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El teatro es un arma peligrosa

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VIRGINIA MARTÍNEZ

MILITANTE política, actriz y directora de teatro, Asja Lacis fue protagonista destacada de la actividad artística e intelectual de la izquierda alemana en la República de Weimar. Encerrada en un campo de concentración bajo el estalinismo, su nombre fue ignorado por críticos y cronistas occidentales. La autobiografía Profesión: revolucionaria, publicada a principios de la década del setenta en la entonces Alemania Federal, las memorias de su hija escritas en letón y un puñado de artículos académicos son las huellas que han quedado de su larga y accidentada vida.

Anna Ernestovna, conocida como Asja, nació y creció cerca de Riga, en un hogar pobre. El padre confeccionaba sillas de montar para los terratenientes de la zona y la madre era tejedora. Asja la recordaría siempre por su belleza campesina, por los himnos religiosos que entonaba con voz de soprano y por la piadosa resignación con que aceptaba las desgracias de la vida. Por el contrario, el padre, un rebelde ganado para las ideas socialistas, pretendía que la hija alcanzara una vida libre e independiente.

A principios del 900 se mudaron a Riga, donde el padre se empleó como obrero en una fábrica de tranvías. La inscribieron en un liceo al que iban las hijas de los patrones y campesinos acomodados y de altos funcionarios del Estado. La escuela secundaria le dejó un sólido conocimiento de Dostoievski, Byron, Maeterlinck y Nietzsche, un desprecio casi físico por la mentalidad pequeño burguesa y la indeclinable voluntad de lograr una formación universitaria.

En 1913 ingresó al Instituto Bechterev de San Petersburgo donde se dictaban los cursos preparatorios para la Universidad. Allí enseñaban algunos eminentes profesores marxistas expulsados de otras Universidades, con lo que el instituto también fue una formidable escuela de iniciación política. En San Petersburgo descubrió a Meyerhold, cuyas puestas en los teatros imperiales barrieron con el academicismo de la escena rusa. Proponía nuevas interpretaciones de los clásicos y exasperaba a la crítica con innovaciones que eran calificadas de payasadas. Esa búsqueda experimental había orientado su trabajo en Orfeo y Eurídice, El barbero de Sevilla y La dama de las camelias. Por esa época Meyerhold publicó Sobre el teatro (1913), ensayo sobre la dramaturgia y la dirección de actores, en el que daba forma al "teatro de la convención consciente".

Tuvo ocasión de asistir a una representación de la tragedia en dos actos escrita, dirigida y actuada por Vladimir Maiakovski. Vestido con estridente camisa amarilla, de cuello asimétrico, redondo de un lado y puntiagudo del otro, el poeta ofreció al público una muestra de su "teatro futurista del universo". Los espectadores, furiosos, exigieron se les devolviera el dinero de la entrada mientras el actor-director se despedía al grito de "imbéciles". Los años en San Petersburgo fueron decisivos para que Asja dedicara su vida al teatro, la experimentación artística y el trabajo revolucionario. "En aquella época de reacción política, nos provocaba placer la revuelta de Meyerhold y de Maiakovski contra la cultura pequeño burguesa de la mediocridad, de las convenciones (…) contra una caridad sentimental e hipócrita tras la que se escondía un despiadado egoísmo".

OCTUBRE TEATRAL. La Primera Guerra Mundial la encontró en Moscú estudiando cine y teatro. Hizo amistad con Eisenstein, ingresó al estudio de Fédor Komissarjevski, profundizó el conocimiento de Stanislavski y se acercó al teatro de cámara de Tairov. Cuando los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno sintió, como tantos artistas de su generación, que tras las banderas rojas llegaba la libertad: "Quería ser un buen soldado de la revolución y cambiar la vida en esa dirección, y de hecho, afuera, la vida se transformaba, el teatro salía a la calle y la calle entraba en el teatro. Era el comienzo del `Octubre teatral`". Meyerhold lideraba el movimiento, al frente del Consejo de Teatro Bolchevique.

