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Adelanto exclusivo de poemas de Ida Vitale

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Ida Vitale
Fernando Villar

Más poesía uruguaya premiada

De su último libro, Tiempo sin claves.

Vegetar

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¿Será tan malo vegetar? ¿Habrá que echar raíces, con la
permanencia que eso implica? Quizás baste un poco de
arena, pero entonces será un cacto lo que venga a nuevo
estado. Sin duda será mejor buscar para la experiencia un
poco de buena tierra negra, porque tampoco cualquier
tierra se presta para la aventura que comienza. ¿Serán su-
ficientes unos brotes? Pero por más que uno se ponga
voluntarista, aquellos no van a aparecer por ningún lado
si no logra una mínima raíz. Y para esto se necesita quie-
tud. ¿Hundimiento y quietud?

Demasiado tarde

Lo que el verano nos quita, el lugar que el verano nos
deja, el don del estornino, su ir y venir ansioso entre su
sala de pastos, ¿su selva?, su desaparecer —¿hacia dón-
de?— con su verdoso salpicado de oro, si el viento de
pronto se levanta, si aquella nube, para nada esperada,
gotea.

Accidentes nocturnos

Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.
Si cae un aguacero, va a decirte
cosas finas, que punzan y te dejan
el alma, ay, como un alfiletero.
Solo abrirte a la música te salva:
ella, la necesaria, te remite
un poco menos árida a la almohada,
suave delfín dispuesto a acompañarte,
lejos de agobios y reconvenciones,
entre los raros mapas de la noche.
Juega a acertar las sílabas precisas
que suenen como notas, como gloria,
que acepte ella para que te acunen,
y suplan los destrozos de los días.

Búsqueda

Sale, en busca de precisiones
como de luna llena,
quizás a encontrarse entre lo oscuro
como en la música. Apocada, musita.
¿Qué la habita,
como un fuego de San Telmo
que en lo alto de un seco palo ardiera?

Correr el riesgo

Entrar a un nuevo día para ver cómo muere.
Cubrirme bien los ojos para ver cómo veo.
Comenzar una hoja a ver cómo se escribe.
Acariciar el hielo para sentirme viva.
Leer, releer la palabra y la frase y el rostro.
Los rostros, sobre todo, y pesar lo que callan.
¿Intentarlo con pájaros para perder la ruta?

Sin el nombre del pájaro

Qué desolado ese piar en medio
de esta lluvia nocturna que anticipa el relámpago
y el rodar poderoso del trueno que lo sigue.
No tiene nido o ha perdido el rumbo.
Qué soledad, como de ser sin alma
o con más alma de la conveniente.
Alguien un día estará solo, oyendo
esta misma tristeza y este canto,
disperso entonces lo hoy entrelazado.

(poemas tomados de Tiempo sin claves, de Ida Vitale)

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