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Zona caliente frente a Rocha es parte de un Pulitzer

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Rocha. Foto: Archivo

MEDIOAMBIENTE

Serie del Washington Post que incluyó estudio uruguayo sobre impacto local del calentamiento del océano obtuvo premio

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The Washington Post ganó este mes el Premio Pulitzer 2020 en informes explicativospor su serie sobre cambio climático 2ºC: Más allá del límite, que hizo evidente una alarmante realidad: el 10% del planeta ya se ha calentado 2ºC. El medio estadounidense informó sobre 10 puntos críticos globales: uno de ellos era la costa de Rocha.

El texto publicado en setiembre de 2019 hacía referencia a una “misteriosa” mancha de agua tibia, que se extiende desde la costa uruguaya hasta el Atlántico Sur, que se ha calentado extremadamente rápido durante el siglo pasado, en concreto, más de 2º, el doble del promedio mundial. Esto dio visibilidad global al trabajo científico realizado por Omar De Feo, investigador de la Unidad de Ciencias del Mar de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República –y colaboradores argentinos– desde hace varias décadas.

“El Pulitzer es para el periodista Chris Mooney pero realza el conocimiento científico como patrimonio nacional (…) Lo digo un poco en broma, un poco en serio, esa entrevista del Washington Post tuvo más repercusión que mis estudios científicos en 40 años”, dijo De Feo a El País.

Los efectos de la zona caliente.

La dimensión de la llamada “zona caliente” o “hot spot” es de 336.698 kilómetros cuadrados de océano, casi dos veces más grande que el territorio nacional. Fue identificada por primera vez en 2012 y los científicos han visto cómo ha influido en la mortandad masiva de almejas, así como también en la aparición de floraciones de algas, entre otros cambios en el ecosistema marino.

El artículo del Washington Post recuerda una ola de calor oceánica en 2017 que provocó la muerte masiva de peces y una peligrosa floración de algas que forzó el cierre de playas en Montevideo. “Tales eventos se están volviendo más comunes y más severos. Lo que experimentaron los almejares a lo largo de la costa cerca de Brasil hace décadas se está extendiendo y es cada vez más difícil de ignorar”, afirman los periodistas. Defeo coincide.

El calentamiento del océano ha afectado a las pescaderías industriales uruguayas durante las últimas dos décadas. Los efectos a largo plazo del cambio climático han llevado a un cambio de las especies de aguas frías a las de aguas cálidas.

Un ejemplo de esto es el de las almejas, cuyo origen es el agua fría. En 1993, por ejemplo, hubo un episodio de mortandad por aumento de la temperatura del agua y, posiblemente, por la presencia de algún virus y parásito que afectó a la especie en Brasil, Argentina y Uruguay por 14 años.

Los estudios de De Feo, financiados por el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI) –organismo intergubernamental que financia y coordina proyectos de investigación sobre cambio global en las Américas–, la Universidad de la República y la Comisión Sectorial de Investigación Científica, no solo lograron determinar las causas del episodio, sino que han servido para formular planes de adaptación que ganaron más notoriedad luego de la publicación del Washington Post.

La “nueva normalidad” climática global.

En los últimos cinco años, la Tierra ha pasado un umbral significativo. El planeta ahora es, en general, 1º más cálido que a mediados y finales de 1800, antes de que la industrialización se extendiera por todo el mundo. Las regiones “2ºC” como la zona oceánica frente a Uruguay incluyen muchos lugares ya cálidos, como el Medio Oriente, pero también franjas frías de Siberia y Canadá.
Debido a que la Tierra atraviesa varios ciclos naturales, los científicos climáticos consideran largos períodos, de varios años, para analizar el cambio de temperatura. El análisis del Post consideró dos períodos “preindustriales”: los 50 años comprendidos entre 1850 a 1899 y los 20 años comprendidos entre 1880 a 1899. También consideró dos períodos finales, los últimos cinco años y los últimos 10, que se compararon con los dos períodos preindustriales. Los últimos cinco años son los más calientes y muestran los puntos calientes de 2ºC más numerosos y expansivos. Salvo algún evento dramático como una gran erupción volcánica, que puede causar un enfriamiento global temporal al arrojar cenizas que bloquean el sol, los científicos esperan que esto continúe y empeore constantemente. “No vamos a enfriarnos mucho en el futuro, por lo que los últimos cinco años son indicativos de la nueva normalidad”, dijo Zeke Hausfather, investigador de Berkeley Earth.