En 1918 se fue a dirigir el teatro municipal de Orel, pequeña ciudad al sur de Moscú que luego caería en poder de las tropas contrarrevolucionarias del general Denikin. Allí lanzó su propio "Octubre teatral", con los "besprisorniki", los huérfanos de la guerra. La estremeció la visión del ejército de niños vagabundos que inundaban las calles y dormían entre los escombros de la ciudad. En una gran casa de campo montó el cuartel general del proyecto de educación artística, ética y política de los "besprisorniki".

Su método se basaba en la observación, la improvisación y el juego. Los niños recibían clases de dibujo, música, dicción y gimnasia. Les enseñaban a ver y a oír. Por las mañanas y a última hora de la tarde los llevaban al campo para que apreciaran que la luz y la distancia transforman los colores, que los sonidos cambian a lo largo del día y que el silencio también puede ofrecer una canción.

Cuando Walter Benjamin conoció a Asja y la oyó relatar la experiencia de Orel, inmediatamente advirtió la potencialidad de su modelo educativo. Años más tarde se ofreció a redactar el proyecto que Asja presentaría a la Casa Liebknecht para reproducir en Berlín la experiencia de Orel. La primera versión del "Programa para un teatro de niños proletarios" (1928) resultó compleja y excesivamente teórica, por lo que Benjamin tuvo que redactar una segunda más accesible, que es la que Asja logró conservar. Setenta años después, un colectivo teatral italiano también reconocería la importancia de su propuesta al fundar la "Associazione Asja Lacis" en honor a la inspiradora del trabajo "Teatro y pediatría" que el grupo realiza con niños hospitalizados.

En 1920 volvió a Riga. Se casó con Julijs Lacis y tuvieron una hija a la que llamaron Dagmara, conocida como Daga. En la primera edición de Profesión: revolucionaria, autobiografía publicada en Munich cuando Asja tenía 80 años, dice que regresó a Letonia para acompañar la agonía de su madre. Julijs también ocupa un lugar en ese texto. Es un joven estudiante, buen mozo y comprensivo con quien aceptó casarse en ceremonia religiosa para no amargar a su madre. En 1976 se reeditó la obra y aunque la nueva versión es más extensa, una rigurosa cirugía de reducción suprime hechos importantes de su vida. La figura de Julijs desaparece del relato; los pasajes que evocan la infancia y a los padres se convierten en menciones vagas y elusivas que la autora encierra entre paréntesis: "(volví a Letonia llevada por circunstancias personales)". La revolucionaria profesional prioriza su trayectoria política y artística, fiel al subtítulo que dio a esas memorias: "Sobre el teatro proletario. Meyerhold, Brecht, Benjamin, Piscator". En las escasas reseñas que la crítica occidental dedicó a la reedición de la obra, se la acusó de hacer un abordaje impersonal de su historia y aun de cierto grado de complicidad (por oscurecerla y desdibujarla) en el olvido al que había sido relegada.

Cuando Asja volvió a Letonia, esta aún no había sido anexada a la URSS y allí el partido comunista era ilegal por lo que su trabajo en Riga fue casi clandestino. La policía les hacía la vida imposible, allanaba el local de la Universidad obrera donde ensayaban, prohibía las representaciones, tanto que en los círculos de oposición el grupo se hizo popular con el nombre de "teatro perseguido". Asja dirigía actores obreros trabajando sobre la base de la improvisación. Estilizó los decorados y simplificó el vestuario, unos pocos accesorios típicos -una galera, una espada, unas telas de colores vivos- cubrían la vestimenta habitual. Dirigió Los rostros de los siglos, obra de Leon Paegle, estrenada en un parque ante cinco mil espectadores. El público alentó la función cantando "La Internacional", dando vivas a la cultura proletaria y a la libertad. Al terminar la obra, fue detenida. Abandonó Letonia y se mudó a Alemania donde conoció al director austríaco Bernhard Reich, quien sería su nuevo compañero.

ENCUENTRO CON BENJAMIN. En 1924 la pareja se instaló en Capri buscando que la pequeña Daga se reestableciera de una congestión pulmonar. Tiempo después, Reich volvió a Munich para dirigir una obra de teatro.

