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Los recién llegados

| En diez años se instalaron en Uruguay 24.510 extranjeros, y la tendencia va en aumento.

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TOMER URWICZ | LEONEL GARCÍA

Seguridad, trabajo, aventura, amor. Son varios los motivos que hacen que un inmigrante elija Uruguay para vivir. El inglés Jon Prentice (48) conoció a una montevideana recorriendo el Camino del Inca en Perú; siete meses después ya estaba acá. Los conocidos uruguayos de Matthew Bencivengo (25), allá en Boston, le fueron picando con el bicho de la curiosidad sobre este pequeño enclave del Sur; hoy está encantado con la "energía" de varios lugares. Damián Katz (32), argentino, decidió continuar su carrera como desarrollador inmobiliario acá, en el país donde se casó. Marc Elefant (82), estadounidense, se enamoró de la forma de ser de la gente de aquí. Paralelamente, Adam Smith Huarota (30), escuchó a su hermano y viajó cuatro días por tierra desde su Perú natal a un sitio donde, le aseguraban, había muchas oportunidades en la pesca. Filomena Martínez (71), también peruana, también llegada por contactos con sus paisanos, conoció acá lo que es la explotación laboral antes de documentarse.

Ellos son parte de los 24.510 inmigrantes que recibió Uruguay entre 2000 y 2011, según datos del último Censo. La cifra puede parecer ínfima pero no lo es en relación a los habitantes del país ni a lo que había sucedido en décadas anteriores: entre 1990 y 1999 habían llegado prácticamente la mitad (12.538).

Los argentinos son los inmigrantes más numerosos en la década 2001-2011: 8.586 (35% del total de extranjeros), según el Censo. Es el caso de Damián, un agradecido con Uruguay, donde cree que hay un culto a la amistad. "Es una sociedad más ordenada y con valores que allá se han perdido". La adaptación le fue fácil, más porque Andrea, su esposa, es uruguaya. No demoró en conseguir trabajo como desarrollador inmobiliario, lo mismo que hacía allá.

El amor también trajo a Valeria Stigliani (39). Llegó el pasado enero porque su pareja, Hugo, es uruguayo. Dejó atrás su casa en Escobar, a 50 kilómetros de Capital Federal, para instalarse en Gruta de Lourdes, zona que sabe estigmatizada, pero que percibe "menos peligrosa que Buenos Aires, sobre todo la periferia". A pesar de sentirse bien e integrada socialmente, extraña familia, amigos y diversión. "Quizá Uruguay no tiene demasiado entretenimiento. Es muy pasivo".

Esta integración casi "natural" que presentanestos dosargentinos es una constante en la mayoría de los inmigrantes de ese colectivo. Las prácticas culturales similares, el idioma y hasta el acento son factores que acercan a este pueblo que a veces se tilda de "hermano".

Pero no todo lo que brilla es oro. Tanto Damián como Valeria han padecido las trabas burocráticas que les impiden acceder con facilidad a las documentaciones. "La atención es espectacular, me resultó fácil porque me casé acá... pero la burocracia es lamentable", dice él. En el caso de ella, psicóloga de la Universidad de Buenos Aires, la reválida de su título "va muy lenta". Los trámites los comenzó antes de venir pero cree que recién en marzo del año próximo tendrá el tema resuelto. Por ahora, aprovecha el tiempo cursando un posgrado en la Escuela Freudiana de Montevideo.

Las audiencias para obtener la residencia en la Dirección Nacional de Migración tienen una demora de cuatro o cinco meses, según el informe Caracterización de las nuevas corrientes migratorias en Uruguay, realizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), finalizado este mes, al que accedió Domingo.

Los trámites tienden a complicarse aun más en el caso de las partidas extranjeras que exigen traducción cuando "la gente no tiene la culpa de que el Uruguay no tenga traductor", señaló en el estudio el director Nacional de Migración, Carlos Del Puerto.

En otros casos la falta de documentación no responde a una problemática institucional. Algunas trabajadoras domésticas sienten miedo de perder su relación laboral por tramitar su identificación. "Este temor muchas veces se traduce en una `falsa ignorancia` de sus derechos", expresa la investigación.

Los más vulnerables son los peruanos que llegan de La Arena, un pueblo a 1.200 kilómetros de Lima, dice Carlos Valderrama, de la casa de inmigrantes César Vallejo. No regularizan sus documentos, son perseguidos por vigilantes en los centros comerciales y viven hacinados en pensiones que les cuestan más caro que a un uruguayo, según indica el estudio.

