1/1:  20091018 352x518 ()

MAGDALENA CABRERA

La intimidad del hogar de Pablo Mieres gira en torno a la figura de un candidato. Su hijo compuso el jingle y su esposa, Rossana, vive su vida de acuerdo a los vaivenes políticos de su marido.

Rossana Aboy y Pablo Mieres se conocieron en la parroquia de Los Vascos en 1979, cuando las iglesias oficiaban también co-mo centros sociales.

"Pablo, ex alumno del colegio, iba a las actividades para jóvenes que se organizaban allí, y yo tenía una amiga que también asistía a esos encuentros y un día decidió invitarme".

Cuatro años después, Rossana se casaba con Pablo.

Mieres ya estaba metido en política, desde que se conocieron. Con 19 años militaba en filas de la Juventud Demócrata Cristiana. Al asumir el compromiso para toda la vida, Rossana ya sabía qué implicaba casarse con un político. "En dictadura casi no había política y las reuniones terminaban tardísimo; ahora terminan más temprano", cuenta aliviada.

Ya en democracia, Mieres se postuló por primera vez como candidato a diputado por el Partido Demócrata Cristiano, que en aquel entonces formaba parte del Frente Amplio. Luego de idas y vueltas (integró el Nuevo Espacio y ocupó una banca en Diputados, durante el gobierno de Jorge Batlle), se separó de Rafael Michelini y fundó el Partido Independiente, en el año 2002.

UN RIESGO. La decisión no fue fácil, sobre todo teniendo en cuenta que la familia había crecido. El matrimonio ya contaba con Federico (22), Ignacio (19) y Verónica (17).

"Cuando fue electo diputado, por exigencia del Nuevo Espacio debió dejar todos sus trabajos. Mantuvo únicamente sus clases en la Universidad Católica y en la Udelar, que no las cobraba por ser legislador", explica Rossana.

Fue un año y medio difícil en el que Mieres, sociólogo y abogado, debió salir a buscar trabajo. "Yo tengo la noción de que había que cuidar la plata, de que por las dudas había que ir tirando de a poco", cuenta su hijo Federico. Las ofertas de trabajo no demoraron y en poco tiempo el actual líder del PI pudo recuperar sus ingresos.

LA FAMILIA. Cuando la campaña política irrumpió, Mieres se echó en falta en el hogar.

"A mí me encanta que papá me pase a buscar por la casa de mi novio, es el momento que tengo para hablar con él". Verónica Mieres lo dice muy segura y con efusividad. Su hermano Federico destaca lo mismo respecto a su salida de facultad.

Al decir de sus hijos, Mieres es un padre "compañero" y con "buena onda", que "parece más serio de lo que es". ¿Sentido del humor? "¡Tiene pila!, aunque ahora con la campaña está un poco estresado", dice Verónica.

Su esposa subraya el soporte que supuso Mieres en la educación de los hijos. "Aunque siempre estuvo muy ocupado, nunca dejó de estar presente. El tiempo capaz que no era tanto, pero el apoyo sí. Pablo es una persona reflexiva, podemos hablar de cualquier cosa y tomar decisiones juntos", expresa.

Aunque las tareas de la casa recaen mayormente sobre Rossana, "Mieres se encarga de hacer los mandados, los asados del fin de semana y hasta tiende la cama", dice su esposa.

EL APOYO. Según Rossana, la principal virtud de candidato presidencial es el optimismo.

"Siempre va para adelante", explica.

"¡Si no, no estaría en el Partido Independiente!", confirma Federico, quien cuenta orgulloso que fue él, junto con unos amigos, quien compuso el jingle para la campaña electoral.

Pero el apoyo de los hijos no termina allí. En las elecciones internas los hijos de Mieres fueron los encargados de repartir las listas por los distintos circuitos. "Fue una odisea divertida", manifiesta el hijo mayor.

"Además, nos pide consejo para las propagandas y los carteles. Y a mamá le lee los artículos", agrega Verónica.

Su madre enfatiza que, sin ser militantes, "cada uno lo apoya desde lo suyo porque están muy orgullosos de todo lo que ha hecho. Por eso estamos acá", asegura.

"Pablo es un padre compañero y con buena onda, que parece más serio de lo que es".