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Sara Nieto: "No se puede tocar a los clásicos"

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Sara Nieto ha interpretado todos los papeles femeninos que ofrece Giselle, menos uno, el de La Madre: ahora, desde el jueves 28, el Ballet Nacional Sodre vuelve sobre este clásico del ballet romántico, donde Nieto, además de encargarse de la coreografía, asumirá ese rol que le faltaba transitar.

"Desde que empecé a trabajar como profesional, en Giselle pasé por todos los roles, y ahora hago el que me quedaba, porque de mamá nunca hice. Era el que me faltaba, y fue sin quererlo, porque se le ocurrió a Julio Bocca. Ahora lo único que me falta es vestirme de varón y bailar de varón", bromea la intérprete, que este año, en septiembre, cumple 67 años, y que a los 15 ya bailaba en filas de la compañía que ahora la vuelve a recibir, una vez más.

En sus años de estrella de ballet, Nieto fue bailando Giselle con numerosos partenaires: en Montevideo salió a escena desde ese rol con Eduardo Ramírez, con Walter Arias y con Rolando Candia. También lo bailó junto a Marco Pierín, y ya en Chile, en el Ballet de Santiago, tuvo en el papel de Albrecht al francés Gilles Maidon, al argentino Rubén Chayan, al chileno Edgardo Hartley, al estadounidense Chris Martin y al egipcio Nader Hamed.

"Una vez que trajeron uno que no tenía mucha experiencia, que llegó como bailarín invitado, y la sufrí. Me ha tocado de todo", afirma la artista con humor, agregando que protagonizar esta pieza tiene ribetes consagratorios. "Es el sueño de toda joven que le guste el clásico llegar a bailar Giselle. Cuando lográs hacerlo se le puede dar el título de artista. Porque tiene dificultades técnicas y además, toda la parte interpretativa. Porque la protagonista pasa de casi niña a joven enamorada, luego la locura, que en realidad no es locura, se muere de pena. Y en el segundo acto tiene que interpretar a un espíritu".

—Usted bailó este protagónico con muchos partenaires. ¿A cuál tiene más presente?

—A todos. Lo que pasa es que la primera vez que lo hice fue con Eduardo Ramírez, y para mí fue muy emocionante por ser justamente la primera vez. Me sentía especial, estaba todo el día emocionada. No eran nervios, era ansiedad por hacerlo. Y Eduardo, aparte de ser un artista increíble, me conocía desde chica, yo había estudiado con él, y siempre bailábamos juntos. A mí me marcó ese Giselle: creo que fue como mi destape artístico.

—¿Y ahora, como coreógrafa, qué busca imprimirle a este espectáculo, que el Ballet Nacional Sodre estrenará ahora, la semana que viene?

—Es difícil decir que la coreografía es mía, porque no se puede tocar a los clásicos. Las partes de los papeles principales no se pueden tocar. Le podés cambiar más cosas del cuerpo de baile: esta vez son más bailarines que la vez anterior, y allí tuve que hacer cambios, un poco sobre lo que recordaba sobre otras versiones que bailé, cosas que me habían gustado, y otras que se me ocurrieron, y detalles de estilo. Pero el que no es balletómano no ve los cambios.

—La vez anterior que hizo "Giselle" con el ballet oficial fue en 2010, con Julio Bocca recién llegado a la dirección artística. ¿Nota que ahora están mucho más vestidos los montajes?

—Sí, yo me siento como en otro mundo. La verdad es que la otra vez nos costó muchísimo, porque fue todo muy rápido, la producción no se pudo hacer acá, eran cosas muy antiguas, prestadas del Teatro Colón: nos tuvimos que adaptar con eso. Y la mitad de la compañía eran recién llegados, y el conjunto era más dispar en lo que tiene que ver con el estilo. Ahora me encuentro con el doble de bailarines, todos muy jóvenes, técnicamente perfectos. Julio hizo muchos repartos, porque son muchas funciones.

—¿Qué le dio Chile a su carrera?

—Me dio todo: bueno, parte la tuve acá. Yo no me hubiera ido de este país si no hubiera sido por el incendio del Auditorio, y que luego la compañía empezó a decaer. Fueron años en los que estábamos haciendo siempre lo mismo. Y allá me ofrecieron un puesto de primera bailarina, y fui por unos meses. Pero claro, un teatro hermoso, una acogida fantástica, y la compañía no era mucho más brillante que la que teníamos acá: creo que era peor. Pero al año siguiente llegó Iván Nagy, que fue mi impulsor. Él revolucionó la compañía allá en Chile, un poco como está haciendo Julio acá. Él me destacó mucho, y llevó ballets que a mí me venían bien. Hice una carrera feliz allá. Fue una época de oro, como la que había vivido acá cuando empecé.