La inmigración masiva de peruanos comenzó en la década de 1990 y en los últimos diez años representan 4% del total de los extranjeros llegados al país. Están instalados mayoritariamente en la Ciudad Vieja y el Centro de la capital, barrios cercanos a la zona de trabajo de los varones (la pesca y la construcción). Las mujeres ejercen trabajos domésticos, en gran parte en casas de diplomáticos en Carrasco, según el informe, al igual que bolivianas y paraguayas,

"La aceptación que tenemos por el argentino no se da con los andinos, aun cuando estos tengan un nivel educativo por encima de la media del uruguayo", dice Patricia Gainza, responsable de Políticas Transversales del Mides. "Hay un doble discurso: por un lado nos quejamos cuando un uruguayo es discriminado en Europa y por otro hacemos lo mismo".

Quienes provienen de países europeos, e incluso de Estados Unidos, sí gozan de una integración más amigable. En parte, los demógrafos explican este acercamiento por mayor información, razones culturales semejantes y, también, porque los rasgos físicos no son tan distintivos.

DESARROLLADOS. Varios de estos inmigrantes provenientes de países desarrollados se han instalado en el litoral Norte (Salto y Paysandú) y en el Este (Maldonado y Rocha), según el informe. En su mayoría tienen estudios calificados, aunque no siempre ejercen su profesión.

Pese a ser un ingeniero graduado en la prestigiosa Cambridge, Jon se dedica a dictar clases de inglés y, como también es contador, de mercados financieros. Notó que ha pasado lo mismo aquí con varios compatriotas suyos muy calificados. "No sé si hubiera conseguido trabajo en lo mío. Yo veo que amigos míos, con MBA (maestrías en administración y negocios) no han podido insertarse laboralmente, incluso hablando muy bien español. ¡No sé por qué!". Aun así, este inglés que todavía prefiere el té al mate y que vivió en Australia y Ecuador, se siente a gusto en Uruguay. "Nunca me sentí sapo de otro pozo".

Algunos estadounidenses, por estudios y recursos, instalan sus propios emprendimientos. Este colectivo representa 9% del total de inmigrantes recientes y es el más grande después de Argentina y Brasil. Es un grupo predominantemente masculino y muchos son jubilados y pensionistas.

Marc tiene 82 años pero no le gusta que se lo catalogue de "jubilado". Considera que se retiró de algunas actividades, como el ser presidente de una multinacional, pero continúa ejerciendo funciones de beneficencia. De hecho, coordina una ONG para discapacitados.

A su Estados Unidos lo dejó hace tiempo. Es un errante por el mundo. En parte su excelente español se explica por ese deambular por distintos países, su madre argentina y su actual residencia en Punta del Este, donde pasa siete meses al año. Tiene casas por varios lados pero elige Uruguay. Reconoce las bellas playas, pero eso, a su juicio, no lo distingue de otros sitios. Se quedó aquí "por su gente", a tal punto que con su mujer tramitarán la residencia.

Mucho más joven, Matthew (25) es otro estadounidense enamorado de los paisajes, en particular, de aquellos que difícilmente encuentre en Boston, como los balnearios bohemios Cabo Polonio y Valizas. La "energía" que dice sentir en estos lugares hará que pronto deje el hostel para mochileros que instaló en Montevideo, y se irá para Villa Serrana a montar un albergue de campo. Estuvo en pareja, pero "las uruguayas son diferentes. Ojo, son muy lindas". Se relaciona con estudiantes de Bellas Artes, "gente bohemia, con cabeza". Solo alguna vez, algún vecino un tanto anacrónico le tiró algún "Yankee, go home". Pero él no piensa en irse; insiste en la "energía" local.

De todas maneras estas comunidades, a priori con más herramientas para integrarse, también tienen sus impresiones negativas. Así como Jon se sorprende de la lentitud de la burocracia criolla y de la dificultad para que a los extranjeros se les valores su calificación académica, Matthew tiene una queja bien básica: "El tema en este país... es hacer plata, ¡es casi imposible! La calidad de vida es muy buena, ¡el costo no!".

Vulnerabilidad acentuada para algunas colectividades

Adam Huaroto (30) llegó a Uruguay hace un año desde su Pisco natal, en Perú, tras cuatro días de viaje. Su hermano mayor, Ricardo, quien estuvo aquí por una década, le dijo que había trabajo en la pesca. Allá quedaron su familia y su Licenciatura en Educación, inconclusa. Lesionado a bordo, con un mes y medio en tierra, se está capacitando para guardia de seguridad. Vive en la Casa del Inmigrante y cuando puede manda US$ 500 a los suyos; sueña con traerlos.

