Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Nordan Comunidad, diciembre 2007. Montevideo, 254 págs.
La mirada a veces oblicua, siempre amplia, y en todo caso saturada de otras perspectivas de este variopinto anuario de "Antropología Social y Cultural en el Uruguay", es enriquecedora y refrescante. Los capítulos ineludibles del volumen pueden situarse en distintos lugares, según la formación del esperanzado lector. Pero es difícil que el recorrido no transite la inspiración tributaria de Clifford Geertz con que Renzo Pi Hugarte escribe "Revelaciones de la Literatura a la Antropología", o la renovadora aproximación de Ruben Tani a "La lógica de las clasificaciones según Vaz Ferreira", salteándose buena parte de los lugares comunes con que suele homenajearse, o despreciarse, al filósofo uruguayo durante este patrimonial año 2008.
Por curiosidad el visitante hojeará las páginas de la última y extraña sección: "Contextos de la salud". La compiladora del volumen se hace cargo allí de "Una re-visita a la Medicina tradicional berebere: el caso de la Cabilia, Argelia". Por su parte, Hanspeter Reehling se ocupa de algo inquietante aunque poco asociable en principio con un paper antropológico: "La biopolítica del Sida en el Uruguay: madres desgraciadas, niños afortunados y adolescentes invisibles".
La impresión general de este Anuario, similar a la de una colorida mesa de saldos, no debería intimidar al estudiante, docente, investigador, o lector de a pie. Desde el lacónico pero firme estudio sobre los "Varones jóvenes en situación de calle: entre el estigma y la marginalidad" de Rial, Rodríguez y Vomero, a los algo irrelevantes pero entretenidos artículos de Gustavo Laborde sobre el asado criollo, o de Ariela Epstein sobre los graffiti montevideanos, la conclusión será la misma: si los parroquianos de la cultura no transitan otras veredas disciplinarias a las habituales, la condena será la repetición de agotados clichés, o la ignorancia de algunos problemas que sería relevante plantearse.
Hay una convocatoria silenciosa en estas páginas, que circula siempre por debajo de la mayor o menor felicidad de los temas elegidos. La identidad colectiva, las precarias individualidades a ella ligadas, el elusivo significado del fenómeno humano, biológico tanto como cultural, chisporrotea cada tanto en estos abordajes académicos. Y perderse estas páginas sería omitir fragmentos de la columna vertebral de nuestros pueblos, invisible pero operativa.
Basta recordar el capítulo a cargo de Darío Arce "Nuevos datos sobre el destino de Tacuabé y la hija de Guyunusa" para entenderlo. Los charrúas llevados a París en 1833 por Francois de Curel, han sido objeto de varios estudios. Pero aunque sea difícil mostrar "ninguna imagen fidedigna", según admite el autor, complace saber algunos datos sobre Tacuabé, último sobreviviente del grupo. Parece que la imitación era uno de sus talentos, y ejerce su recuerdo una suerte de profunda justicia poética. Un testigo declara, por ejemplo: "Le he escuchado imitar la voz de las personas que vienen a visitarlo, burlándose de ellas bajo todos los conceptos, por ejemplo, imitando el gesto de una persona que toma su lente para mirarlo". Toda una redefinición alentadora de la tan mentada "garra charrúa", que afinca la identidad en defenderse por la burla, y no por retraerse en nuestra supuesta melancolía.
A. C.