Una tarde Asja caminaba por el mercado intentando, con su pobre conocimiento de italiano, comprar almendras. De pronto un hombre se ofreció a oficiar de traductor y luego a cargarle los bolsos de las compras. Se presentó: "Soy el doctor Walter Benjamin". El relato de la primera impresión que tuvo de él está teñido de sutiles ironías: lentes pequeños, espesa cabellera negra, nariz fina, manos torpes, los paquetes se le caían de las manos, la viva imagen del intelectual acomodado. Benjamin pidió permiso para visitarla y al día siguiente se apareció en la casa. Confesó que el episodio del mercado no había sido casualidad. Hacía dos semanas que la observaba atravesar la plaza, vestida de blanco, en compañía de Daga. "Usted no camina, revolotea", agregó. La atracción fue mutua e inmediata. Asja le habló del trabajo en Orel y en Riga y, sobre todo, le trasmitió su entusiasmo por la revolución socialista y sus creadores. Benjamin respondió con Gide, Proust, Duhamel y Kafka.

En correspondencia con su amigo Gershom Scholem, Benjamin hizo mención al encuentro con Asja. Sin citarla por su nombre, se refirió a ella como "una revolucionaria rusa de Riga, una de las mujeres más excepcionales que he conocido". Aunque las cartas eran elípticas y misteriosas Scholem no tardó en darse cuenta que Benjamin estaba enamorado. Mayor preocupación le causó la afirmación de que había cambiado su punto de vista respecto de la práctica política comunista.

El círculo de allegados a Benjamin nunca estimó el vínculo con Asja. Lo consideraban tormentoso, cuando no masoquista, y responsable de desviarlo de la tarea de pensar mezclándolo con los asuntos de este mundo. Para Dora, la mujer de Benjamin, de quien estaba separándose, Asja era la "única calamidad real" en la vida de su marido. La mayoría de los amigos minimizó la riqueza intelectual del intercambio que los amantes mantuvieron, tanto que cuando se publicó la obra de Benjamin, Theodor Adorno se tomó la libertad de eliminar el nombre de Asja del relato sobre la ciudad de Nápoles que había aparecido en la Frankfurter Zeitung con la firma de ambos. Adorno argumentó que no existían dudas de que aquél era un producto absoluto y exclusivo de Benjamin. Contradiciéndolo, Asja reivindicó la plena coautoría del texto.

La antipatía hacia la "comunista letona" se cuela en todas las menciones de Scholem. En la introducción al Diario de Moscú presenta la relación como "infinitamente complicada" y "carente de verdadero contenido intelectual". En Walter Benjamin, historia de una amistad, además, descalifica las memorias de Asja en lo que tienen que ver con su amigo: "Hasta donde yo pude verificarlas, no parecían muy precisas ni del punto de vista de su contenido ni en lo que concierne a la cronología de los hechos. De toda evidencia, esa mujer, que había pasado muchos años en los campos estalinistas y que ya no poseía ningún documento, no podía conservar más que recuerdos bastante vagos de aquella lejana época".

Benjamin dejó testimonio de la influencia de Asja en la dedicatoria de Dirección única, colección de ensayos breves, apuntes y recuerdos sobre la Alemania de Weimar: "Esta calle lleva el nombre de Asja Lacis, en honor a aquella que, como un ingeniero, la trazó en el autor". Cuando se publicaron los Escritos (1955), una nueva intervención de Adorno suprimió la dedicatoria.

En correspondencia con Hildegard Brenner, directora de la revista alemana Alternative, Asja lamentó la pérdida de las cartas de Benjamin e hizo la siguiente precisión: "Por supuesto que tuve una fuerte influencia política en W.B. y que eso lo llevó a una mayor profundidad en el estudio del marxismo. Pero mi influencia tuvo efecto sólo porque el terreno ya estaba abonado".

Scholem se empeñaba en atraer a Benjamin a Palestina, por lo que la relación con Asja suponía un peligro. "Ella llevaba adelante una activa campaña contra sus proyectos de viaje a Palestina, como lo supe indirectamente meses más tarde por las cartas de Dora. Luego, en sus memorias, se jactaría de haber logrado impedir ese viaje…". En este caso la razón está del lado de Scholem puesto que en Profesión: revolucionaria, Asja reconoce que cuando Benjamin le expuso sus planes, ella sentenció: "El camino de los progresistas que piensan correctamente conduce a Moscú, no a Palestina".

