Redacción El País
El neurólogo argentino Conrado Estol, reconocido por su trabajo en prevención del ACV y envejecimiento cerebral, compartió una guía sencilla pero contundente: cinco hábitos con evidencia científica que pueden mejorar la calidad y la duración de la vida. Su mensaje es claro: “Nada cambia si no se empieza”.
Para Estol, no se trata de fórmulas milagrosas, sino de constancia. “El envejecimiento puede retrasarse si adoptamos comportamientos simples, sostenidos en el tiempo”, asegura. Y cada uno de esos hábitos —el sueño, el movimiento, la alimentación, la gestión del estrés y la decisión de actuar— cumple un papel determinante.
Dormir bien: el descanso que rejuvenece
El especialista considera al descanso como un auténtico tratamiento antienvejecimiento. Dormir entre siete y ocho horas, dice, no es un lujo, sino una necesidad biológica. Durante la noche, el cerebro elimina toxinas, consolida la memoria y el corazón recupera energía.
Dormir menos de lo necesario impacta en la memoria, el ánimo y las defensas. Pero dormir en exceso también puede indicar un desequilibrio. “El cuerpo no necesita más de nueve horas de sueño regular; si lo hace, algo puede no estar funcionando bien”, advierte Estol.
Con el paso de los años, el sueño profundo se vuelve más liviano, pero no por eso menos necesario. Con rutinas de descanso ordenadas —sin pantallas antes de dormir, horarios regulares y un entorno silencioso— se puede mejorar notablemente su calidad.
Moverse todos los días: el músculo como medicina
“El ejercicio no es opcional”, repite Estol. El movimiento diario —caminar, correr, nadar o simplemente subir escaleras— estimula la regeneración neuronal y mantiene el corazón activo.
El neurólogo subraya que conservar la fuerza muscular, especialmente en las piernas, es un predictor directo de longevidad. “La fuerza de los cuádriceps está asociada con la supervivencia. Quien mantiene fuerza en las piernas se recupera mejor ante una enfermedad o internación”, sostiene.
A partir de los 40 años, la masa muscular y la capacidad pulmonar empiezan a disminuir. Por eso insiste: “No dejamos de hacer ejercicio porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de movernos”.
Comer como en el Mediterráneo
“La comida es medicina”, resume Estol, quien promueve la alimentación mediterránea como modelo de salud integral. Este estilo se basa en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado, aceite de oliva y frutos secos.
Su efecto es potente: reduce la inflamación, protege las arterias y previene enfermedades cardiovasculares, neurológicas e incluso algunos tipos de cáncer. “Es la única dieta con evidencia sólida de que puede disminuir el riesgo de infartos, ACV y cáncer”, señala el neurólogo.
También aconseja elegir alimentos frescos, sin etiquetas ni aditivos. “Hay que comprar comida que no tenga ingredientes impresos”, dice. El cerebro, que consume el 20 % de la energía del cuerpo, necesita una nutrición de calidad.
Manejar el estrés: cuidar la mente para cuidar el cuerpo
“El estrés crónico envejece más que los años”, advierte Estol. Las hormonas del estrés elevan la presión arterial, aumentan el colesterol y alteran el sueño. Sin embargo, distingue entre el estrés paralizante y el que motiva: “Cuando se percibe como un desafío, no eleva la mortalidad”.
Recomienda incorporar pequeños rituales diarios de pausa: respirar profundo, meditar o simplemente detenerse unos minutos. Estas prácticas reducen la tensión interna y mejoran el equilibrio emocional. “Cuidar la calma —dice— es cuidar el corazón y el cerebro.”
Empezar hoy: la actitud que cambia todo
Como cierre, Estol resume su filosofía en una frase que se volvió su sello: “Nada cambia si no se empieza.” Dormir mejor, moverse más, comer sano o controlar el estrés son hábitos posibles, siempre que se dé el primer paso.
“La juventud no es una edad, es una actitud”, afirma. Y recuerda que la longevidad no se hereda: se construye cada día con decisiones simples, sostenibles y, sobre todo, conscientes.
En base a El Tiempo/GDA
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