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Peón cuatro rey

Un millonario estadounidense quiere convertir al ajedrez, en el nuevo golf: un juego interesante, tirando a aburrido pero con mucho público, estrellas, torneos millonarios y transmisiones en directo. ¿Lo conseguirán revivir?

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PETER POMERANTSEV (*)

Qué le pasó al ajedrez? ¿Se acuerdan de Bobby Fisher contra Boris Spassky? ¿La partida del siglo de 1972? Tuvo al mundo paralizado mientras la Guerra Fría se destilaba en un campeonato mundial tan intenso como la crisis de los misiles cubanos. Y aquel joven iracundo Garry Kasparov versus el apparatchik Anatoly Karpov en 1985, una confrontación que pareció encapsular el gran drama de la perestroika: cuando ganó Kasparov, se supo que el imperio soviético iba a colapsar.

El siglo XX fue el siglo del ajedrez. Vladimir Nabokov y Stefan Zweig escribieron novelas acerca de genios calculando infinitas combinaciones hasta derrumbarse en la locura. Sigmund Freud lo vio como un conflicto edípico (¡maten al rey!). Lenin aprendió política con el ajedrez. Abba escribió Chess, The Musical ("Ajedrez, el musical), y Hombre enfrenta a Muerte en un tablero de ajedrez en El séptimo sello de Ingmar Bergman.

Mucho más que un juego, el ajedrez era una expresión de la política, una definición de genio y una metáfora de la experiencia humana. En 1997 el siglo del ajedrez llegó a su punto máximo con Kasparov enfrentando a Deep Blue, la computadora de IBM, el duelo máximo entre hombre y máquina. Ganó la máquina, y, como lo dijo el gran maestro Boris Gelfand: "Fue como que el ajedrez perdió la mística". Más que la expresión del genio humano, el ajedrez se convirtió en apenas otro programa de computadora. Y con el final de la Guerra Fría también se le fue el toque político.

Al comenzar el siglo XXI, el ajedrez estuvo ausente sin aviso de la cultura. El que no era aficionado pudo haber escuchado acerca de peleas en la Federación Mundial de Ajedrez (FIDE en sus siglas en inglés), algo sobre que el título mundial se dividía en dos, algo sobre crisis financieras. Durante ese período, asumió como presidente de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov, hasta hace poco el gobernador de la distante, polvorienta y pobre región rusa de Kalmykia, y que dice haberse comunicado con extraterrestres (lo subieron a su nave, jugaron al ajedrez con él y le dijeron que ellos originalmente habían traído al ajedrez al planeta Tierra). Ilyumzhinov es acusado por periodistas rusos de gobernar Kalmykia como su feudo personal y llevó al ajedrez a una peregrinación surreal, desde planes para crear una "Ciudad ajedrez" al estilo de Disney en su capital Elista, a organizar en 2004 el campeonato mundial de ajedrez en Libia para hacerse compinche de Muammar Ghaddafi (algunos de los mejores jugadores del mundo son israelíes y no les fue permitido participar). Ilyumzhinov continúa usando el ajedrez como una útil tarjeta de presentación para frecuentar a interesantes jefes de Estado: la semana pasada estuvo en Damasco para encontrarse con Bashar al-Assad, con la intención de promover el ajedrez en las escuelas sirias. Muchos en el mundo del ajedrez están agradecidos por el dinero de Ilyumzhinov y su capacidad organizativa para llevarle algo de orden al juego, pero gradualmente el ajedrez se ha vuelto más marginal, de interés exclusivo de los lectores de las columnas de ajedrez o en países donde hay tan pocos éxitos deportivos que el público convierte en héroes a sus grandes maestros.

Pero eso estaría por cambiar.

El mes pasado marcó un punto de inflexión en la historia del ajedrez, cuando el emprendedor estadounidense Andrew Paulson anunció el 20 de setiembre en la fiesta de lanzamiento de su utópico proyecto de transformar el ajedrez en un deporte espectáculo, en el nuevo golf. "¿Saben cuántas personas juegan ajedrez en el mundo?", preguntó Paulson. "Seiscientos millones. Pero el ajedrez perdió su encanto, ahora se lo voy a recuperar". Paulson, un ex alumno de Yale, fue presentado a Ilyumzhinov como el hombre que puede devolverle la grandeza al juego. Esteta y aventurero, Paulson fue un empresario teatral en Nueva York (le produjo la primera obra a Jodie Foster) y fotógrafo de moda en París, antes de revolucionar el mercado ruso creando sus más importantes revistas glamorosas y compañías de internet más arriesgadas. Persuadió a la FIDE para que le de el control total de los derechos del Campeonato mundial de Ajedrez. Básicamente es el dueño del futuro del deporte.

