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Dicen que Bin Laden está acá

En realidad, dicen muchas cosas. Son rumores, noticias sin confirmar -a veces disparatadas y otras no tanto- que corren boca en boca y hasta provocan desmentidos oficiales. ¿Por qué es tan fácil propagarlos?

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Para que un rumor se disemine rápido necesita dos ingredientes: debe tratarse de algo importante para la mayoría y debe ser ambiguo, con ausencia de detalles.

Las palabras mágicas son "dicen que". Tras ese preámbulo, cualquier teoría, por disparatada que sea, sonará plausible. La creencia popular es que, si se dice, "por algo es". Y es cierto: siempre es por algo.

Probablemente, el lector alguna vez escuchó que el astronauta norteamericano Neil Armstrong visitaba asiduamente la estancia salteña La Aurora, que Osama Bin Laden o grupos talibanes afines se escondían en Rivera o el Chuy, que un uruguayo es el verdadero creador de Los Simpson o que alguno de los presidentes de la República de turno estaba gravemente enfermo. Y si no, tendrá su propia lista de rumores nunca comprobados, pero siempre repetidos.

La historia es vieja. Comienza milenios atrás, con la tradición de transmitir información oralmente, y su consecuente tergiversación. Para el siglo XXI, los canales de difusión se multiplicaron hasta lo inimaginable. Hay muchísimas más formas de propagar datos. Pero también, es cierto, resulta más fácil verificarlos. ¿O no?

Existen dos casos, muy presentes en el anecdotario colectivo nacional, que ilustran el fenómeno con nitidez. Uno de ellos fue el más nombrado en una consulta de El País Digital que exhortaba a los lectores a contar el rumor más insólito que recordaban haber escuchado (ver servicio y recuadro), y se remonta a la crisis financiera de 2002, cuando la noticia falsa de que cientos de personas avanzaban sobre el Centro montevideano saqueando comercios fue repetida hasta en programas radiales y generó cierres tempraneros.

El otro caso, mucho más reciente, data de apenas dos meses. Fue entonces cuando no quedó uruguayo sin enterarse de que Diego Maradona había menospreciado a la selección nacional preguntando si realmente estaba en el Mundial de Sudáfrica. El hecho, inexistente, fue repetido hasta por comentaristas deportivos.

¿Cómo es posible que en la era de la información resulte tan fácil dispersar noticias falsas? Juan Fernández Romar, profesor agregado de Psicología Social en la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, brinda algunas pistas e introduce en el análisis a un primo hermano del rumor: el chisme, que, según el experto, es un eslabón en la cadena de la difusión del rumor, el cual siempre tiene un objetivo, un para qué. "El chisme es el contacto cara a cara, el paso de datos boca a boca. Lo que denominamos rumor hoy está ligado a la historia de la humanidad porque es parte de las sociedades de tradición oral. A partir de que aparecen las formas escritas de almacenamiento y transmisión de la información, que son un modo de perpetuar y congelar un mensaje, se procuró que el mismo fuera más fidedigno. En cambio, todo tipo de transmisión oral conlleva un margen de ruido mucho mayor. Por tanto hablamos de un modo de pasar la información que cumple una función social, para algo sirve. Esa transmisión puede ser una expresión de un cierto anhelo, de un miedo, de una ansiedad generalizada, o de un deseo agresivo o destructivo hacia el otro. Pero cumple una función, que generalmente es generar lazos. Tanto el chisme como el rumor generan lazos, unión entre los que comparten esa forma encubierta o secreta de acceso a una información privilegiada".

público y notorio. "Las personas tienden a modificar lo que oyen cuando lo difunden, desde su perspectiva, aunque esa información no resista ningún análisis crítico". Eso dictaminaron los estadounidenses Gordon Allport y Leo Postman en Psicología del rumor, el ensayo más referenciado sobre el tema. Si la anécdota en cuestión, aunque inverosímil, apela a una figura pública, el chisme se propagará con más velocidad. Tal cosa sucedió con Maradona o Armstrong, por ejemplo. Y lo mismo se da cuando corre la falsa voz de que algún personaje público ha muerto. Lo saben varios famosos que recibieron el RIP estando vivitos y coleando. "Los rumores que se esparcen con mayor rapidez son los que se transmiten por los medios de comunicación masiva, siempre que se vinculen con personas de notoriedad de cualquier ámbito de la sociedad y que pueda significar la posibilidad de un escándalo", dicen los norteamericanos.

En similar dirección opina el psicólogo social Fernández Romar. "Sin duda que poner en juego a una figura histórica o prestigiosa dota de mayor credibilidad o impacto al chisme. Al mismo tiempo, cuando se trata de un dato muy curioso o poco creíble en primera instancia, anteponer que una figura pública importante participa de eso le otorga más legitimidad. Siempre aderezar esa información con participación de una celebridad ayuda".

En el caso de la información relacionada con el ex director técnico argentino, para el psicólogo se conjugó el hecho de que se trata de una personalidad polémica y ambivalente con la histórica rivalidad con el país vecino, por lo que la masa encontró que los dichos eran verosímiles y hasta probables.

