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Arim: "El egreso de la Universidad está a 20 años de Corea"

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Rodrigo Arim, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Udelar. Foto: Marcelo Bonjour.

Rodrigo Arim está con los pies en su despacho y con la cabeza 20 años después. Será una deformación profesional por su trabajo como economista en prospectiva o una característica que tiene cualquiera que se jacte de revolucionar un plan de estudio (como él encabezó), lo cierto es que no quiere detenerse ni un minuto a pensar en el impacto que tuvo su tuit sobre el rechazo a perros y mexicanos en un Coffee Shop. Prefiere hablar del futuro.

Parece que es tiempo electoral. En la entrada de la Facultad de Economía de la Universidad de la República, jóvenes se abalanzan sobre cada uno que ingresa al centro educativo y hacen entrega de un volante. Pero no se trata de una lista partidaria ni de una plataforma ideológica, sino una oferta de cursos particulares de Contabilidad y Matemáticas. En la puerta de un servicio público ofrecen estudios privados.

Pasando el patio interior del recinto que una vez fue un hospital devenido en facultad, a pocos metros de esa entrada sobre la calle Gonzalo Ramírez, el decano Rodrigo Arim analiza la realidad del sistema educativo uruguayo y, en particular, de la educación superior.

—¿Cómo afecta que estudiantes de un sistema público deban recurrir a cursos privados?

—Uruguay tiene demasiado pocos universitarios en comparación internacional. El país requiere más egresados para las necesidades de corto y mediano plazo. En Corea del Sur, un 15% de la población de entre 60 y 65 años tiene algún título de grado universitario. En Uruguay el porcentaje es casi idéntico: 14%. Sin embargo, cuando se analiza a la generación de 25 a 30 años, en Corea el 70% tiene un título de grado y en Uruguay no se llega al 20%. Esto hace caer la idea de que en Uruguay se necesita una selección previa de ingreso a la universidad. Es decir: hay que eliminar la idea de que la masificación es negativa y que, de hacer una selección previa, se podría mejorar así la eficacia. La clave entonces para no recaer en los cursos particulares es innovar.

—¿De qué manera?

—El uso de recursos tecnológicos, nuevas modalidades de aprendizaje y tratar diferente a los estudiantes que tienen necesidades distintas. Además, hay que incrementar la cantidad de docentes de alta dedicación, que conozcan más a sus estudiantes, que generen conocimiento. Eso daría chance de traer a jóvenes uruguayos que estén estudiando en el exterior, con la idea de que retornen a investigar aquí y mejore así la enseñanza universitaria toda. La idea de docentes full time no es un capricho. Está demostrado que estos profesores pueden hacer otros seguimientos y actualizaciones de los cursos, o bien liderar propedéuticos para equiparar a los estudiantes que están rezagados.

—¿La UdelaR está siguiendo este camino de innovación?

—La Universidad, en forma incipiente, está explorando algunos mecanismos. A nivel internacional, en educación superior hay pocas verdades reveladas. Se ha comprobado que las becas —a través del Fondo de Solidaridad u otra forma— incentivan el estudio. Falta mucha apuesta a apuntalar nuevos modelos de aprendizaje al inicio de la carrera de grado, porque una vez que los estudiantes logran traspasar los primeros semestres ya es menos complicada la desvinculación. Y, aunque parezca trillado, hay un problema presupuestal: con el mismo dinero atendemos cada vez más estudiantes (la Facultad de Ciencias Económicas y Administración tiene unos 20 mil matriculados en todo el país, unos 3.000 entran por año en primero). Eso deteriora la calidad de aprendizaje. Tengo la misma cantidad de docentes para atender el doble de alumnos.

—¿Cómo los afecta esta realidad?

—Entre el 10% y el 15% de los inscriptos en primero no hicieron ninguna prueba. Se inscribieron por los boletos, como se dice irónicamente. Del resto, un 20% se desvincula antes de terminar el año. Una vez que pasan a segundo, la desvinculación baja cada vez más.

—Usted, como parte de la UdelaR, solicitó al Ejecutivo $ 4.477 millones para 2018. Sin embargo, en el proyecto de Rendición de Cuentas el gobierno les asigna $ 348 millones. ¿Cómo hay que leer esta señal?

—Hay que leer la falta de presupuesto con preocupación. Tiene que ver con la posibilidad de mantener el crecimiento en la inversión educativa, en un país que tenía un atraso muy importante en esta materia, y que implica directamente un estancamiento. Es una incapacidad para seguir avanzando en algunos procesos de transformación que la UdelaR tenía planificados. La segunda preocupación es sobre el diseño del presupuesto. Planificar en educación implica una mirada a largo plazo. Cualquier proceso de transformación o cambio que la sociedad le está exigiendo a la educación, implica tomar decisiones que afectan recursos por tiempos prolongados. Un presupuesto que se diseña por dos años, luego un anuncio por un año y otra vez la incertidumbre de qué sucederá en los otros dos, es un desincentivo y afecta la calidad de las decisiones que se toman. El Poder Ejecutivo desde una mirada muy macro está buscando una consistencia fiscal que va en detrimento de quienes tenemos que tomar decisiones microeconómicas con el presupuesto que se nos asigna.

—¿En el dinero está parte de la solución?

—La educación en Uruguay tiene una postergación muy larga que se remonta a antes de la dictadura. De hecho, en egreso universitario se está unos 20 años atrasado respecto a Corea del Sur. Es un área como pocas en el Estado, en que lo que hoy se invierte sus frutos se verán en tiempo prolongado. Por tanto, cambiar implica cambiar en dinero y en eficiencia. Lo que no es cierto es que hay transformaciones posibles sin generar nuevas inversiones.

—El economista Ignacio Munyo presentó un gráfico en que se muestra una serie de países (Israel, Holanda, Estados Unidos, Suiza y Canadá) que gastan menos del 5% del PIB en educación y tienen mejores resultados que Uruguay...

—No es lo mismo invertir un 4% del PIB en un país desarrollado que en países subdesarrollados. Cada punto del PIB, por lo menos en Estados Unidos, vale el triple que un punto en Uruguay. Si se compara a Uruguay con países de desarrollo similar, no se encuentra tal disparidad de resultados. Eso no quiere decir que Uruguay esté fenómeno. La matriz educativa uruguaya requiere cambios muy profundos. Hay dificultades para discutir esos cambios y el sistema político ayuda poco con las señales que están enviando.

—¿Los salarios no están insumiendo demasiados recursos?

—La actividad educativa tiene buena parte de su inversión en recursos humanos. En la mayoría de las universidades del mundo, entre un 70% y 90% del gasto está destinada a salarios de funcionarios. En el caso uruguayo se suma que los salarios en la educación pública siguen estando postergados si se los compara con el resto de funcionarios públicos. Ni siquiera es más bajo que las empresas públicas, sino que es más bajo incluso que la Administración Central. De esta forma, ¿qué incentivo se les da a los jóvenes a estudiar docencia si se les dice que hasta el propio Estado valora más otras actividades?

—Arim es sinónimo del cambio de UdelaR, ¿fue necesario el presupuesto para ello?

—Algunas transformaciones son poco costosas en el mediano plazo. Cambiar un plan de estudios implica convivir, por un tiempo, con dos planes en simultáneo. Eso requiere cierto aumento, aunque luego no necesariamente implica más recursos. Para otros cambios sí son necesarios muchos recursos.

—¿En qué consistió el cambio?

—La transformación tuvo que ver con cambiar el plan de estudio. Ese cambio incidió en el egreso. Pasamos de tener 500 egresos por año entre 2000 y 2011, a estar en 1.000 egresos hoy. Lo duplicamos. Eso redunda en mejorar la eficacia en toda UdelaR. En el interior están pasando modificaciones interesantes, docentes radicados en el lugar. En pocas palabras, se logró transformar la oferta de grado: planes de estudio, mejor eficacia, se flexibilizó la oferta que permite circular con más facilidad. El estudiante obtiene créditos y elige caminos propios.

—¿Qué falta?