La fiesta de apertura fue una declaración de intenciones. Ambientada en los lujosos salones del Somerset House londinense, se parecía a la premiere de una película. Los ricos rusos londinenses se aparecieron con sus aburridos y espectaculares acompañantes. La supermodelo Lily Cole jugó una partida relámpago con el número 13 del mundo, Veselin Topalov ("Es bastante buena en la defensa", dijo el gran maestro totalmente ajeno a la belleza de su oponente). Productores de televisión se mantuvieron ocupados entrevistando a los principales jugadores: parte del plan de Paulson es crear un formato televisivo que haga excitante al ajedrez. Sunset and Vine, la compañía que le dio color y espectáculo al cricket y al poker, quedó a cargo de la tarea. En lugar de aburridas conferencias de prensa, los partidos de los campeonatos serán en locaciones intrigantes (un Gran Premio en marzo se jugará en una monasterio portugués). Los jugadores serán captados en primer plano para atrapar cualquier mueca de tensión. Va a haber gráficos y chiches indicando su chance de ganar y comentaristas informarán y amenizarán la partida. A los jugadores se les colocarán aparatos biométricos para medir sus latidos y los patrones de transpiración para dar pistas de lo que está pensando. El objetivo es convertir a los ajedrecistas en estrellas, construir sus perfiles y fomentar el conflicto. Parecería medio complicado -los jugadores de ajedrez en general aparecen como ajenos a la realidad- pero detrás de sus miradas autistas cargan con una ambición feroz.

"El objetivo es aplastar la mente del oponente", dijo una vez Fischer. Pero son las redes sociales la parte más prometedora del nuevo amanecer de Paulson: internet y el ajedrez parecen haber nacido el uno para el otro. Las comunidades online podrán discutir y adelantar cada movimiento, podrán hacer apuestas sobre posibles variaciones, recibir tuits con los movimientos en su celular.

Todo esto es excitante para los fanáticos del ajedrez, pero ¿servirá par hacer que el ajedrez vuelva a ser importante? El modelo de negocio de Paulson está construido a partir de seducir auspiciantes corporativos que quieren asociar su marca con un significante cultural.

"Ya nadie piensa que las computadores son rivales de los humanos", insiste el gran maestro Raymond Keen. "Hemos vuelto a la idea de que el ajedrez es una piedra angular del intelecto humano. Nuevos estudios muestran que el ajedrez ayuda a combatir el Alzheimer y otras formas de demencia. El juego está de vuelta".

(*) Newsweek

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millones de personas practican ajedrez en el mundo, según el promotor Andrew Paulson.

ESCAQUES EN URUGUAY

Jugar y educar

En Uruguay hay unos 500 jugadores profesionales de ajedrez, un gran maestro internacional (Andrés Rodríguez), unas seis o siete academias y un medio centenar de proyectos de ajedrez escolar. Gran parte de esa actividad pasa por la Federación Uruguaya de Ajedrez (la FUA), que, de acuerdo a su vicepresidente, Esteban Jaureguizar, sólo dedica el 1% de su trabajo a organizar los torneos nacionales, los rankings y asuntos más tradicionales de una federación.

Es que la FUA trabaja para la formación de nuevos valores sin perder de vista el rol social. Ya hay un programa de ajedrez escolar en 29 escuelas de 16 departamentos, se desarrollan actividades de "pre ajedrez" para que a los niños "no los espante su complejidad" (el 18 de noviembre en Playa Pascual hay un evento de competencia y diversión a través), en el IPA hay un posgrado de formación de profesores de ajedrez (este año hubo 50 cupos para 120 interesados) y el programa para las XO tiene 75.000 descargas. Además se está haciendo una evaluación en lo cognitivo del juego sobre los niños.

La federación está buscando "poner el ajedrez al servicio de la educación", dice Jauguerizar, mientras almuerza antes de volver a dar clases de ajedrez en un colegio privado.

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