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Los peligros de preguntarle a Google por nuestros síntomas

Joven ingresando a Google. Foto: AFP

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Cientos de miles de videos en redes sociales o links muy poco serios sobre diferentes enfermedades mentales pueblan internet de forma creciente

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El lunes 10 de octubre fue el Día Internacional de la Salud Mental. Desde hace tiempo pienso que es importante abordar cómo Google, y otros buscadores y plataformas, se han vuelto cada vez más centrales en nuestras preocupaciones sobre nuestra salud, las preguntas que les hacemos a los médicos y los miedos que sentimos sobre nosotros y nuestras familias.

Esta semana en un artículo publicado por elDiarioAR, la filial argentina de elDiarioES la periodista Natalí Schejtman cuenta que, según una encuesta publicada en Estados Unidos por OnePoll, los padres y madres primerizos alcanzan las 2000 búsquedas en internet durante el primer año de vida de sus hijos. Seis búsquedas por día. Schejtman explica a partir de varios ejemplos muy ilustrativos como el orden de esos resultados refleja la calidad de su contenido o la profundidad de las explicaciones presentadas.

Hace un tiempo debido a la experiencia con un miembro de mi familia pasé varias semanas, días y horas de esas semanas, usando buscadores para encontrar información acerca del Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad (también conocido como TDAH). Como resultado me encontré con sitios ordenados en función muchas veces de la capacidad de sus autores para posicionar mejor en buscadores (a partir de técnicas de redacción y de desarrollo de sitios) y no tanto en función de la calidad de sus contenidos. Sitios de Estados Unidos se ubican mejor que sitios de cualquier otro país del mundo, por ejemplo, y no necesariamente ese es el país más avanzado en trabajo con personas con TDAH. Pero esto fue en Google.

En redes sociales la historia fue otra. Es que cada vez que manifestamos en Google nuestro interés por un tema, haciendo ni más ni menos que una búsqueda, damos inicio a un mecanismo que se dispara hacia distintos lugares. Uno es lo que se conoce como remarketing, algo de lo que hemos hablado en otras columnas, e implica que el cruce de datos entre plataformas permite mostrar publicidad de temas sobre los que busqué en Google cuando estoy mirando videos en Instagram.

Y así fue. Durante semanas fui bombardeada con videos sobre los síntomas del TDAH en adultos, cómo detectarlos, cómo autodiagnosticarse llenando un formulario y, atención, cómo curarse haciendo una serie de ejercicios que podría comprar en una app especial para ello. Jamás en mi vida ninguno de los múltiples educadores con los que me crucé, médicos que me atendieron ni persona alguna, ni siquiera yo misma me hizo pensar jamás que yo podría tener las características de alguien con TDAH. Y sin embargo, de tanto ver videos y consejos, empecé a pensar que tal vez si.

¿Tendría algo de malo esto? Depende. No tendría nada de malo si fuese efectivamente un diagnóstico acertado llevado adelante por un especialista o especialistas. Tiene todo de malo si hubiera sido el resultado de buscar en Google o de ver avisos que tienen la intención de venderme algo de dudosa calidad.

El ejemplo que pongo está lejos de ser el único. Cientos de miles de videos en redes sociales o links muy poco serios sobre diferentes enfermedades mentales pueblan internet de forma creciente. Muchos aprovechan la necesidad que muchos tienen de un diagnóstico como la primera etapa para sentirse mejor, otros abusan de las demoras en los sistemas sanitarios de la mayoría de los países. Ir a Google a preguntar cosas no está mal. El problema es hacerlo sin saber a dónde puede llevarnos.

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