La crisis en Perú de principios de siglo trajo a la comerciante Filomena Martínez (71) a esta parte del mundo. No lo sabía en aquel enero de 2001, pero llegaba a otro país con crisis en ciernes. A través del contacto con sus compatriotas, consiguió trabajo como doméstica con cama en Carrasco. Su desconocimiento de las leyes laborales y el abuso de su expatrona le hicieron cumplir jornadas de 17 horas diarias. Cayó enferma y no fue atendida. Con la ayuda de otra peruana logró documentarse. Hoy no tiene quejas de su actual trabajo, también empleada con cama en Carrasco.

El informe de OIM y Mides dice que los colectivos "vulnerables" (los de Perú, Bolivia, Paraguay y algunos países de Asia) no son significativos en número pero sí los que más sufren su condición de migrantes. El racismo lo tienen cerca; el acceso a la documentación y la integración, lejos. Los peruanos en particular forman una colectividad muy endogámica, sin casi vinculación con los uruguayos.

De acuerdo con el Censo, se registró la llegada de 1.005 peruanos en los últimos años. Según Alicia Esteller, directiva de la ONG Idas y Vueltas, se calcula que podrían alcanzar los cinco mil.

ECONOMÍA Y UN IDIOMA QUE AYUDAN

Los flujos migratorios que está recibiendo Uruguay son similares a los de sus vecinos, dice a Domingo Diego Beltrand, director para América Latina de la OIM. Se percibe el crecimiento de españoles y portugueses "atraídos por las facilidades idiomáticas", y de otros europeos desplazados por la crisis. Uruguay, cuya economía está en crecimiento, capta algunos casos como efecto "contagio", dice Patricia Gainza del Mides. Alicia Esteller, de la ONG Idas y Vueltas, afirma que de Uruguay atrae su seguridad debido a su baja delincuencia (en comparación con la región) y a leyes sociales. En menor proporción llegan a la región asiáticos (coreanos, chinos, indonesios) y africanos subsaharianos. Esa es una población que se integra poco al resto de la sociedad por dificultades idiomáticas, culturales y desconocimiento de sus derechos. Algunos, dice el informe de OIM y Mides, vienen como refugiados, amparados en el Protocolo de 1967. Estos flujos migratorios "parecen tender a quedarse", indica Beltrand.

LOS RETORNADOS

LO DIFÍCIL DE VOLVER AL HOGAR

El crecimiento económico y la baja tasa de desempleo que presenta Uruguay atrajeron a varios de los uruguayos que habían emigrado durante la crisis de 2002. Entre 300 y 350 personas retornaron al país en 2011, frente a poco más de 80 que lo habían hecho en 2009, según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores. En su mayoría se trata de hombres (62%) y de edades que promedian entre los 20 y 40 años (42%). Pero varias de las expectativas que traen estos uruguayos, sobre todo a nivel laboral, se encuentran con situaciones desalentadoras. Un primer problema es la imposibilidad de conseguir una vivienda, en particular alquilar, porque no poseen una garantía. Esto determina que sean recibidos por familiares, quienes no necesariamente tienen lugar para hospedarlos. Otro aspecto que se menciona en el informe elaborado por la OIM y el Mides es el de "los bajos salarios que no llegan a cubrir el costo de vida". Esto redunda en dificultades para el acceso a la conectividad, servicios de Internet y computadoras. Los mayores de 40 años encuentran, a su vez, una "situación sumamente desventajosa para la inserción en el mercado laboral, aun cuando la experiencia acumulada debería ser un factor favorable". Cuando las adversidades parecen no solucionarse con el paso del tiempo y no se visualizan posibilidades a futuro, "resurge la idea de volver a emigrar".

LAS CIFRAS

24.510

Son los nacidos en el extranjero que llegaron a Uruguay en la última década, según datos del Censo 2011. La mayoría proviene de Argentina y Brasil. Le sigue Estados Unidos.

52,3%

Proporción de argentinos (35%) y brasileños (17,3%) en ese total. Muchos de ellos viven en departamentos fronterizos con esos países; son trabajadores rurales "binacionales".

7,7%

Porcentaje de españoles que han llegado a Uruguay en la última década, aunque varios son hijos de uruguayos. La crisis europea tiene mucho peso en esta realidad.

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