Publicidad

Chile, 1973

Compartir esta noticia
 20120524 600x394

María Sánchez

(desde Santiago de Chile)

EL 11 DE SETIEMBRE de 1973 Pinochet junto al ejército chileno da un golpe de estado. El anterior presidente, Salvador Allende, se suicida en el Palacio de la Moneda. El Estadio Nacional, que había recibido tiempo antes a Neruda, se convierte en un gran campo de detención y el periodista estadounidense Charles Horman es apresado en Valparaíso, interrogado y posteriormente ejecutado. Sabía demasiado, no sobre Chile, sino sobre la implicación de Estados Unidos en la organización de diferentes grupos terroristas en Latinoamérica.

En la "Isla Negra", Pablo Neruda está enfermo, su esposa Matilde Urrutia y sus amigos intentan ocultarle lo que está pasando. Mientras, su casa de Santiago, "La Chascona", está siendo saqueada, quemada e inundada. Matilde escribirá más adelante en su diario: "Todo ha sido roto por la furia insensata que ha asolado esta casa. (…) Si han sido capaces de hacer esto, ¿cuántos crímenes más serán capaces de cometer?"

POLÍTICA Y ARTE. Ese mismo 11 de setiembre, en Holanda, el fotógrafo Koen Wessing se apresura a comprar un pasaje de avión a Chile tan pronto como se entera del golpe. Pide a un familiar un traje gris, carga sus cámaras y habla con unos amigos que habían estado un año antes en la tercera conferencia mundial de la UNCTAD celebrada en Santiago. Ellos le hablaron del impresionante edificio construido especialmente para el encuentro. Este edificio fue el centro de operaciones de la junta militar durante la dictadura y, tras varios usos, volvió hace unos años a los ciudadanos como Centro Cultural Gabriela Mistral. Un espacio que ahora recoge, por segundo año, la muestra de las fotografías del artista holandés, Imágenes indelebles, no solo las tomadas en Chile sino también de los conflictos ocurridos en Nicaragua en 1978 y en El Salvador en 1980.

Koen Wessing nació en Holanda en 1942 y con 21 años ya ejercía como fotógrafo freelance. A lo largo de su carrera trabajó principalmente para la agencia Hollandse Hoogte, con la que realizó reportajes de protestas, revueltas y conflictos locales. Wessing fue testigo del mayo del 68 en París, las guerras de Nicaragua o El Salvador, el apartheid de Sudáfrica, y viajó con su cámara por China, Guinea Bissau, Afganistán, Indonesia, Albania, y Rumania, entre otros.

En Chile su cara de pocos amigos, el pelo corto y la chaqueta gris prestada fue lo que le permitió moverse libremente por la ciudad sumida en el caos. Fotografió en puntos de control a las mujeres que eran registradas, con un gran angular a escuadrones en las calles, el velatorio de Pablo Neruda y también consiguió colarse en el Estadio Nacional.

Allí se produjo una de sus fotos más extrañas pero interesantes: un preso se arrastra bajo la valla que separa el graderío del estadio del campo mientras que un soldado se debate entre mantener el arma en posición y aproximarse también a la valla. La clave de esta imagen está en un paquete de cigarros. Wessing, fumador empedernido durante toda su vida, les lanzaba cigarros a los prisioneros en las gradas, pero no solo eran los detenidos los que notaban la falta de la nicotina. Este paquete no alcanzó su destino a la primera y, sin quererlo, el fotógrafo provocó la imagen. Soldado y detenido se lanzaron a la pesca del botín.

En otra de las imágenes recogidas en esta muestra un detenido está siendo retratado de perfil por el fotógrafo oficial del ejército delante de una pared blanca. Él mismo debe sujetar el número. Dos puntos de vista que realzan, en la mirada de Wessing, el orgullo y la integridad del detenido.

La fotografía del holandés es de carácter político pero más que de la violencia o la desgracia del conflicto, sus imágenes son el testimonio de la dignidad y el orgullo de los humanos. Es quizás el carácter plástico de estas imágenes lo que les aporta a los chilenos una nueva visión de su propia historia. Al volver a Holanda, Wessing hizo una selección de 25 imágenes y publicó el libro Chili, September 1973, un referente hoy en el fotorreportaje del siglo XX. Cada imagen funciona por sí misma, pero el conjunto de estas contiene la clave de las grandes obras, consigue transmitir el ambiente de caos, oposición, dignidad, tensión y represión con la que el mundo, y en concreto los chilenos, vivieron los precipitados acontecimientos de ese fatídico mes de setiembre.

LA MUESTRA. Es extraño que una exposición se repita dos años seguidos, pero la afluencia de público de la primera vez -más de 17 mil personas- y la repercusión a nivel social conseguida lo justifican. Por otro lado, este es quizás el mejor homenaje que se le podía hacer al fotógrafo en el primer aniversario de su muerte, ocurrida días antes de que la muestra se abriera al público en su primera edición.

Además de un excelente montaje de las obras, esta retrospectiva cuenta con dos bloques más: una proyección de gran dimensión de las fotografías y una entrevista a Wessing meses antes de su muerte, realizada por Jeroen de Vries-curador de Imágenes indelebles y amigo personal del artista-. En ella el propio fotógrafo, fumando continuamente y con pocas palabras, explica el contexto de muchas de las instantáneas expuestas y reflexiona sobre el deber o no de explicar toda la situación histórica-política a los más jóvenes. En concreto recuerda una ocasión en la que el novio de su hija vio sus imágenes de Chile y le parecieron bellas pero remotas.

En apoyo al propio cuestionamiento del autor, la muestra Imágenes indelebles fue acompañada de otras actividades en las que les da la voz a los ciudadanos. Se realizaron dos focus groups, uno con vecinas mayores y otro con jóvenes de entre 15 y 25 años, nacidos en democracia. Jóvenes que toman parte de las últimas movilizaciones estudiantiles chilenas y que reconocen en las imágenes la pugna entre las ideas libertarias y la represión como elementos que también se repiten en los conflictos de los que hoy participan; pero que, sin embargo, ya sienten el Golpe de Estado del 73 como algo distante en la historia; les sugiere "los tiempos coloniales, la Alemania de Hitler o el mundo narrado por Ray Bradbury en Fahrenheit 451", según los testimonios recogidos por el Centro Cultural GAM.

Otra de las iniciativas que acompaña a esta muestra es sumatuvoz.cl, un sitio web en el que se invita al público a compartir sus sensaciones con la frase: "¿Qué ves? ¿Qué sientes, qué recuerdas o reconoces? ¡Suma tu voz!". Son testimonios que, proyectados junto a la imagen en la entrada de la exposición, han permitido ponerle nombre a algunos de los protagonistas de las imágenes de Wessing. Un hombre con unas frazadas, traje y lentes de montura gruesa camina encorvado; junto a esta foto se lee: "Es mi padre, contáctenme". Y no es una broma pesada, ese hombre es César Fernández, apresado en el Estadio Nacional un día después del golpe, donde fue testigo de la muerte de Víctor Jara. Estuvo exiliado en Europa y en algún momento vio las imágenes pero hasta que su hijo no lo reconoció en esta muestra no pudo saber quién fue el fotógrafo ni cuándo fue tomada. Poco a poco Chile empieza a reconocer a sus desaparecidos y a elevar la voz para que la memoria no se pierda en el susurro.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad