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La "colonia de los barbudos", un clan aislado en Uruguay

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Los recibos de UTE llegan con una dirección que indica "Camino de los barbudos". Foto: D. Rojas

Por motivos religiosos no escuchan radio, no ven TV y evitan las ciudades.

Provienen de una zona de Rusia que limita con China. Se levantan a las 5 de la mañana para ir a la iglesia. Visten a diario atuendos típicos como si vivieran en el siglo XIX. Los hombres lucen barbas frondosas y chaquetas bordadas separadas por una faja que oficia de cinto.

No miran televisión, no escuchan radio y tampoco leen los diarios. En colonia Ofir, sede de esta comunidad asentada a 14 kilómetros de San Javier, las redes sociales no existen y cuando una jovencita quiere relacionarse con alguien de fuera de la comunidad debe pedir permiso.

Es un pequeño pueblo que fue fundado en 1996 en el departamento de Río Negro, pero sus habitantes viven en "otro mundo". Pertenecen a una comunidad religiosa denominada starovery (rusos ortodoxos separados de la iglesia oficial y que mantienen con celo la antigua liturgia).

Uliana Cheremnov explicó que la religión, en cierta medida, y no saber español han sido factores fundamentales para permanecer aislados en la colonia que este año cumple medio siglo desde su fundación.

"En parte es porque no saben hablar (español) y no logran comunicarse. Yo lo hablo un poco atravesado, pero hay mujeres que no hablan nada porque el idioma les resulta muy difícil, indicó Uliana, que dedica su tiempo a hacer manualidades.

Ella tuvo que salir a "lucharla" porque el marido (uruguayo) la dejó con seis hijos a cargo. Eso contribuyó a que Uliana "saliera" al mundo a ganarse la vida con sus finos bordados y dulces caseros. También viaja periódicamente a Montevideo para dar clases de ruso.

Con el apoyo de la Dirección de Cultura de Río Negro, Uliana Cheremnov presentó en Semana de Turismo una expo feria de productos confeccionados con sus propias manos como vestidos, manteles y apliques. No faltan en su exhibición las tradicionales matrioskas rusas.

"Mi vida ha sido muy complicada, por eso tuve que largarme a hacer todas estas cosas de modo de mantener a mi familia. Si no, estamos fritos" reflexionó Uliana.

Aislados.

¿Por qué no miran televisión? Es la pregunta que la mayoría de los visitantes de la feria le hizo a la expositora rusa. La respuesta: "No tenemos tiempo, y además no le vemos nada bueno a la televisión. Quizás algunas noticias, pero la mayoría son de crímenes que en definitiva nos ponen más preocupados. Entonces, cuando uno no escucha, no sabe nada y vive mas tranquilo que es lo que realmente importa", señaló.

Más adelante reconoció que es la religión la que tradicionalmente les ha impedido acceder a los medios de comunicación aunque con el paso de las décadas algunos habitantes ya no siguen a rajatabla estos mandamientos.

"Por la religión, ni la radio ni la televisión están permitidas en nuestras casas. Nos levantamos a las cinco de la mañana a rezar y pedir perdón; luego debemos hacer nuestras tareas. Cuando se queda mirando televisión, después no tiene tiempo para otras cosas".

"Nuestro primer deber es atender las vacas, cerdos y gallinas. Cuando terminamos con eso hacemos las tareas de la casa y luego el bordado. No tomamos mate porque no tenemos tiempo que perder", afirmó Cheremnov.

Otro mundo.

Caminar un domingo al mediodía por la colonia Ofir es como embarcarse en el túnel del tiempo.

Las niñas caminan con sus vestidos típicos y colas trenzadas. Los jóvenes gustan del fútbol pero también con ropa diferente a la que vemos en estas latitudes. Cuando advierten que alguien ajeno a la comunidad los está visitando, la mayoría se encierra en sus casas y observa corriendo apenas las cortinas de sus ventanas.

Viven en casas de construcción precaria, en calle de tosca, pero en algún galpón que otro, se deja ver maquinaria agropecuaria bastante moderna.

"Somos unas treinta de familias que trabajamos de sol a sol", dijo un integrante de la comunidad que advirtió a este cronista que no estaban permitidas las fotografías, y menos que los filmen. Por eso, el testimonio de Uliana Cheremnov a El País, rompe con una tradición de varias décadas.

Según dicen no les ofende que el recibo de UTE llegue mensualmente impreso con una dirección que indica: "Camino de los barbudos".

"No nos molesta, porque en verdad somos barbudos. Por religión no está permitido afeitarnos. Tampoco nos molesta que nos llamen chinos", afirmó Uliana que parece no importarle demasiado lo que la gente opine sobre su estilo de vida.

"Nos vestimos como lo hacían nuestros abuelos y bisabuelos. Cuando hace dos años visité por primera vez la región en la que nací, muchos nos felicitaron por mantener la tradición aun estando tan lejos", reconoció orgullosa.

Un pueblo aislado

Los rusos de colonia Ofir viven muy cerca de San Javier, la otra comunidad rusa existente en Uruguay. A pesar de compartir nacionalidad, ambas comunidades tienen culturas totalmente diferentes. Mientras los fundadores de San Javier llegaron desde Vorónehz (centro de la parte europea de Rusia) los de colonia Ofir provienen de la zona asiática en el límite de Rusia con China, cerca de la región de Harbin.

De su Rusia natal fueron expulsados en el período revolucionario, y se instalaron en China. De ahí debieron emigrar a mediados de los años 50, bajo el régimen de Mao, y se dispersaron por Estados Unidos, Brasil, Argentina y Uruguay.

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Los recibos de UTE llegan con una dirección que indica "Camino de los barbudos". Foto: D. Rojas

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