DIARIO DE MOSCÚ. En diciembre de 1926, con la intención de ver cómo era vivir bajo el comunismo y, también, tras los pasos de Asja que estaba en la URSS, Benjamin llegó a Moscú. El diario que llevó durante su estadía de dos meses en la Unión Soviética es un documento desolador y de una sinceridad descarnada. Desnuda la fragilidad afectiva de su autor, da cuenta de la imposibilidad de estrechar la relación con Asja y expresa, a su pesar, desencanto por el rumbo que tomaba el Estado socialista.

El escenario del desencuentro de los amantes se da en un Moscú helado y ventoso, donde reina la censura y el culto a Lenin, una sociedad que rinde homenaje al avance técnico y sataniza el erotismo.

Poco antes de desembarcar en Moscú, Benjamin había recibido una carta de Reich anunciándole que Asja estaba internada en una casa de salud a raíz de una depresión nerviosa. Aunque podía salir de la residencia y Benjamin la visitaba por las tardes, nunca estaban solos ("Hace una semana que estoy aquí y tengo dificultades siempre crecientes para verla, sobre todo para verla sola"). Casi todos los días el autor inicia el diario animado por la esperanza del contacto íntimo y lo cierra con la decepción que deja la cita fugaz, que no pudo ser o se redujo a una conversación telefónica. Con alegría casi infantil Benjamin registra cada uno de los preciados e infrecuentes instantes de privacidad: "Asja y yo hoy estuvimos unos minutos a solas".

Su humor estaba íntimamente ligado al estado de ánimo de Asja cuyos vaivenes registra con frecuencia y detalle, dignos de una historia clínica ("Por la tarde le llevé dulces a Asja. Se limitó a murmurar algo respecto a eso; su humor era el peor posible"; "Me miró con amabilidad"). La descripción de la permanente fatiga de Asja, de los episodios de ira y aun de violencia desatados por asuntos banales, a los que seguía un estado de agotamiento, revelan la inestabilidad de su equilibrio psíquico de entonces.

Breves remansos cortaban las monótonas tardes en la clínica y les permitían revivir los felices momentos de Capri. Asja le contaba sobre su trabajo con niños moscovitas, Benjamin le leía fragmentos de Dirección única y compartían sus impresiones sobre la ciudad.

En febrero de 1927 Benjamin dejó Moscú. Un año después se reencontraron en Berlín adonde Asja llegó como directora del Departamento de Cine de la Sección Comercial de la Embajada soviética.

AGIT-PROP. Desde principios de los años `20 la escena teatral alemana estaba dominada por directores expresionistas y de vanguardia y por una célebre organización teatral, la Volksbühne. En su primera estadía en Alemania, Asja había colaborado con Brecht en La vida de Eduardo II. Encantado con su alemán de fuerte acento ruso, el dramaturgo le había ofrecido un papel en la obra, además de la asistencia de dirección.

A pesar de la exhibición de fuerza del nazismo, el clima político que encontró en Berlín era de optimismo. Los comunistas y sus aliados estaban convencidos de que la próxima revolución proletaria sería en su país. El Partido Comunista Alemán (KPD) hacía del teatro arma política de importancia principal. Erwin Piscator, director de inagotable talento, fue el más alto representante de esa convicción. Decidido a poner el arte al servicio de los trabajadores había fundado el Teatro Proletario (1921) que revolucionó el contenido y la forma teatral. Abandonó la escena frontal por escenarios que penetraban el espacio destinado al público e hizo de los discursos políticos, volantes, artículos y titulares de diarios, fotografías, películas y canciones, la materia prima de sus obras. Para Piscator, éstas eran "un inmenso montaje de documentos auténticos". La "crónica documental histórica" tuvo mucho éxito y fue precursora de una nueva estrategia, también iniciada por él: el teatro de agit-prop. Las "Revistas Revolucionarias Rojas", cuyos argumentos escribía para las movilizaciones electorales, tenían elencos reducidos, de gran movilidad. Eran un ejército cuyo armamento, el vestuario y la escenografía, cabía en la mochila de cada actor-soldado. No en vano se las llamaba "tropas" de agit-prop. Asja era una decidida admiradora de Piscator y cuando éste llegó a Moscú para dirigir la película La revuelta de los pescadores de Santa Bárbara, la llamó como asistente de dirección.

