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Vivir con miedo

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EDITORIAL

La izquierda caviar, la que está acomodada en el Estado con grandes salarios de burócratas casi que inútiles, la que vive en los barrios costeros de Montevideo, también sufre la inseguridad cotidiana.

La campaña de recolección de firmas del senador Larrañaga en favor de plebiscitar una reforma constitucional con el objetivo de disponer de nuevos instrumentos para enfrentar a la delincuencia ha sido un éxito. Fueron más de 400.000 personas las que se unieron a ella, lo que deja en claro el hastío ciudadano por la mayor inseguridad que vive el país.

Algunas de las iniciativas planteadas son algo discutible, como por ejemplo la de los allanamientos nocturnos con autorización judicial, o la de la creación de una guardia nacional con efectivos militares para ayudar a enfrentar la gravísima ola delictiva.

Pero más allá de las naturales polémicas que esas decisiones traen consigo, la clave de la campaña vivir sin miedo es entender que lo que allí ocurrió es una canalización política concreta que procura alertar sobre una situación humana angustiante, como es la del cotidiano vivir hecho de barbarie y violencia que sobre todo reinan en los barrios populares de la zona metropolitana.

Vayamos a un ejemplo, entre tantos otros posibles, ocurrido la semana pasada. Un grupo de funcionarios policiales miembros de la Guardia Republicana patrullaban la zona cercana al cruce de las calles Montes Pareja y Leandro Gómez en el barrio Casavalle. Recibieron denuncias de disparos y allí acudieron.

Vieron que dos jóvenes se encontraban manipulando un arma de fuego y detuvieron a uno de ellos. Fueron víctimas entonces de una lluvia de piedras y de agresiones de al menos unas 40 personas que se oponían a esa detención. Respondieron con disparos de escopetas con munición de goma, pero en un momento, ya con uno de ellos gravemente herido por los golpes, oyeron intimidantes ráfagas de ametralladora. Resolvieron pues retroceder y retirarse del lugar.

Este episodio no es excepcional. Al menos una vez al mes las fuerzas policiales se ven envueltas en situaciones en las que ya sea tienen que retirarse como en este caso, o terminan sufriendo por ejemplo, el robo de sus armas de reglamento por parte de bandas de delincuentes. En definitiva, estos episodios dan cuenta de que la policía no logra imponer el orden público en algunas zonas de Montevideo, lo que implica que el Estado en sí, no logra ejercer su principal función en todo el territorio nacional, como es el monopolio de la violencia.

Esta es la realidad actual del país. Hay que ponerse un minuto en el lugar de un buen padre de familia, trabajador, honesto, que procura salir adelante con su esfuerzo cotidiano levantándose temprano para cumplir con sus tareas diarias, y vecino de esa esquina de Montes Pareja y Leandro Gómez.

A cierta hora de la noche, escucha balazos, ve que llega la policía y que, lejos de resolver el problema, una turba la echa del barrio a golpes y pedradas, con ruido de metralletas de fondo. Ese vecino honesto y trabajador, ¿acaso no es evidente que vive con miedo? ¿Acaso no es obvio que no siente respaldo alguno de la legalidad del Estado frente a cualquier arbitrariedad que decida hacer tal o cual grupo de delincuentes que asolan su barrio?

La izquierda caviar, la que está acomodada en el Estado con grandes salarios de burócratas casi que inútiles, la que vive en los barrios costeros de Montevideo, también sufre la inseguridad cotidiana.

Hoy le roban su casa mientras sale a cenar en familia, mañana le rompen el vidrio del automóvil, pasado tiran al piso a un familiar y le fracturan la cadera con tal de robarle la cartera. Sin embargo, esa izquierda acomodada es incapaz de ponerse un minuto en la piel de ese vecino de Casavalle que no solamente está expuesto a los robos cotidianos, sino que además se va a dormir día por medio con el ruido de los balazos y las ametralladoras en su barrio.

Porque esa izquierda perdió completamente el sentido de la realidad de lo que efectivamente está sufriendo el pueblo en su cotidiano vivir, es que alegremente, como Bergara en su campaña electoral, es capaz de denostar las propuestas de Larrañaga porque le traen “malos recuerdos” de los militares en las calles de la ciudad.

La gente está harta de vivir con miedo y por eso tan multitudinariamente firmó en favor de la campaña por reformar la Constitución. Las iniciativas izquierdistas de desarmar a la población, de criticar con mala fe a Larrañaga, y de relativizar lo que ocurre por causa de una supuesta campaña de medios de comunicación de derecha, no son más que patéticas formas de mostrar que no entienden nada de lo que realmente está sufriendo la sociedad uruguaya. En octubre próximo, se llevarán un fuerte revés en las urnas.

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