"Pero también la distorsión es parte de toda comunicación humana. Yo le cuento algo, usted se lo transmite a otra persona y así sucesivamente. En esa transmisión boca a boca hay pequeñas tergiversaciones, voluntarias o involuntarias, donde se cuela además el deseo y el interés de cada uno que transmite, que le agrega su propio color", agrega el experto. En otras palabras, es el viejo juego del teléfono descompuesto, pero a escala internacional.

Boca a boca, blog a blog. El rumor no es patrimonio de sociedades pequeñas. Hasta la poderosa agencia espacial NASA se ha visto en la necesidad de salir a desmentir chismes. Hace solo unos días, corrigieron por enésima vez el rumor de que Marte se acercaría tanto que se vería del tamaño de la Luna, versión que se propaga vía e-mail todos los agostos, desde hace seis años. Pasa que lo que antes se propagaba boca a boca, hoy también se expande blog a blog, y ainda mais. Internet es aliada de chismes.

Y también los medios tradicionales. De hecho, no es nuevo el término "periodismo de chimentos" para hablar de programas que se basan en repetir y analizar noticias nunca corroboradas de famosos. Es el reino del rumor, donde da la impresión que todo vale. Que Fulana está embarazada, que Sultano renunció, que Perengana saldría con un tercero y que Mengana dijo que le dijeron que otro dijo. Todo en condicional. El público, cómplice, se prende en el juego sin importarle demasiado si algo de eso es verdad.

Para el psicólogo social Fernández Romar, esta banalización de la cultura mediática es "preocupante". "Es convertir todo en un gran divertimento o proponerlo como la forma más deseable de existencia; una cultura muy light basada en la banalización de la vida. Se ve en la abundancia de programas sobre chismes de la farándula. Evidentemente que para sostener una cultura de ese tipo y concentrar la atención de las masas hay que producir (esos datos) en forma consciente y deliberada, y muchas veces con la anuencia de las propias personas sobre las que se dice algo. El aspecto más negativo es que abunda tanto el chisme que se va disolviendo el rigor de la información que tiene que circular públicamente. Empujados por el carácter marketinero de esas prácticas, los medios tienden a jerarquizar esa comunicación en desmedro de otra más viable".

¿Cuál es el rumor más insólito que recuerda haber escuchado?

"Bandas de revolucionarios desde el Cerro avanzan sobre la ciudad de Montevideo, desvalijando supermercados". Hay que irse, dijeron y ¡nos dieron libre en el trabajo! Nibia, 63 años.

Cuando tenía 14 o 15 años había corrido el rumor en el colegio y entre amigos que Silvester Stallone era multimillonario y que se había presentado en el Banco Central y ofrecido pagar la deuda externa de Uruguay. En otras palabras, ¡gracias a Rocky estábamos salvados! José, 35 años.

Que se terminaba el mundo en el año 2000. Ana, 29 años.

Que Bush padre venía a cazar carpinchos al Uruguay. Elio, 46 años.

Explotó el colector. Héctor.

Era adolescente cuando corrió como reguero de pólvora la historia de que en la iglesia Stella Maris de Carrasco, en una boda, el novio dijo no cuando el cura preguntó si aceptaba a la esposa, y que se justificó diciendo que la novia se había acostado con un amigo. Luego salió un desmentido en TV, pero ya estaba en boca de todos. Silvia, 53 años.

Que las torres gemelas de Nueva York habían sido derribadas por los mismos norteamericanos. Roberto, 51.

El rumor más grande que escuché en mi vida es que uno de los genios más grandes de la música, Sir Paul McCartney, había muerto en el año 1965. Y la gente se lo creyó. ¡Qué bolazo! Sebastián, 27.

Fernando Morena a Nacional. Álvaro, 50 años.

Que Bin Laden estaría escondido en Rivera. Carlos, 64 años.

Cuando era niño todo el mundo decía que se terminaba el mundo en el 2000. Después que en el año 69 el hombre no había llegado a la Luna (bueno, de eso tengo dudas hasta ahora), y ahora hace unos días el rumor de que el presidente está enfermo y no termina el mandato. Fernando, 42 años.

Que Walt Disney está congelado. Valeria, 32 años.

Que Susana Giménez se instalaría en los lagos de Andresito en Flores. Luján, 43.

La psicología del chisme

Para que un rumor se disemine como reguero de pólvora, precisa dos ingredientes básicos: tiene que tratarse de algo que tenga importancia para la mayoría y tiene que ser ambiguo, por la ausencia de detalles precisos o por los datos que a veces resultan incoherentes. Así lo dictaminan los estadounidenses Gordon Allport y Leo Postman en su conocido estudio Psicología del rumor, pionero y uno de los más referenciados sobre el tema.

Allí, los investigadores también afirman que los momentos más favorables para la circulación de rumores en una sociedad son los críticos, como las guerras, y que sólo avanzan a través de personas con mentalidades semejantes ya que en un ambiente demasiado heterogéneo con pocos puntos en común e intereses diversos, tenderán a desaparecer.

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