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El lenguaje de la tierra de un artista tacuaremboense

Carlos Larregui. Expone por primera vez en Montevideo

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JORGE ABBONDANZA

Bajo el título "Tributo a la fecundidad" se abrió una exposición de cerámicas de Carlos Larregui en la sala del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. La valiosa muestra podrá ser visitada hasta el 30 de abril.

No aparece todos los días un ceramista capaz de provocar el interés que despierta esta muestra de Carlos Larregui en la sala del MTOP (Rincón y Juan Carlos Gómez). Se trata de la primera exposición que realiza en Montevideo ese artesano de San Gregorio de Polanco, que trabaja sus pequeñas esculturas limitándose a utilizar los componentes esenciales ("sólo barro y agua" ha dicho, aunque además está el fuego).

Lo primero que atrae al observador es la impecable manualidad de esas piezas, delatando la importancia que Larregui asigna a la depuración formal de cada obra en la tersura de superficies cuidadosamente pulidas y en el minucioso tallado con que les impone algunos relieves, que en ciertas zonas interrumpen la satinada piel de la arcilla.

Lo segundo que retiene la atención es la elaboradísima temática de esos trabajos, que remiten a la genitalidad a través de referencias geométricas -esferas, óvalos, obeliscos, conos truncados- pero enriquecen esas alusiones envolviéndolas en modelos de la naturaleza (las semillas, el huevo, los frutos) y aún de la historia (el zigurat caldeo, la torre babilónica, la pirámide teotihuacana) modelados con la precisión de un miniaturista. Así aquellos rasgos sexuales se revisten de una simbología a la que no son ajenos los emblemas primitivos ni la significación de ciertas representaciones monumentales de las grandes culturas. Cabe esperar que la destreza mostrada por Larregui en cada obra y el impulso que mueve toda su tarea, contribuyan a la continuidad de su carrera, sobre todo en una época como la presente en que las artes aplicadas tradicionales (orfebrería, tapiz, cerámica) ya no cuentan en este país con la oleada de oficiantes que alguna vez tuvieron ni con el papel rector de algunos maestros.

En lo que respecta a la cerámica, luego de la desaparición de ciertas figuras de primer orden (Marco López Lomba, Duncan Quintela) el legado de creatividad y dominio técnico quedó en pocas manos y durante años pareció eclipsarse, si se descuenta algún aporte de notable calidad (pero efímera duración) como el del Taller Cuarambó en la década del 80. Y así un terreno expresivo como ese, que en el Uruguay no tuvo un respaldo precolombino o colonial, ni una frecuentación de índole popular, conoció de todas maneras hace medio siglo unos destellos que luego paulatinamente se apagaron. Por eso necesita doblemente lo que pueden aportarle los artistas armados de capacidad imaginativa, apego manual hacia la tierra y habilidad a toda prueba, como en este caso.

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