—¿Ya es una chilena más?

—No, soy uruguaya. Me he adaptado, y es casi como si fuera mi país, pero no lo es. Acá, aunque esté mal o esté bien, a mí me encanta Uruguay. Chile es una manera de vivir completamente diferente. Allá es bastante monótono. Pero se vive muy bien, el país funciona bien, Chile se está desarrollando mucho. El trabajo es bueno, tengo una escuela fantástica, me va bien. Ahora, para echar raíces de corazón, no. Prefiero el Uruguay. Aunque Chile me dio todo, incluso dos nietas divinas, que son chilenas. Uruguay tiene esa cosa linda, pintoresca, la gente está abierta, es simpática, amable.

—¿Antes a las niñas se las mandaba a estudiar ballet como un signo de estatus. ¿Eso sigue pasando?

—En Chile sí. Yo tengo muchísimas alumnas que van porque la mamá le gusta que la nena baile, y a la nena no le gusta, pero la mandan igual. Van hasta los 12, 13 años, y dejan. Y por otro lado, a veces van chicas con muchas condiciones, y yo hablo con los padres y les explico. Y ellos me contestan que la chica tiene que ir a la universidad. Me preguntan si es compatible, y les digo que no, que el ballet necesita dedicación total. Y ellos dicen que no, se hacen cruces. Son muy pocos los padres que se entusiasman ante esa situación.

—¿Siente usted que las academias no dan una formación completa para sacar un bailarín profesional?

—De las academias difícil que se pueda sacar un bailarín profesional. Yo misma los mando a estudiar a otro lado. Lo que pasa es que el que quiere ser profesional tiene que estudiar todos los días, todo el día. Muchas veces los colegios tienen ballet, pero es entre comillas, porque agarran cien niños y les enseñan cualquier cosa. Pero a veces los padres quieren eso, que la nena haga unos bailecitos. Pero tendría que haber una escuela que sea para artistas, y que allí se dé todo, como en los países desarrollados.

—En 2009 Aguilar editó su biografía, "Sara Nieto. Vida de una bailarina estrella". ¿Siente que el libro la retrata plenamente?

—No, la parte que a mí me gusta es el principio, el relato de mi niñez, los recuerdos de mi familia, siendo además que yo perdí a toda mi familia muy joven: esa parte está entretenida y me describe un poco como soy. Después, encuentro que hay mucho dato: si fuera por mí hubiera puesto más anécdotas y menos fechas y con quiénes bailé. Esa parte la encuentro aburrida. Pero tampoco tuvimos mucho tiempo, y las que lo escribieron tampoco tenían mucha experiencia. El libro no es que esté mal, pero no es del todo lo que yo hubiera querido.

Una generación de ballet sin un teatro.

"La gente compara lo que hay ahora con Julio Bocca, con lo de antes, pero antes era bueno también. Lo que pasa es que todo esto vino después de una caída, pero el trabajo que hubo antes es comparable con el trabajo que hay ahora, porque cuando yo entré en la compañía se hacían grandes obras, y estaba María Ruanova de directora. Y con buenos bailarines, maravillosos, que fueron mi enseñanza. También fue una época de oro. Luego vino una generación, o más de una generación, que bailó sin teatro, y fueron perdiendo público porque tampoco tenían un lugar para bailar. Tener un teatro como el Auditorio es una diferencia abismal", reflexiona Nieto.

MÁS DE 13 MIL ENTRADAS VENDIDAS PARA "GISELLE"

"Encontré al segundo Baryshnikov", evoca Nieto

Datos. Desde el jueves 28 Giselle dará 14 funciones, siempre a las 20 horas, menos los domingos que va a las 17 horas. Los lunes no hay función. La cita es en el Auditorio Nacional Adela Reta (Andes y Mercedes), con entradas en Tickantel y la sala, a $ 799, $ 730, $ 530, $ 370 y $ 150. Hasta ayer se habían vendido más de 13 mil entradas.

Bocca. "Una vez fui a bailar a Buenos Aires y pedí permiso en el Colón para tomar clases. Fue antes de que Julio fuera conocido. Hice clase y luego lo vi a él, con una energía, una fuerza, le salían chispas por las piernas. Impresionante. Yo salí y le dije a mi marido, encontré al segundo Baryshnikov. Ahí yo ya le eché el ojo. Luego se hizo conocido, vino a bailar a Santiago, y empezó nuestra relación profesional. Nos llevamos muy bien, porque Julio es una persona muy recta, muy derecha", afirma Nieto.

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