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¿La intuición importa? Una corazonada revela mucho trabajo e información de nuestro cerebro

Conocer para reconocer, a veces actuar sin pensar, “en automático”, da buenos resultados

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Jugadora de tenis, saque de pelota
Jugadora de tenis, saque de pelota.
Stock photo

Por Karen Szwarcfiter*
"¡Le pegué mal, ¡eso me pasa por pensar!”, dijo Ceci, una amiga, en medio de un partido de tenis tras devolver una pelota que aparentemente venía fácil. “Cuando no pienso, juego mucho mejor”, concluyó ella. ¿Pero es verdad? ¿Si actuamos en “automático” obtenemos mejores resultados?

Hace unos 14 años, el reconocido neurocientífico John-Dylan Haynes, director del centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín, llevó adelante experimentos orientados a conocer a fondo los mecanismos para descifrar la actividad cerebral que se esconde detrás de nuestros estados mentales. Entre otras cosas llegó a conclusiones sorprendentes respecto al libre albedrío y a la incidencia limitada de la consciencia en los procesos de toma de decisiones.

En el estudio, ubicó a los participantes dentro de un tomógrafo por resonancia magnética (TRM) con un pulsador en cada mano y se les instruyó para que libremente eligieran si pulsarían el botón de la mano izquierda o el de la derecha, de manera aleatoria. ¿Qué descubrieron? Los investigadores podían predecir la decisión de los participantes entre 10 y 7 segundos antes que efectivamente la manifestaran e incluso, segundos antes de que fueran conscientes de que habían decidido qué botón apretar.

Los analistas concluyeron que hay dos procesos distintos que forman una decisión. Por un lado, el proceso cerebral que resuelve que hacer, es decir, decide en forma inconsciente algo. Por otro lado, un proceso consciente en el que uno sabe que está decidiendo algo, ¡pero son procesos distintos! Quedó claro que en el proceso de decisión, suceden muchas cosas de las cuales no se tiene consciencia, pero influyen e impactan.

Tras este descubrimiento, la ciencia ha llegado a la conclusión de que muchas de nuestras acciones se preparan y resuelven a nivel inconsciente y que luego se utiliza la consciencia para racionalizar la decisión ya tomada en algún lugar de nuestra mente.

Crecimos con la idea de que el inconsciente era algo muy útil para las cosas pequeñas, hábitos cotidianos que ni pensamos y que nos ayudan a “ahorrar” energía para lo verdaderamente importante. Eso es verdad, aunque para las cosas más complejas creíamos que era exclusivamente necesaria la conciencia.

A lo largo del día estamos expuestos a miles de millones de estímulos que llegan a nuestro cerebro a través de los sentidos y éste no tiene la capacidad de procesarlos a todos de forma consciente. Si el cerebro fuera una computadora, podríamos decir que el inconsciente procesa 11 millones de bits de información por segundo, en contrapartida, la conciencia humana puede procesar un máximo de 50 bits por segundo. Es evidente que el inconsciente tiene mucha más información para resolver algo que la consciencia. Por más que creamos que sabemos en forma consciente mucho y que debemos hacer un profundo análisis para decidir algo, lo cierto es que el inconsciente sabe más. Entonces la recomendación ¡es escucharlo!

¿Cómo hacerlo? Todos hemos experimentado corazonadas, intuiciones, sensaciones en el cuerpo y en la mente que muchas veces nos indican qué hacer o elegir. Esto que sucede en forma rápida, sin buscarlo siquiera. Muchas veces no es otra cosa que la expresión del inconsciente guiándonos luego de tomar en cuenta cientos de miles de datos “archivados” en algún lugar de nuestra mente. Esta cantidad de información proviene del entorno, de estímulos que nos llegaron sin que tuviéramos real consciencia de ello, de experiencias vividas con anterioridad y de emociones que nos han quedado asociadas a diferentes acontecimientos en el correr de la vida.

En resumen, el cerebro procesa previamente mucha información de forma inconsciente, en un especie de “segundo plano” y al final cuando tomamos la decisión, es cuando interviene la consciencia. Claro que las decisiones a nivel consciente son importantes, pero la investigación de Haynes muestra que “el tiempo en el que la decisión llega a la consciencia puede no ser el tiempo en el que se realiza la mayor parte del trabajo para determinar qué opción es la mejor” (Eduard Punset- Redes).

Si bien como explica el premio Nobel de Economía, el psicólogo Daniel Kahneman, existen los llamados “sesgos cognitivos” que son distorsiones en el pensamiento y la percepción que pueden afectar la capacidad de una persona para tomar decisiones y emitir juicios objetivos y de los cuales hablaremos en alguna otra oportunidad, lo cierto es que si prestamos más atención a nuestra intuición podamos orientarnos mejor en los momentos de resolver y ejecutar.

Conocer para reconocer

Nuestro cerebro tiene información valiosa y la considera al evaluar situaciones, aunque nos demos cuenta. Aprendamos a escucharnos más, valorar y confiar en nuestra intuición. Reconocer las sensaciones corporales, emociones o preferencias que surgen en nuestro interior —para tomarlas como señales claves que orienten—es fundamental frente la incertidumbre.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA

Karen Szwarcfiter

Karen Szwarcfiter
Karen Szwarcfiter

Licenciada en Gerencia y Administración de Empresas (Universidad ORT). Docente universitaria, Pos grado en Dirección de Marketing del IEEM y en Neuromarketing por el IBF (Argentina) / Universidad de Salamanca (España). Directora de KAS Marketing Consulting.

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