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El regreso a la tierra

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CARLOS REHERMANN

ANTES DE QUE la ciencia llamada ecología prestara su nombre a un movimiento social, la construcción con barro era generalmente considerada una prueba palmaria del atraso en que estaban sumidos ciertos pueblos. Pero las comunas hippies, los movimientos ecologistas y el trabajo en comunidades de autoconstrucción por parte de algunos pioneros (como el arquitecto egipcio Hassan Fathy) colocaron la práctica de esta modalidad en un lugar tan respetable como el de cualquier otro sistema constructivo.

Las universidades (incluyendo la Universidad de la República) destinan cada vez más recursos al trabajo de investigación acerca de los llamados "materiales naturales", "sistemas alternativos" o "arquitectura sustentable". La bibliografía, escasa, dispersa y asistemática hasta los años noventa del siglo pasado, es hoy relativamente accesible y abundante. En Uruguay, el primer libro publicado sobre el tema fue producto del trabajo del arquitecto alemán Gernot Minke con la Comunidad del Sur, que realizó algunos de sus edificios con bloques de tierra estabilizados con paja, en los años noventa. La editorial del grupo (Nordan) publicó entonces (en 2001) un Manual de construcción en tierra, de Minke. Ahora se dispone en Uruguay de cuatro libros de Minke dedicados a la bioconstrucción.

ACERO Y PLÁSTICO. caña y barro. Gernot Minke trabajó en los años sesenta junto a Frei Otto, el pope alemán de la tensoarquitectura. El estudio de estructuras tridimensionales complejas, que realizó durante su trabajo con Otto, condujo a Minke por caminos que lo llevaron finalmente a la fundación y dirección, en 1974, del Laboratorio de Investigación para Construcciones Experimentales de la Universidad de Kassel. En un principio sus investigaciones se relacionaron con los nuevos materiales. Las tensoestructuras tienen antecedentes tradicionales, como las tiendas de los beduinos, pero en la arquitectura comenzaron a ser tenidas en cuenta sólo después de la introducción del nilón, los poliésteres, el dacrón y el PVC.

En el curso de sus viajes académicos Minke conoció muchos sistemas vernáculos: bóvedas y cúpulas sin cimbra de Irán y Egipto, techos cupulares de madera de los navajos de Estados Unidos, tierra apisonada y adobe de México, sod o terrón de las praderas canadienses y uruguayas.

La trayectoria profesional y académica de Minke se describe en el libro biográfico De las tensoestructuras a la bioarquitectura. La obra del arquitecto Gernot Minke, escrito por Friedemann Mahlke. Quizá un poco desmesurado al presentar el perfil pionero de su protagonista (hay que precisar que Minke no es el único arquitecto en el mundo que se dedica a la bioconstrucción, impresión que produce el texto de Mahlke), el libro crece en interés a medida que avanza en la explicación del proceso que vivió el arquitecto en busca de tecnologías apropiadas para la construcción.

TIERRA, PAJA, PASTO. El Manual de Minke, ahora en una segunda edición, da un panorama bien documentado de numerosos sistemas basados en el uso de la tierra cruda. Este rigor es esencial, ya que la terminología de muchos manuales de bioconstrucción ha sido mal traducida con lamentable frecuencia. Un caso bastante conocido es el de algunos libros traducidos del inglés de Estados Unidos, donde el término adobe (ladrillo de barro sin cocer) es un sinónimo frecuente de burnt adobe (adobe quemado, es decir, lo que en Uruguay se conoce como "ladrillo de campo"). Así, algunas construcciones son posibles con burnt adobes (por ejemplo, vigas armadas con hierro y juntas de cemento, lo que permite construir amplios dinteles y entrepisos de ladrillo) pero imposibles con adobes sin cocer, lo que ha llevado al fracaso del trabajo de algunos constructores. En el manual de Minke no existen esos errores. Sin embargo, la vastedad del tema no permite que el libro sea la única guía para los interesados en la construcción con barro. La experiencia es imprescindible, especialmente porque todas las construcciones en barro sin cocer son notablemente sensibles a las condiciones del clima local. En Uruguay, por ejemplo, el sistema tradicional de terrón (un bloque de tierra que se corta de la capa superficial del suelo) se ha demostrado muy apto; en cambio el adobe y el tapial (tierra prensada entre encofrados) parecen más adecuados para climas secos.

