combatir que Cuitiño se enoja. No lo hace con el error, o con quien se equivoca, sino con esa cultura de repetir lo que se dice sin ánimo de verificarlo. Una cultura que abreva en el ánimo cansino, anestesiado, que suele instalarse sobre la ciudad de Montevideo. Va una perla: “La biblioteca de la Facultad de Arquitectura no posee siquiera UN ejemplar del Estudio de iluminación de Montevideo durante el gobierno del Dr. Feliciano Viera de Pittamiglio. Pero claro, bien que tienen el libro de ficción El alquimista de la Rambla Wilson de Mercedes Vigil (...). ¡No tienen el del brillante arquitecto que explica cómo transformó la iluminación de la capital en la década del 20, pero sí una ficción disfrazada de novela histórica que juega con la idea de que Pittamiglio escondía el Santo Grial!”

En este intenso capítulo 2 el autor aborda 14 mitos, algunos que a un lector culto, crítico, le provocarán risa. Como por ejemplo que en su testamento Pittamiglio “legó” el castillo hasta su “reencarnación”. Cuitiño transcribe los testamentos (hizo tres en vida) y la palabra “reencarnación” no está. Otros mitos tienen más envergadura, como el del supuesto vínculo con Piria, otro gran promotor del Uruguay moderno. No hay prueba alguna de que se hayan conocido. Pero Cuitiño va más allá y define ambos caracteres: “El prototipo del negocio de Piria era la venta de terrenos pelados, y el de Pittamiglio era la compra de terrenos, la construcción —ya que no solo era arquitecto sino directivo de una empresa constructora importante— y la posterior renta de apartamentos”.

Rentas que le permitieron hacer fortuna. El autor estima a valores actualizados que Pittamiglio poseía al momento de fallecer en 1966 (en propiedades y dinero efectivo) “entre 7 y 10 millones de dólares actuales”.

Política y escándalo

Cuitiño busca construir su propio Pittamiglio. Lo hace con una estrategia sencilla: ir relatando desde su nacimiento los hitos documentados de su vida. El retrato es fragmentado, a veces desconcertante (declaró en sus viajes ante autoridades extranjeras estar tanto casado como soltero), porque además Pittamiglio era un excéntrico capaz de viajar a Gran Bretaña con la sola idea de hallar las huellas de los antiguos templarios, o de llenar sus construcciones con simbología esotérica, secreta y misteriosa. En ese sentido el autor aclara en la introducción que este libro aborda sólo la biografía de Pittamiglio, mientras que un segundo tomo, aún no publicado, analizará sus vínculos con el esoterismo. O con la alquimia (la química primitiva) y la idea de que era capaz de trasmutar materiales comunes en oro.

De todas las facetas que Cuitiño trabaja, la del hombre público es una de las más contundentes. Los cargos que desempeñó, quiénes fueron sus enemigos, sus éxitos y fracasos, y cómo un escándalo de supuestos sobreprecios llevó a su caída como Ministro de Obras Públicas (1922). La del empresario-constructor es más ambigua, llegando a sugerir que pudo haber utilizado a sus hermanos como testaferros. La faceta del arquitecto es la que más luce. La descripción de algunas construcciones emblemáticas, como la que hoy alberga en su planta baja a la pizzería Trouville, en la calle Francisco Vidal casi 21 de setiembre, dejan en evidencia el buen gusto y las decisiones de un profesional comprometido con la buena arquitectura. Algo que el castillo está lejos de trasmitir.
Lo arquitectónico se luce por la notable relación entre texto e imágenes que posee el libro. Cada ilustración, plano o fotografía se presenta como una continuidad natural del texto. Todo dialoga y crece en la cabeza del lector.

Tanto crece que naturalmente entra en conflicto con la imagen mítica que los Lockhart, Vigil, y hasta el propio Pittamiglio han ayudado a construir. El problema es qué hacer con las historias que pululan por desidia. Suerte que no hay política en el medio, como sí la hubo durante el fascismo italiano con la ciudad de Florencia, cuando Mussolini decidió agasajar a Hitler durante su visita de 1938. El italiano jerarquizó todo lo renacentista que había en el trayecto que seguiría el alemán, y ocultó o derrumbó lo más moderno. Esas vistas de Florencia fueron instaladas por los medios masivos de la época, con tanto éxito que los turistas hoy las consumen felices, desconocedores de aquella maniobra publicitaria oficial (ver D. Medina Lasanky en El renacimiento perfeccionado). En ese sentido el libro de Cuitiño solo trasmite preocupación patrimonial y ciudadana. Cabe esperar su segundo tomo con ansiedad.

Respecto a lo otro, lo mítico, seguirá su propio camino. Ambos, verdad y mito, convivirán en mundos paralelos. Aunque nunca de forma pacífica.

EL VERDADERO PITTAMIGLIO, de Eduardo Cuitiño. Fin de Siglo, 2020. Montevideo, 206 págs.

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