En Alemania sufrió una nueva crisis depresiva. Benjamin le recomendó consultar a un renombrado siquiatra quien la aconsejó internarse. Cuando le dieron el alta hablaron del futuro. Acordaron que él se establecería en la URSS. Fue la última vez que se vieron. Benjamin siguió enviándole a Moscú cartas y poemas escritos en letra tan minúscula que sólo podían leerse con lupa. Asja hizo lo imposible por conseguirle una visa pero fracasó: "El período de desconfianza general hacia los extranjeros ya había comenzado".

La desconfianza en realidad era persecución, y aunque hacía foco en los extranjeros no se detenía en ellos. En 1931 Asja viajó a Odessa para trabajar en la película de Piscator. Un año antes, arrinconado por la acusación de excentricidad y formalismo, Maiakovski se había pegado un tiro. Un comité de censura se ocupaba de detectar las desviaciones de la obra de Tairov y prohibía el "decadente arte" de Meyerhold. En 1939, ante el Congreso de Directores de Teatro, Meyerhold elevó su voz en defensa de la libertad artística. Acusó a críticos y funcionarios de haber ahogado "la imaginación del teatro ruso, el mejor teatro del mundo, convirtiéndolo en un teatro aburrido y sin imaginación". Fue detenido y torturado hasta que firmó una confesión admitiendo ser un conspirador trotskista al servicio del extranjero. Después lo fusilaron. Tenía 67 años.

CONFINAMIENTO Y RESURRECCIÓN. Las relaciones internacionales de Asja, en particular con los emigrados alemanes, la volvían sospechosa, sobre todo luego del triunfo de la tesis estalinista del socialismo en un solo país. En 1937 la arrestó la KGB. Karlheinz Barck, del Centro de Investigaciones Literarias de Berlín, señala que la apertura parcial de los archivos de la policía política luego de la disolución de la URSS, permitió conocer las actas de interrogatorio de Asja. La documentación revela el especial interés que la KGB atribuyó a su relación con Benjamin, lo que hace suponer a Barck que con seguridad exista en los archivos aún reservados un "dossier Benjamin" relativo a su estadía en Moscú.

"Fui obligada a pasar diez años en Kazajstán". Esa lacónica frase es la única mención que hacen las memorias al confinamiento en un gulag. En la autobiografía Asja suspende la narración en 1931, momento en que se encuentra trabajando en Odessa, y la retoma en 1948 cuando a la salida del campo se instala en Walmiera: una asombrosa elipsis deja fuera del relato la década vivida en la estepa del hambre. No hay queja, crítica ni explicación. La autora se impone silencio. Elige no recordar. Tampoco hay referencia al destino de Reich en esos años ("Reich y yo estuvimos separados por largo tiempo").

Rehizo su vida en Walmiera, histórica ciudad de Letonia transformada -colectivización mediante- en centro de desarrollo agrícola. Volvió a la actividad teatral, trabajando en koljoses de pequeños pueblos de campesinos, que hacían quilómetros a pie, bajo nieve o lluvia, para asistir a las representaciones. Se reencontró con Reich y juntos intentaron reanudar los lazos con Alemania escribiendo a los viejos amigos. En 1955 visitaron a Brecht cuando llegó a Moscú para recibir el Premio Lenin de la Paz. Por él, Asja supo que Benjamin había muerto.

A fines de los años `60, Daga le pidió a su madre y a Reich que se instalaran en Riga. Allí pasaron sus últimos años, en una gran casa convertida en sitio de encuentro para jóvenes directores y centro de difusión de la obra de Brecht.

En 1972 murió Reich. Poco tiempo después Asja comenzó a reescribir sus memorias, publicadas en ruso con el título de Krasnaya Gvozdika (1984). El relato, no traducido, abre cauce a una nueva subjetividad. La autora se muestra más humana y menos avara a la hora de evocar episodios de su vida personal. Esa tercera versión biográfica reduce las menciones a Benjamin y hace crecer la figura de Reich (el libro tiene una única y contundente dedicatoria: "A Bernhard Reich, mi compañero" ).

Murió a los 88 años. Exactamente un año más tarde, los editores de Benjamin, que habían decidido no dar a conocer la obra en vida de Asja, publicaron el Diario de Moscú.

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