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En EE.UU. al vino dejó de importarle los modales

En el afán de diferenciarse, surgen etiquetas groseras que atraen a cierto público joven

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Es picante y combatiente. Los taninos tienen agarre. La nariz no toma prisioneros. Este shiraz es una perra ("bitch``, en inglés). Así lo dice la etiqueta. Royal Bitch (perra real) es el nombre del vino, uno de una prolífica familia de cabernets y chardonnays de una variedad de productores con etiquetas como Sassy Bitch (perra precoz), Jealous Bitch (perra celosa), Tasty Bitch (perra sabrosa) y Sweet Bitch (perra dulce). Son refuerzos de un creciente ejército de vinos groseros y de precio bajo que se han abierto camino hasta en las tiendas de vinos y los supermercados estadounidenses en los últimos años.

La Oficina de Impuestos y Comercio de Alcohol y Tabaco, una agencia del Departamento del Tesoro de EE.UU., aprueba unas 120.000 solicitudes para etiquetas de vinos cada año. La mayoría de los nombres son tradicionales, a menudo refinados, especialmente para vinos de menor precio. Es natural que un chardonnay o cabernet cueste menos de US$ 15 o US$ 10.

Luego están los demás. Vinos como Ball Buster (rompepelotas), una robusta mezcla de shiraz-cabernet-merlot del Valle de Barossa en Australia. O BigAss Red (tinto gran trasero), de la bodega Milano Family Winery en California.

Bitch atrajo la atención de un cierto tipo de consumidor, principalmente mujeres jóvenes camino a una fiesta de despedida de soltera o de divorcio, o que buscaban una forma especial de decir "Te quiero`` el Día de las Madres.

Chatham Imports percibió el atractivo de una bebida de mujeres irreverentes en 2005 cuando uno de sus distribuidores desarrolló un cóctel de ron promocional llamado Jealous Bitch y lo ofreció, tímidamente, a bares y clubes nocturnos. Los representantes de ventas estaban un poco nerviosos sobre cómo podría ser recibido el nombre. Pero a las mujeres jóvenes les encantó, y la compañía desarrolló un vino con ese nombre.

"La cuestión es que, si uno sale con una etiqueta conservadora, es difícil diferenciarse del montón en el anaquel``, sostuvo John F. Umbach, propietario de Joseph Victori Wines, empresa que distribuye Royal Bitch y Sweet Bitch. "La competencia es brutal``, agregó.

La competencia es especialmente reñida en el extremo inferior del mercado, donde los vinicultores reclaman la atención de consumidores que buscan un chardonnay o cabernet bebible por menos de US$ 20.

Durante años, los vinicultores y los comercializadores han estado popularizando frenéticamente sus productos, haciendo pedazos la imagen de los castillos y adoptando una estética de la cerveza para el obrero. En 2010, la marca de vinos de mayor venta en EE.UU. fue Barefoot (descalzo). La etiqueta no muestra una mansión solariega entre las vides, sino la huella del pie de uno de los ex dueños de la bodega.

Lo informal se volvió atrevido. Ahora, el atrevimiento ha dado paso a la insolencia. En 2005, Brandever Strategy, una consultora de marcas de Vancouver, fue contratada por Scherzinger Estates, una bodega durmiente en Columbia Británica, para crear una nueva imagen y marca. Resultó en Dirty Laundry Vineyard (viñedo ropa sucia) - una alusión a una lavandería china y burdel que floreció cerca durante la era de la fiebre del oro. The New York Times

Más que datos descriptivos

La irreverencia en las etiquetas de los vinos refleja una evolución en la presentación cultural de la bebida que el Museo de Arte Moderno de San Francisco en EE.UU. trazó en la reciente exhibición "Cómo el vino se modernizó: Diseño y Vino de 1976 a la fecha``.

Tradicionalmente las etiquetas del producto han sido puramente informativas, pero eso comenzó a cambiar. "Alrededor de 1980 se comenzaron a transformar en superficies para la comunicación, proyectando una identidad de marca para el vino y tratando de llegar a un público definido``, señaló Henry Urbach, un curador arquitectónico que organizó la exhibición con los arquitectos Diller Scofidio y Renfro.

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