Por ejemplo, “se ha cambiado el aspecto de cantidad de producción por el de calidad, indicó el experto. Los almejeros de Rocha comenzaron a trabajar con los científicos y el gobierno y ahora lo hacen autónomamente para revalorizar el producto y comercializarlo en restaurantes. “Antes se vendían para carnada; era un desperdicio. Como hay poca abundancia, puesto que nunca se llegó a los niveles anteriores a la mortandad masiva, hoy hay una estrategia de mercadeo que apunta más a la calidad que a la cantidad”, apuntó.

También se ha avanzado desde la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca en un sistema de alertas tempranas que detectan la presencia de mareas rojas (una proliferación de microalgas capaces de producir toxinas) para que los pescadores reaccionen a tiempo y no se incumpla la veda.

“Esto no quita que pueden seguir sucediendo mortandades masivas. Es una realidad”, afirmó De Feo. El calentamiento del océano ya es un hecho y, en consecuencia, los rasgos de distribución, abundancia e historia de vida de los peces e invertebrados marinos se ven cada vez más afectados. Y, como dijo De Feo, una cosa es la almeja, de la que se extraen pocas toneladas, pero otra es la merluza, “el principal producto pesquero del país”, lo que tendría un impacto económico negativo mayor. “Las implicaciones económicas tienen un trasfondo ecológico-científico que debemos abordar como estamos haciendo con la COVID-19: de una manera científica y con capacidad de operación de planes de adaptación sustentados fuertemente por el gobierno. Si no hay conciencia, no se sale”, afirmó.

Si bien fue por el trabajo arduo de investigación desarrollado durante décadas, la notoriedad ganada gracias a The Washington Post ayudó a generar eso último. De Feo dijo a El País que en marzo de este año fue contactado por el gobierno para discutir planes de adaptación para la pesca artesanal e industrial y para mitigar el impacto ecológico del canal Andreoni. El científico fue categórico: “Destruyó a La Coronilla. La ciencia tiene mucho que decir”.

Además, el científico y su equipo ganaron otra financiación del IAI para continuar analizando la evidencia del calentamiento del océano y sus consecuencias en las pescaderías de Uruguay, Argentina, Ecuador, Brasil y Canadá, un proyecto que se prolongará, al menos, hasta el año que viene.

“Por suerte se ha logrado una mayor concientización del grupo político acerca de los efectos económicos desastrosos que puede tener esto. En particular, la pesca artesanal costera es muy vulnerable. Necesitamos planes concretos, basados en ciencia, realizables y que permitan prever con antelación muchos de los cambios que ya están ocurriendo”, comentó.

Y añadió: “Esto –el calentamiento de los océanos y la presencia de la zona caliente frente a Rocha– está pasando ahora. Estamos trabajando bajo el concepto de equidad intergeneracional. Lo que estamos haciendo ahora es para el bien de nuestros hijos y nietos. No podemos dejarles un mundo plagado de interrogantes”.

Pandemia y clima: “No cambia la historia”

La pandemia del coronavirus ha generado la mayor caída en la emisión de CO2 de la que se tenga registro en la historia. Hay menos aviones en los cielos y menos autos en las carreteras; el consumo de energía ha bajado y han reaparecido animales en las ciudades. La NASA ha detectado desde el espacio la disminución de gases contaminantes en la atmósfera.
La situación, sin embargo, puede que no sea tan alentadora, según los expertos. “La COVID-19 de ninguna manera tiene un lado positivo para el medio ambiente”, escribió hace unos días Inger Andersen, directora del programa ambiental de la ONU. “Los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, no son más que temporales, ya que se deben a la trágica desaceleración económica y al sufrimiento humano”, dijo Andersen.
Omar De Feo, investigador de la Unidad de Ciencias del Mar de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, coincidió con esta idea. “Para un caso puntual de dos o tres meses esto no va a cambiar la historia”, señaló a El País. Y agregó: “Lo que sí puede generar es concientización de la sociedad a nivel mundial para analizar cuál es la importancia del cuidado y eso puede generar una mejora al largo plazo”. En concreto, sobre el calentamiento del mar, un proceso que se desarrolla durante décadas, dijo: “No se va de un mes para otro; es imposible”. Para lograr una disminución notable en las cantidades de CO2 en la atmósfera, se debería lograr una reducción sostenida del 10% a nivel global en el uso de combustibles fósiles durante un año, según el Instituto de Oceanografía Scripps de la Universidad de San Diego, EE.UU.

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