Un clásico renovado
El poeta vanguardista vuelve en una traducción muy uruguaya de Juan Carlos Mondragón.
En el tiempo, los vanguardistas quedan más cerca que los clásicos grecolatinos: un siglo contra dos mil años, centuria más o menos. Tienen en común que pocos lectores promedio se les atreven. En cuanto a la extrañeza que producen, los vanguardistas ganan por goleada, tanto que —igual que con la obra de los pintores de vanguardia— hay no poco público conservador que descalifica la literatura del futurismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo y demás corrientes rupturistas de principios del siglo XX.
Ejemplar
Guglielmo Alberto Wladimiro Alessandro Apollinare de Kostrowitzky (1880–1918) nació en Roma, hijo natural de la noble polaca Angélica de Kostrowitzky y nieto de Apollinaris de Kostrowitzky, que llegó a ser alto funcionario vaticano. No se conoce con seguridad la identidad de su padre y el de su hermano menor, Alberto, pero la hipótesis más firme es que fue el noble y militar italiano Francesco Flugi D’Aspremont quien abandonó a Angélica cuando sus hijos eran pequeños. El propio Apollinaire especuló con esta posibilidad, así como también con la de ser hijo de un príncipe de la Iglesia, para rodearse de un aire de misterio e importancia. De su primera infancia en Roma sacó su peculiar manera de catolicismo, que se expresa en su célebre poema “Zona”:
Tú eres muy piadoso y con el más antiguo de tus amiguitos René Dalize
Ambos adoran por encima de todo el boato de la Iglesia
Son las nueve el gas bajó hasta el azul y ustedes salen del dormitorio a /escondidas
Rezan toda la noche en la capilla del colegio
En tanto que eterna y adorable profundidad amatista
Gira ante la eternidad la gloria incandescente del Cristo
Es el bello lirio que todos nosotros cultivamos
Es la tea de cabellos rojizos que el viento no logra apagar
Es el hijo pálido y bermellón de la madre dolorosa
Es el árbol de continuo exuberante por todas las oraciones
Es el doble cadalso del honor y de la eternidad
Es la estrella de seis puntas
Es dios que muere el viernes y resucita el domingo
Es el Cristo que sube al cielo mejor que los aviadores
Él ostenta el récord mundial de las alturas
De su madre, ludópata y aventurera, que de Roma se mudó a Montecarlo, heredó el desorden y la bohemia, que no mellaron su enorme capacidad de trabajo en variados géneros. En 1899 llegó a París y comenzó a vincularse con su cosmopolita ambiente literario y cultural. En 1901 se emplea en Alemania como preceptor de la hija de la vizcondesa de Milhau y viaja con la familia por distintos puntos de Europa central. Vuelve a París en 1902 y en 1903 funda las revistas Le Festin d'Esope y La Revue immoraliste, en alusión a la obra de 1902 de su amigo André Gide. Ya en 1901, apremiado por dinero, había publicado una novela pornográfica hoy perdida, y hacia 1907 publica, de forma anónima, la novela erótica Las once mil vergas (jugando con la semejanza entre vierge, virgen en francés, y verge, que nombra el miembro viril). La novela disparará una polémica acerca de las diferencias entre erotismo y pornografía. Como crítico defenderá el fauvismo de Henri Matisse y el cubismo de Picasso y Braque. También tomará parte en el descubrimiento del gran pintor naíf Henry “el aduanero” Rousseau. Su más célebre libro de poemas es Caligramas, de 1913, en el que la puesta en página de los textos fusiona poesía y plástica. Publicará novelas y libros de relatos, como por ejemplo El heresiarca y Cía, de 1910. Al calificar a su obra teatral Las tetas de Tiresias, de 1917, de “drama surrealista”, lanzará al ruedo la palabra que dará nombre a la más célebre de las corrientes de vanguardia.
En el terreno personal su vida adulta fue también rica y agitada. En 1911 se vio involucrado en el robo de la Mona Lisa del Museo del Louvre, por lo que pasó algún tiempo detenido en la Cárcel de La Santé. Al estallar la Primera Guerra Mundial se ofreció voluntario y en 1916 fue herido en la cabeza (uno de sus más célebres retratos lo muestra de uniforme y con un aro de metal que le ciñe el cráneo lesionado). En 1918, a meses de haberse casado, tras no pocos amoríos, con Jacqueline Kolb, se lo llevó la pandemia de la “gripe española”.
Fronterizo
El libro Alcools (Alcoholes), publicado en 1913 y traducido al castellano por el docente, narrador y crítico Prof. Juan Carlos Mondragón (Montevideo, 1951), conjuga el rupturismo de la vanguardia con influencias simbolistas y románticas, y por eso puede plantear ocurrencias como la de comparar a Cristo con los aviadores, junto a textos más tradicionales como “Otoño”:
En la neblina se marchan un campesino chueco
Y su buey despacio en la neblina del otoño
Que oculta caseríos pobres y avergonzados
Y yéndose hacia allá el campesino canturrea
Una canción de amor y de infidelidad
Que habla de un anillo y de un corazón que fue partido
Oh! el otoño el otoño hizo que muriera el verano
Y en la niebla se alejan dos siluetas grises
Lo que al poeta le es ultramoderno —ómnibus, letreros luminosos, aviones— para el lector actual es rutinario, cuando no antiguo, lo que tiene su encanto. Pero el mismo poeta ve la modernidad, a cuyo vértigo se arroja, con una mirada que oscila entre el cansancio de lo viejo y la nostalgia de una vida más natural. Como puede verse al inicio de “Zona”:
A fin de cuentas tú estás harto de este mundo decrépito
Oh torre Eiffel pastora la majada de puentes bala esta mañana
Tú te sientes hastiado de habitar la antigüedad griega y romana
Aquí hasta los automóviles tiene un aire de antiguallas.
Sólo la religión permaneció resplandeciente la religión
Preservó su simplicidad como los hangares de Port - Aviation
La traducción, sin excederse en uruguayismos, evita ese castellano madrileño culto que algunos traductores y editores confunden con el inexistente “castellano neutro”. El conjunto es muy refrescante, a tono con el desparpajo, la emoción profunda y la mixtura entre tradición y rupturismo del original.
Donde sí muestra Mondragón su uruguayez, cosmopolita, de uruguayo culto, es en el postfacio titulado en etílica alusión “La del estribo”. La presentación del poeta y el personaje es a la vez amena y rigurosa, por lo que será útil al lector de poesía y al docente que quiera enseñar un autor poco visto en nuestras aulas. En suma, es un libro valioso y bien presentado, lo que permite acercarse a uno de los principales poetas rebeldes y escandalosos de hace un siglo y pico, que ya va para clásico.
ALCOOLS, de Guillaume Apollinaire. Yaugurú, 2022. Montevideo, 136 págs.