Una interesante vertiente del trabajo con barro surge de sistemas asociados, aunque no necesariamente limitados, al uso de ese material. Por ejemplo, la construcción de bóvedas y cúpulas de ladrillos sin cimbra, que siguen la tradición persa y en general de todo el mundo árabe, donde era muy difícil conseguir madera para armazones. Las formas curvas suelen ser preferidas por los cultores del barro, que muchas veces disfrutan del proceso escultórico que permite este material. Con barro se puede modelar con las manos desnudas, cosa imposible con materiales como la cal o el cemento Portland, agresivos para la piel. Eso permite que la apariencia de una pared revocada con barro sea la de un organismo que comunica visualmente el trato manual que recibió al ser construida. Muchas construcciones tradicionales, hechas con ladrillos cocidos y hormigón armado son herederas de las formas tradicionales de la arquitectura en tierra, como la glamorosa Casapueblo, en Punta Ballena que toma su forma de construcciones populares de las costas del Mediterráneo, construidas con piedras asentadas (y revocadas) en barro. Minke estuvo recientemente en Uruguay, donde supervisó la realización de la primera cúpula de adobe que se construyó en el país.

Uruguay ha producido un sistema de bóvedas de membrana delgada que es totalmente diferente a lo que propone Minke. Las primeras, debidas al ingeniero Eladio Dieste, se basan en un cálculo preciso y requieren una armadura de hierro. Las cúpulas y bóvedas de barro no admiten hierro, aunque pueden ser sorprendentemente delgadas. La diferencia entre ambos sistemas comienza a notarse cuando se trata de techar espacios grandes. Una cúpula como la del Panteón de Roma, o como la de Santa María dei Fiore, en Florencia, que cubren espacios de alrededor de 50 metros de diámetro, requieren enormes espesores en los apoyos. Las bóvedas de Dieste, que pueden cubrir las mismas luces, apenas necesitan quince o veinte centímetros de espesor. Otra diferencia es que Dieste siempre empleó bóvedas de cañón, y la arquitectura persa y egipcia frecuentan también las cúpulas. Finalmente, una bóveda de Dieste sólo puede ser realizada con la supervisión y el diseño de ingenieros o arquitectos. La idea en la construcción con barro es que un obrero dedicado sea capaz de resolver el problema.

Otro de los manuales de Minke enseña a usar fardos de paja (subproductos de la producción agrícola) como bloques para la construcción de muros. Es un sistema que comenzó a usarse hacia fines del siglo XIX, cuando aparecieron las primeras enfardadoras mecánicas. En Uruguay se han hecho algunas experiencias muy satisfactorias, algunas de bastante antigüedad: en los años noventa, una reforma en el actual edificio de la Embajada Francesa, construido por el ingeniero italiano Luis Andreoni para la familia Buxareo en el siglo XIX, mostró que muchos muros interiores estaban construidos con placas de paja revocadas con yeso.

Todos los sistemas que propone Minke pueden ser techados con sistemas de techos verdes o vivos, cuyos secretos se pueden conocer en otro de sus libros. Una vistosa solución, muy apta para el clima uruguayo.

DE LAS TENSOESTRUCTURAS A LA BIOARQUITECTURA. La obra del arquitecto Gernot Minke, de Friedmann Mahlke. 2007. 184 págs. MANUAL DE CONSTRUCCIÓN EN TIERRA, de G. Minke. 2005. 224 págs. MANUAL DE CONSTRUCCIÓN CON FARDOS DE PAJA, de G. Minke. 2006. 126 págs. TECHOS VERDES. Planificación, ejecución, consejos prácticos, de G. Minke. 2004. 88 págs. (Todos editados en Montevideo por Fin de Siglo).

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