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"Quiero contar mi visión de Wilson sin dar manija política"

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Mateo Gutiérrez. Foto: Difusión/ Fito Shax

Este jueves 3 se estrena Wilson, la nueva película de Mateo Gutiérrez, un director uruguayo que combina lo político con lo personal. DF, su anterior documental se centraba en su padre, Héctor Gutiérrez Ruiz, el legislador asesinado en Buenos Aires y Wilson refiere una de las grandes figuras de la política uruguaya que era amigo de su familia, Wilson Ferreira Aldunate. Con testimonios políticos, familiares y personales e imágenes inéditas, Gutiérrez consigue un retrato fascinante de un personaje fascinante que resume la historia de un país.

—Eras un niño cuando conociste a Wilson. ¿Cómo fue?

—En 1975, mis padres hicieron un viaje a Europa y me trajeron championes. Yo soy quinto hijo y el cuarto varón, por lo que comprarme algo no era la costumbre. Y yo estaba como loco con mis championes. Parece que fue Wilson a casa y como el Toba no estaba y Matilde le fue a buscar algo así quedó solo en el comedor. Ahí aparecí con mis championes y le dije si no se daba cuenta de qué había de nuevo en la casa. Y el tipo estaría en otra, tendría otros problemas (imaginate, era 1975) y quedó ahí como desconcertado. Así que soy uno de los pocos que dejo sin respuesta a Wilson.

—Tanto DF (Destino final) como Wilson, son películas entre lo personal y lo político...

—Sí, mezclan por un lado mi experiencia familiar que está empapada de política y, por el otro, mi experiencia profesional. Vengo de una generación de realizadores audiovisuales de cuando no había carreras específicas como ahora, entonces me críe audiovisualmente entre autodidadactas. Fue un proceso de aprendizaje muy rico, sobre todo en la parte técnica y me convertí yo en un autodidacta. Y cuando quise contar algo recurrí a mi propia historia. Lo hacía con pasión, me conectaba y disfrutaba el proceso y el desafío.

—¿Cómo llegaste al documental?

—Las historias me llevaron hasta ahí. No era un documentalista, trabajaba en publicidad, hacía foto fija. Primero que nada fue la historia y después ver cómo la contaba.

—¿Y qué privilegiás, lo personal o lo político?

—La parte política siempre me llamó mucho la atención porque me crié en una familia política. En los almuerzos de mi casa, se hablaba de política, se hablaba de Wilson y de ahí viene la historia. Mi experiencia familiar —sobre todo el asesinato de mi padre—me carga de elementos en los que lo personal logra conectarse con la historia. Eso me moviliza.

—¿Cómo manejaste el alcance político que aún tiene Wilson?

—Sé que estoy presentando un tema que se me va de las manos: es inabarcable. Lo político lo toco con mucha responsabilidad: quiero contar mi visión de Wilson y no dar manija polítical. Se puede coincidir o no pero quise contar una visión bien global. Es poco partidario porque Wilson se convirtió en el exilio en un líder nacional.

—¿Y evitás la subjetividad?

Quiero que me toque, que me movilice pero siempre aplico un criterio profesional. Es el desafío. La gente que trabajó conmigo en DF me ayudó mucho para trabajar con eso y darme cuenta qué era importante para mi y qué lo era para el documental. En Wilson estoy más curtido y me doy cuenta de qué funciona para el documental y qué funciona sólo para mi porque estoy involucrado con la historia de mi familia.

—¿Cómo es tu método como documentalista? ¿Tenés claro hacia dónde vas o las entrevistas te marcan el camino?

—Tengo una idea de hacia dónde quiero ir y las entrevistas las selecciono pensando en qué me importa que esa persona me diga. Me he llevado sorpresas, claro. No soy un periodista profesional, así que lo que más hago es provocar charlas. Estoy interesado sobre todo en la historia. Primero que nada tengo la estructura armada de los temas que me interesan tocar de Wilson, los exploro con entrevistas que en su mayoría me dan eso que busqué y un montón de otras cosas. Y ahí empieza un segundo nivel de selección en el que es fundamental el trabajo del editor. Y empiezo a armar el puzzle con la parte de archivo que la revisamos por meses porque había muchísimo.

—En ese sentido, Wilson tiene mucha imagen inédita.

—Accedí a un archivo familiar que tenía su yerno, León Morelli, un material riquísimo que la da eso de novedoso.

—Aunque el relato es cronólogico, empieza con la llegada de Wilson a Uruguay...

—Como para que quede picando, de intriga que después se reengachaba.

—La intriga es un término de la ficción...

—Lo hago intencionalmente, lo busco. Es como ficcionalizar un poco y con la música y las imágenes sin audio, uno manipula e intenta transmitir una sensación. Es una linda manera de informar estéticamente.

—Cuando como documentalista te acercás a un personaje y armás ese puzzle que vos decís. ¿Cuán cerca estás del personaje en su totalidad?

—Me baso en dos premisas. Una que Wilson era un líder de multitudes y por lo tanto abarcaba muchísima gente del ámbito social desde conservadores a progresistas. Tengo que aceptar eso y equilibrarlo con mi propia visión formada por la sensibilidad familiar de cómo ocurrieron los hechos. Me guío por esos códigos personales de alguien que conoce la historia. Parto de la base del respeto pero no escondo información.

—¿Hubo algo que te sorprendiera del Wilson con que te encontraste?

—Fui más que nada confirmando algunas cosas más que sorprenderme y algunas sí. Por ejemplo esa cosa metódica de coleccionista y de distraerse con cosas lúdicas: era un tipo con una actividad cerebral importante. Y muy intenso.

El ojo documental.

Mateo Gutiérrez empezó con el proyecto Wilson hace cinco años. En 2008 había estrenado D.F. (Destino final), un documental sobre la vida de su padre Héctor Gutiérrez Ruiz, el legislador del Partido Nacional asesinado en Buenos Aires. Producida por Mariana Secco y el propio Gutiérrez la película reúne testimonios de los expresidentes Sanguinetti, Lacalle, Batlle y Mujica, además de otros referentes políticos y la familia de Wilson Ferreira Aldunate. Se estrena el 3 de agosto.

Perfil.

Nombre: Mateo Gutiérrez. Nació: Montevideo. Edad: 48. Otros datos: Publicista y director de cine

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