Publicidad

Entre Barcelona y Santa Teresa

Compartir esta noticia

Elvio E. Gandolfo

EN EL ÚLTIMO PAR de décadas abundaron los libros de narrativa póstumos, incompletos o casi completos, de autores importantes. Pasó con La grande de Juan José Saer (solo estaba escrita la primera línea de su último capítulo), con Don Juan el Zorro de Francisco Espínola (obra crucial, inconclusa), con The Pale King (El rey pálido), de David Foster Wallace, publicada hace muy poco.

En el caso de Roberto Bolaño los minuciosos cuentan seis libros póstumos hasta la fecha, incluyendo poesía (La universidad desconocida), El secreto del mal (rejunte de textos diversos; ver El País Cultural Nº 929), El tercer Reich (novela de 1989; ver El País Cultural Nº 1055), Entre paréntesis (notas críticas y ensayos).

En el caso de Los sinsabores del verdadero policía, se trata de un viejo proyecto de Bolaño, según contó en una carta de 1995. Había llegado a pensar que el libro podía ir creciendo hasta llegar a "ochocientas mil páginas, un enredo demencial". Con alegría y justicia, el "curador" Ignacio Echevarría y el sello Anagrama han destacado que se trata de un texto muy trabajado, que se relaciona con los dos tomos más extensos de Bolaño (Los detectives salvajes y 2666).

Una vez leído, el libro cumple plenamente con las expectativas no solo de los fans de Bolaño, sino con las de cualquier lector que conozca solo algunos o ninguno de sus libros. Está dividido en cinco partes. Las mejores son las I, II y V, con un desvío sobre uno de los personajes (la parte IV: Rosa Amalfitano). Un agregado innecesario es la parte IV, "J. M. G. Arcimboldi", personaje de 2666, donde se describe su obra, sin mayor destaque o relación con el resto. Uno no puede dejar de pensar que en caso de publicarlo él mismo en vida, Bolaño habría eliminado esa parte, o la habría incluido como apéndice. En contrapartida, las primeras cuatro páginas son una divertida clasificación de numerosos poetas latinoamericanos o españoles como "maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas ninfos y filenos". La hace Padilla, poeta amante del profesor Amalfitano.

Las zonas relacionadas con el profesor de literatura Amalfitano, su hija adolescente Rosa y el ya mencionado Padilla arrastran al lector en un relato a la vez claro y múltiple, de ritmo por momentos jadeante. En la primera parte Amalfitano tiene que salir disparando de Barcelona porque la universidad catalana puede ser muy moderna, pero no tolera la homosexualidad oculta en uno de sus profesores. Padre e hija terminan en la universidad de Santa Teresa (México). Por último "Asesinos de Sonora" mezcla a personajes dignos de figurar en 2666 con Rosa Amalfitano.

El tono de Bolaño es inconfundible en su última década, y une elementos paradójicos: sabe narrar el cariño filial o la amistad, pero también un laberinto hetero, homo o bisexual un poco frío, serial. Las siluetas de la soledad y de la muerte aparecen cercanas o como horizonte. El juego con los elementos culturales (sin separar la cultura alta de la baja) es casi obsesivo, en especial con los ambientes universitarios. Hay otro componente esencial: aunque él ya no aparece como personaje, va proyectando una imagen global que logra que el lector sienta el deseo y la remota posibilidad de conocerlo, incluso después de ido, en un sueño. Filamentos semejantes cimentaron la fama resistente a los embates de la crítica académica de gente tan diversa como Henry Miller, los "beats", Alejandra Pizarnik o Julio Cortázar.

Tal como está, el libro está a medio armar (no a medio escribir). Tal vez Bolaño le haya absorbido alguna parte en sus obras extensas. Tal vez su deseo de que las cinco novelas de 2666 se conocieran a través de cinco años, de a una por vez, imaginaba una forma de influir más secreta que el "bombazo" único y mayor, de hacer que lo escrito repercuta en la realidad, como en la vieja vanguardia.

LOS SINSABORES DEL VERDADERO POLICÍA, de Roberto Bolaño. Anagrama, 2011. Barcelona, 323 págs. Distribuye Gussi.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad