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Alberto Mastra, el artista que encerró el tango en botellas

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Barrio de tango, una de las escenas recreadas en el interior de una botella. Foto: A.Martínez.

Son paisajes y escenas de tangos encerrados en botellas de vidrio: desde el boliche de barrio hasta una comida familiar, con tal nivel detalle que pueden incluir desde cajones de frutas hasta cuadros en miniatura colgados en paredes.

Son obras de Alberto Mastra (1909-1976) —uno de los músicos uruguayos más importantes en la historia del tango—, cuya habilidad manual, dedicación y sensibilidad quedó plasmada en esta extraordinaria colección que se exhibe en el Museo y Centro de Documentación de Agadu.

Fue a fines de la década de 1950, debido a un problema de salud, que Mastra debió permanecer en reposo en su casa. Entonces comenzó a crear la primera de estas piezas, inspirado en las tradicionales miniaturas de barcos. Él decidió crear pequeñas escenas tangueras. Luego de la primera experiencia, se aficionó a esa artesanía. Hizo varias, algunas las regaló, otras las vendió y unas cuantas las sorteó, aunque décadas atrás pocos valoraban la originalidad y excelencia de estas obras, recordó el periodista y escritor Nelson "Laco" Domínguez, amigo del artista.

"Laco" contó que a Mastra siempre le interesó el miniaturismo. "Otros embotellan barcos, yo embotello tango", le dijo una vez.

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Colección.

Durante su vida, Mastra pasó por etapas de penurias económicas, que se acentuaron en sus últimos años. Como forma de ayudarlo, Agadu le compró muchas de estas botellas, que son parte del acervo que está expuesto en el museo de esa institución.

Lía Mastracusa, hija de Mastra, recordó que su padre comenzó a realizar estas obras cuando residían en una casa de Banfield (provincia de Buenos Aires) y las siguió creando cuando la familia se mudó, primero a un hotel en Buenos Aires, luego a Montevideo y después a la ciudad de San Carlos (Maldonado).

Afirmó que a los motivos tangueros les sumó otros folclóricos e históricos. Mencionó una reconstrucción de la Batalla de Las Piedras, cuyo destino actual desconoce.

Utilizaba materiales de descarte: maderas y cartón principalmente; tallaba las figuras con hojas de máquinas de afeitar, usaba pegamento "Pegalotodo" y agujas de tejer, a las que afinaba la punta, para introducir las figuras y colocarlas, pieza por pieza, en el interior de las botellas.

"Laco" Domínguez dijo que "al margen de lo pintoresco, el miniaturismo de Mastra merece un estudio; es un trabajo depurado" y tiene un valor documental "excepcional".

Entre otras anécdotas, Domínguez relató que, en cierta época, Mastra iba seguido a la vinería Teluria (que estaba en 18 de Julio y Cuareim), donde cantaba algunas de sus canciones. Entre los personajes del lugar había un hombre que a medida que tomaba vino se iba poniendo más cargoso con Mastra preguntándole cómo hacía esta artesanía, cómo metía todo eso dentro de una botella. "Mastra ya estaba cansado de la misma pregunta y en un momento le puso una mano en el hombro y le dijo: No me preguntes cómo meto todo eso dentro, sino cómo hago yo para salir del interior de la botella".

Admirado.

El músico, cuyo nombre real era Hilario Alberto Mastracusa, tuvo un padre zapatero, de quien aprendió el oficio "pero que dejó por la guitarra y la noche", aunque mantuvo la aptitud y el gusto por lo manual, recordó Domínguez.

También aprovechó su habilidad para hacer los peluquines que utilizaba en sus conciertos y actuaciones.

Aníbal Troilo y Edmundo Rivero eran amigos y admiradores de la música de Mastra, que solían incluir en sus repertorios. Entre sus clásicos recordados están las canciones Miriñaque y No la quiero más.

Su peculiar forma de tocar la guitarra (era zurdo, por lo que tocaba "al revés" pero sin cambiar el encordado) y el sonido que sacaba de ella generó la admiración de grandes guitarristas, como los hermanos Agustín y Abel Carlevaro, Andrés Segovia y Roberto Grela.

Domínguez y la hija de Mastra coincidieron en que Gardel pensó en incluirlo entre sus músicos, pero luego escucharlo en un boliche decidió no hacerlo, porque consideraba que su forma atípica de tocar llamaría demasiado la atención y podía distraer a parte del auditorio.

La hija de Mastra dijo que su padre aprendió "de oído" y tuvo que "compartir la autoría de la mayoría de las canciones por no saber solfeo".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Barrio de tango, una de las escenas recreadas en el interior de una botella. Foto: A.Martínez.

En el museo de Agadu está expuesta la extraordinaria colección de obrasEDUARDO DELGADO

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