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El celular habla de la relación padre e hijo

| Un estudio revela que cuando los jóvenes llaman a sus padres el vínculo es más estrecho y de confianza.

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EL MERCURIO | SEBASTIÁN URBINAC

Contar con un teléfono celular en la actualidad es algo indispensable. Sobre todo para quienes son padres y necesitan de esta tecnología para cumplir con su rol, ya que les facilita monitorear a sus hijos, principalmente a los adolescentes.

Pero la duda que surge en este caso es si esta tecnología permite más autonomía a sus usuarios, o sólo se trata de una atadura electrónica.

Para averiguar esto, el profesor de desarrollo humano Robert Weisskirch, de la Universidad del Estado de California, realizó un estudio con 196 parejas de padre o madre e hijos, cuyos resultados se publicaron en la revista Cyberpsychology, Behavior and Social Networking.

Por qué llaman. "El teléfono hoy es una parte importante del papel de padre. Es la forma de estar en contacto con los niños", dice a The New York Times Amanda Lenhart, investigadora del Pew Research Center Internet. Ya en 2009 el 70% de los adolescentes en Estados Unidos hablaba al menos una vez al día con sus padres.

En ese país un 75% de los jóvenes tiene celular, a menudo adquirido por sus progenitores, para poder estar en contacto. Asimismo, quienes son padres es más probable que tengan uno de estos aparatos, comparados con otros adultos.

En Uruguay, hay más de cuatro millones de líneas de celular (4.437.158 para ser exactos, 1,32 celular por habitante, 73% prepago, 27% pospago). Con tales cifras -a diciembre de 2010- resulta fácil deducir que una buena parte de los niños y adolescentes tienen su propio teléfono móvil.

La vasta penetración de esta tecnología, llevó a Weisskirch a preguntarse cómo ella puede afectar la dinámica de la relación padre-hijo. Para esto se aplicó un cuestionario con distintos tipos de situaciones o circunstancias en las que los jóvenes llaman a sus padres, y viceversa, las que debían ser calificadas desde "nunca" hasta "a menudo".

Así, se dio cuenta de que la naturaleza de la llamada y quien la hace, puede afectar este vínculo.

Por ejemplo, los jóvenes telefonean principalmente a sus padres para "pedir permiso" o avisar que llegan tarde. Los padres, por su parte, llaman para saber dónde están ellos, chequear las tareas escolares o expresar su molestia por algo.

Cuando son los adolescentes o niños los que toman la iniciativa, esto se asocia a una mejor relación con sus padres, a los que consideran como un buen apoyo, cercanos y con los que tienen una buena comunicación.

En este caso, los padres se sienten gratificados y las llamadas parecen estimular su autoestima.

"Cuando los jóvenes son los que llaman en busca de apoyo u orientación, en general se llevan bien con sus padres", dice Weisskirch.

Por el contrario, si es el padre o la madre quien intenta monitorear a su hijo, chequear el cumplimiento de sus tareas o señalarles la atención por algo que les molestó, la relación tiende a ser más conflictiva y el adolescente tiene una autoestima más baja.

De todas maneras, Weisskirch destaca que el celular es un buen instrumento para la transición que viven los hijos hacia su independencia.

Esta tecnología "tiene el potencial de mejorar la relación, dándole a los padres la oportunidad de aconsejar a sus hijos, para que ellos aprendan a tomar buenas decisiones", dice este académico.

De paso, recomienda no llamar a los hijos con mucha frecuencia, ni menos para rezongarlos por algo. "Cuando haces la parte negativa de la labor de padre por teléfono, no funciona muy bien", advierte el especialista.

Observaciones. De las 196 parejas de la investigación, un 13% eran padre-hijo, un 11% eran padre-hija, un 30% eran madre-hijo y un 46% eran madre-hija.

Por eso, las conclusiones deben tomarse con precaución, ya que la mayor parte de la muestra consiste en parejas madre-hija, lo que puede limitar las generalizaciones.

Asimismo, el estudio deja fuera otras formas de comunicación, como los mensajes de texto, las llamadas por línea fija y los intercambios cara a cara, lo que también puede ser un sesgo para comprender la comunicación padres-hijos actual.

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