—Transformar la oferta de posgrados y asociarla, sobre todo, a la investigación y generación de conocimientos. Hoy son unos 300 los matriculados en posgrados. En Contabilidad y Administración seguimos teniendo cierta debilidad en generar docentes con alta dedicación. Por un lado, hay una tradición en estas áreas que ve a la enseñanza como vocacional. Más del 90% de los docentes en estas carreras cumplen esta característica, trabajan y dan las pocas horas de clase que pueden. Dicho de otro modo; hay alta dedicación profesional y poca en investigación académica. Esa es una agenda pendiente. Parte del problema es que hay resistencia cultural. Pocos estudiantes visualizan la investigación académica como parte del desarrollo profesional.

—Usted apunta a una enseñanza de grado masiva y que la especialización venga con el posgrado. ¿De qué le sirve al país?

—Está ocurriendo un cambio tecnológico que está transformando el requerimiento laboral de las personas. Todas las tareas más rutinarias o aquellas cognitivas que son plausibles de ser imitadas por mecanismos de inteligencia artificial, están en riesgo. Hay que formar en capacidades y no en contenidos específicos. Los contenidos y las técnicas pueden ser arrasadas por el cambio tecnológico. Lo que nunca se va a transformar es la capacidad de innovación y creación del ser humano. Pero además hay un tema salarial. En Estados Unidos cada vez se nota más la diferencia salarial entre aquellos que terminan los estudios avanzados y los que no. Hay buena parte de la población que ni siquiera llega a la universidad y es un problema. En Uruguay estamos muy pendientes de los problemas que tiene Secundaria, y no estamos viendo las necesidades de pensar en estos temas de educación superior. El cambio tecnológico va a seguir implicando la generalización del estudio de educación terciaria. Ese objetivo Uruguay no lo puede perder.

—Hace un año amenazó con renunciar, pero siguió. ¿Qué pasó en el medio?

—A diferencia de Mirtha Legrand, yo amagué con renunciar una sola vez (risas). Había notado que la agenda de transformación estaba bloqueada. No había voluntad política para avanzar con los posgrados, las formas en que se acceden y rotan los cargos en los departamentos universitarios. Había discusiones hacía tres años en comisiones y no se notaban avances. ¿Qué cambió? Desde todos los colectivos (docentes, estudiantes y egresados) hubo una expresión de voluntad clara de avanzar rápidamente en la agenda postergada. Si sigue habiendo voluntad de avanzar, yo continúo hasta el fin del período (junio de 2018).

"Hacen falta políticas que incentiven la autogestión".

Rodrigo Arim impulsó el debate sobre el uso de la Renta Básica Universal como herramienta de políticas públicas. ¿Esta idea es aplicable a la realidad uruguaya?

—No creo que sea la solución a los problemas del Uruguay actual. El país tiene la necesidad de mejorar algunas apuestas públicas, sobre todo en la infancia, y parte de esa apuesta tiene que ver con probar herramientas que hoy están en discusión en la agenda internacional.

—¿Por ejemplo?

—Una opción es poner a disposición de los jóvenes, cuando inician su camino de vida adulta, una serie de recursos. Anthony Atkinson, quien falleció a comienzos de año, hizo una propuesta para Gran Bretaña de "herencia mínima". Es un dinero que se recauda de impuestos, por ejemplo al valor de la tierra, y luego se redistribuye. El Estado pone a disposición del joven, cuando cumple 18 años, una serie de recursos mínimos para que tome decisiones libres: invertir como pequeño empresario, formarse o lo que fuera. En Gran Bretaña eran unos US$ 20 mil.

—¿Hay requisitos?

—Ser ciudadano. El problema es que en las sociedades modernas se toman decisiones en función de una ausencia de recursos. La idea es aliviar esa imagen. Faltan políticas públicas que incentiven la autogestión.

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Rodrigo Arim, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Udelar. Foto: Marcelo Bonjour.

LA ENTREVISTA DEL DOMINGO - DECANO DE FACULTAD DE ECONOMÍA DE UDELARTOMER URWICZ

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