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El poeta vidente

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Alfredo Fressia

ARTES ADIVINATORIAS, primer poemario impreso de Germán Machado (Montevideo, 1966), se presenta como una veintena de textos editorialmente organizados no tanto por la tradicional acumulación temática, sino más bien por la propia dinámica de esas "artes" mencionadas desde el título, en las que cada tema implica una interrogación y donde cada respuesta se muta siempre en una pregunta nueva. Como los románticos, como los simbolistas, como los surrealistas, como lo ha hecho la literatura instigada por una tradición ocultista, Machado redescubre las relaciones entre las técnicas adivinatorias y la poesía. A partir de esa primera "correspondencia" se plantean los temas del azar y la necesidad, de la indagación sobre el tiempo como una sucesión vertiginosa hacia lo desconocido, de la fortuna y la desdicha. Y la poesía también resulta en objeto de reflexión, aquí y siempre, porque es el mayor y más suntuoso instrumento de "adivinación", rama dorada en manos del poeta.

El tono general del poemario tiende ciertamente a la elegía: "nombré la macilenta/ dolencia del que vive" son los versos que cierran el poema justamente llamado "Elegía". Las "artes adivinatorias" sólo se practican desde la incertidumbre y desde la angustia de ese límite llamado Tiempo. La memoria puede recuperar el pasado, pero sólo la profecía se aventura en el futuro, ese tiempo siempre "inexistente" (decía San Agustín), el desconocido, intuido, temido, inevitable estadio que nos aguarda. La eternidad, en cambio, es la ausencia de todo tiempo, y por eso mismo nada podría ser adivinado en ella. Nadie interroga a la eternidad. La lectura de las entrañas, o de las manos, o de los astros, por ejemplo, son una forma de conocimiento, aun si resulta siempre en tentativas precarias, inciertas, inestables. La poesía, por su vez, constituye el espacio de reflexión y síntesis de esa tentativa, de su fracaso y sus logros, la instancia donde evaluar lo aprendido y de reelaborar la incertidumbre.

Machado indaga en el enigma en este comienzo de siglo, y lo hace con una sabiduría poética casi inexplicable en un primer libro. En efecto, la contratapa de esta edición informa que el autor ha ganado premios de poesía inédita, pero que esta es su primera publicación. Premiada por Nancy Bacelo, Silvia Guerra y Víctor Cunha en la Feria del Libro, definitivamente esta obra exhibe un aprendizaje que el poeta parece haber hecho en soledad, o al menos lejos del ámbito editorial.

De todos modos, es evidente en Machado el conocimiento de los versos clásicos, y muy en especial el de los heptasílabos y los alejandrinos. Uno de los mejores poemas del libro, llamado "Declive", se compone de versos casi todos heptasílabos ("malévolo destrato/ retrato incoherente/ la borrosa memoria/ pantalla que oscurece") que encuentran en el alejandrino el espacio de resonancia: "el dolorido caos no oficia ya de origen". El tono grave del verso alejandrino se percibe desde el primer poema del libro: "hendido está el secreto por fuerzas insondables/ los números la espalda los panes de cebada/ granos de sal membranas espectros en el aire", una reflexión que acaba en dos heptas (que resuenan como otro alejandrino): "no es un juego este juego/ es un arte de mancias" ("Artes adivinatorias").

Los recursos retóricos también revelan un poeta avezado en las adivinaciones del lenguaje. Nada hay más próximo a la mancia que el quiasmo y el oxímoron, y no es casual que cierto poema, central en el libro, se estructure sobre el dístico "silueta del azar/ abismo de la necesidad" alterado al fin por "azar del abismo/ silueta de la necesidad" (p. 35).

Artes adivinatorias es un poemario con muchas excelencias, breve por cierto, tal vez porque pueda contener el embrión de un libro mayor (y aunque esto sea mera adivinación del reseñista). Y como corresponde a una obra poética sobra la "mancia", es un libro que el lector sigue inquiriendo una vez acabada la lectura.

ARTES ADIVINATORIAS, de Germán Machado. Feria Nacional de Libros y Grabados/Asociación de Industriales Gráficos del Uruguay. Montevideo, 2006. 39 págs.

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